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Mocoa se encuentra en tinieblas, y sufre por agua y comida

La comunidad permanece alerta, porque las alertas siguen encendidas.

La comunidad permanece alerta, porque las alertas siguen encendidas.

Foto:Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO.

En el municipio no hay energía, ni gasolina. La comunidad pasa la noche en alerta.

Mocoa era este sábado un pueblo desolado, pues la avalancha no solo se llevó decenas de vidas sino que dejó a esta capital, de unos 65.000 habitantes, sumida en una gran crisis humanitaria, sin luz, ni agua, ni gas, ni teléfonos fijos, ni gasolina.
Aunque para sus poblares era claro que la prioridad de los organismos de socorro era el rescate y la atención de las víctimas, también clamaban porque ya se sentían las consecuencias de la destrucción de la infraestructura local.
“Hay mucha desolación, es un clima de caos, de crisis. No hay alimentos. La galería fue arrasada y las pocas tiendas, los pocos supermercados que no resultaron afectados no abrieron, el comercio está cerrado, no hay casi comida, la gente deambula con la poca ropa que le quedó, todavía embarrada”, narró el periodista Élver Monje.
Contó que hubo intentos de saqueos en algunos supermercados, lo que hizo que los dueños cerraran y decidieran vender, en algunos sitios, solo a los vecinos a puerta cerrada.
La avalancha, hasta la noche del sábado, dejaba 193 muertos.

La avalancha, hasta la noche del sábado, dejaba 193 muertos.

Foto:Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO.

“Pudimos almorzar gracias a que teníamos un cilindro de gas y con ese pudimos cocinar para toda la familia”, cuenta Monje. “Nosotros tomamos agua de lluvia que recogimos y que compartimos con los vecinos”, relató Clara Inés, otra pobladora.
El periodista dice que lo más grave es la falta de servicios públicos. La avalancha afectó las bocatomas de los tres acueductos del municipio, incluido uno privado, y la subestación de energía.
“Hay demasiados postes y cables en el suelo, creemos que para que vuelva la energía se va a demorar mucho, porque se ve que las redes sufrieron muchos daños”, afirma el periodista, que vive en el barrio El Progreso, cerca del lugar de la tragedia.
El único medio de contacto exterior que tenían eran los celulares, que cargaban con baterías de los vehículos.

Huyendo de la ciudad

La situación era tan crítica que algunos habitantes empacaron ropa y, como las empresas de transporte intermunicipal suspendieron sus despachos porque el improvisado terminal fue arrasado, salieron en motos a poblaciones vecinas, como Villagarzón y Puerto Asís.
Otros se mudaron a donde familiares y conocidos que viven en los barrios de las partes altas de la capital para pasar la noche.
La rectora del Instituto Tecnológico de Putumayo, Marisol González, clamaba por ayuda.
“No hay ni una gota de agua potable, necesitamos agua, es lo urgente. Y víveres, no hay nada. Hemos organizado un grupo humanitario, habilitamos aulas y el coliseo del Instituto como albergues. Tenemos unas mil personas damnificadas”, expresó González.
Ella y los docentes se esforzaban en conocer la suerte de sus estudiantes y expuso que muchos muchachos son de otros municipios.
“Tenemos estudiantes de los que no sabemos. Hay niños sin familias en Mocoa. Estamos apoyando humanitariamente pero también desde el punto de vista institucional. Una primera tarea es evacuar a los que no son de Mocoa, que regresen a sus municipios porque la situación aquí es bien difícil”, dijo la rectora.
La noche del sábado, los habitantes pasaron en vigilia con velas y estaban pendientes de cualquier alerta, pues todavía había riesgo de una nueva emergencia si volvía a llover, ya las quebradas tenían muchos sedimentos, que podrían generar un nuevo represamiento.
MARIO BAOS
Enviado especial de EL TIEMPO
MOCOA
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