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Medellín

‘Escribo sobre lo terrible que somos los humanos’

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Foto:

La poeta colombiana Diana Villa acaba de publicar Danzar sobre el abismo, su segundo libro.

La vida de Diana Villa ha estado marcada por la soledad. Cuando era niña, y vivía en un barrio popular de Medellín, prefería pasar largas jornadas leyendo libros que salir a jugar con otros niños. Su timidez, dice, la lanzó inevitablemente a encontrar en los libros lo que difícilmente hallaba en las personas.
“Los libros son, para mí, un refugio, una salvación para no vérmelas con muchas cosas del mundo que me parecen muy abrumadoras. Ellos no te demandan nada, no piden nada a cambio”, explica Villa.
Esa afición por la lectura fue alimentando silenciosamente la vocación literaria, que solo habría de despuntar definitivamente después de muchos años. El otro punto de inflexión fue cuando, estudiando sicología, decidió hacer un intercambio en una universidad de Sevilla, España.
Por cosas del azar, la universidad la inscribió en el programa de filología, en vez del suyo, el de sicología. Esa experiencia le aportó un bagaje literario notable: leyó literatura hispanoamericana, desde Garcilaso de la Vega hasta los contemporáneos.
Además, conoció a los románticos del siglo XIX. Al volver a Colombia, influenciada por esos autores y los que ya había leído antes, entró al taller de escritura creativa de la profesora María Orfaley Ortiz. Tímidamente comenzó a escribir poemas, sin estar demasiado convencida de sus propias creaciones. Incluso ahora, cuando ya ha publicado dos libros de poemas, confiesa que apenas se ha atrevido a llamar ‘poesía’ a lo que escribe.

Tengo una sensación de desnudez, de violación. Puedo ser accesible a cualquiera

“Siempre los he llamado ‘mis textos’. En realidad no estaba muy convencida de lo que escribía. Todavía siento una insatisfacción cuando termino un poema”, cuenta.
Villa no es muy consciente de cómo surgen los poemas en su mente. A veces, dice, estos nacen de alguna impresión, del momento por el que su vida está pasando. Otras veces, confiesa, son los recuerdos de la infancia los que impulsan su creación poética. Así, una calle vacía, la infausta violencia del barrio popular donde se crió, en Medellín, se convierten en la materia prima de su obra.
Pero hay otro elemento fundamental en sus creaciones: sus experiencias oníricas. Cuando está durmiendo, manifiesta, se levanta como si su cabeza estuviera siendo martillada. Ve imágenes a veces precisas, otras veces vagas. Entonces, con premura y un impulso acezante, escribe lo que acaba de ver o sentir en un sueño.
Al día siguiente, con más claridad, revisa las anotaciones. Algunas valen la pena y terminan convirtiéndose en un poema, otras se quedan en meros rayones sobre el papel.

¡Hay que escribir! Me fui a la biblioteca, presté uno de sus libros, el más viejo, aquel más parecido a la voz de mi sueño

En el libro que acaba de publicar la poeta, que recoge sus textos desde que estaba en Colombia y otros que surgieron de su ‘exilio’ en España, a donde se fue a vivir con su esposo, se ve de manera evidente cómo los elementos oníricos juegan un papel preponderante en su obra. Incluso, estos aspectos juegan con las grandes influencias literarias que Villa ha tenido en su vida:
“Han pasado los años, / y aún me suena el reclamo en los oídos: / ¡Emily Dickinson! ¡Emily Dickinson! ¡Emily Dickinson! / Me gritaba esa voz dentro del sueño. / ¡Hay que escribir! -me desperté diciendo / ¡Hay que escribir! / Me fui a la biblioteca, presté uno de sus libros, / el más viejo, / aquel más parecido a la voz de mi sueño”.
Danzar en el abismo es el nombre de este libro, el segundo que publica Villa, y está dividido en cuatro partes. Cada una de ellas presenta facetas diferentes de su vida y, de alguna manera, terminan formando un hilo conductor.
En los poemas, es evidente, está presente una visión pesimista que la autora tiene sobre la vida. “Escribo sobre lo terrible, pero también sobre lo bello. Es que los seres humanos somos terribles, horrorosos. Sobre eso escribo”, anota Villa.
El primer libro de la escritora vio la luz porque ella misma decidió publicarlo. Asumió los gastos y la responsabilidad que exige llegar a los lectores. Por ese trabajo, el editor de Bajamar Editores, una editorial española, le preguntó “si tenía algo en entre manos”. Villa le ofreció sus poemas, que luego fueron ordenados por su maestra Orfaley.
Ahora, cuenta, se siente desnuda después de la publicación. “Tengo una sensación de desnudez, de violación. Puedo ser accesible a cualquiera”, dice ahora que su libro es leído.
Miguel Osorio Montoya
PARA EL TIEMPO
migoro@eltiempo.com
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