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Cali

'María', de Isaacs, y el cambio ambiental a 150 años de su publicación

La hacienda guarda la diversidad de flores que narra Isaacs en la obra, pero en el Valle poco queda de la diversidad de fauna y flora que se describe.

La hacienda guarda la diversidad de flores que narra Isaacs en la obra, pero en el Valle poco queda de la diversidad de fauna y flora que se describe.

Foto:Archivo particular

De zonas selváticas, crecidos ríos, flores y fauna variada a región de monocultivo.

Iván Noguera
Por Alberto Ramos Garbiras (*)
“María” de Jorge Isaacs es una novela con grandes segmentos ambientales describiendo la naturaleza al punto de retratar la biodiversidad del valle geográfico antes de que se extendieran los cultivos de algodón, sorgo, millo, y mucho antes de que se enseñoreara el monocultivo de la caña de azúcar que transformó los bosques nativos en un colchón verde de caña, espantando pájaros y aves hacia las dos cordilleras; desapareciendo por desecación y bombeo las lagunas o humedales, y alterando la fauna y la flora: desestructurando el paisaje. 
Existe un criterio extendido sobre la novela María, se cree que la obra es solo sentimental, por la primacía del género romántico que la caracteriza. Podemos encontrar un alto componente ambiental en la narración, con descripciones de la naturaleza y los paisajes, como si se tratara de un geógrafo o un botánico el que los realiza.
Isaacs empezó a escribir los primeros capítulos de la novela entre 1864 y 1865, en medio de una variada vegetación en una zona camino a Buenaventura donde laboró en la apertura de caminos. Por esta razón creo que mezcla la biodiversidad del Pacífico con la del Valle geográfico del Cauca. El autor publica la obra en 1867.
Describe y menciona bosques frondosos, vegetación exuberante, árboles de diferentes especies( pízamos, higuerones, yarumos, sauces, naranjos, pomarrosos, azahares, cedros, ceibas, chiminangos, samanes, palmeras ); caminos en medio de colinas, crestas de las montañas, zonas selváticas, senderos agrestes el fondo de las cañadas, verdes pampas, laderas, peñascos, las cordilleras central y occidental, guaduales, platanales, las cumbres del Cauca, flores, fauna y flora en general, el Valle regado de riachuelos, cascadas, planicies de verdes gramales, adormideras, malezas, cadillos; menciona y describe en varias ocasiones los ríos Sabaletas, Nima. Amaime, sus remansos, hondas vegas, picachos, boquerones.
Alberto Ramos Garbiras, abogado, exprocurador ambiental

Alberto Ramos Garbiras, abogado, exprocurador ambiental

Foto:Archivo particular

El Valle esplendoroso, el fondo de las cañadas, los maizales, la pocas hectáreas de caña de azúcar; plantas de huertos como el perejil, la manzanilla, el poleo, las albahacas; una abigarrada biodiversidad. Y la descripción de las flores es minuciosa: enredaderas, rosales, claveles, azucenas, lirios, campanillas moradas, montenegros, mejoranas.
En “María”, los coqueteos de ella con Efraín se dan a través de las flores, las lleva en las trenzas, él se las regala, las usan en las habitaciones, ella las escoge, los floreros están siempre surtidos, y las usan para bañarse, En Los baños del paraíso, Fernando Cruz Kronfly, escribió, “Quien ama, puede unir con facilidad el símbolo de la desnudez que se asocia al baño con el símbolo de la carne presente que se asocia a la flor”.
Isaacs hace una descripción diletante de nubes, el cielo, los arreboles, lo placentero del viento; la fauna, como las bandadas de loros, guacamayas, pellares, cierzos, pavos reales, patos criollos de la ciénaga, aves domésticas; y en la espesa vegetación: los osos, tigres, serpientes; Los humedales del Valle, refiriéndose a lagunas y gramales pantanosos. Semovientes y animales de explotación agrícola (ganado vacuno y caballar), cabras de varios colores, caballos viejos agotados, caballejos molenderos, burros lacrados y mutilados por el carguío de leña, mulas, muletos, potros de carga.
Se refiere a algunos impactos como la humareda de los montes recién quemados, el hacha de los labradores, crecientes de los ríos en temporadas. En una descripción del río Amaime crecido, Jorge Isaacs plantea, “En breve las montañas desaparecieron bajo el velo ceniciento de una lluvia nutrida, que dejaba oír ya su creciente rumor al acercarse azotando los bosques. A la media hora, turbios y estrepitosos arroyos descendían peinando los pajonales de las laderas del otro lado del río, que acrecentado, tronaba iracundo, y se divisaba en las lejanas revueltas amarillento, desbordado y undoso” (Capítulo XVI). Lo que nos indica la presencia de quemas agrícolas, tala de bosque y altas precipitaciones que aumentaban los caudales de los afluentes.
Hay dos películas de directores vallecaucanos que registran y captan la vegetación en nuestro departamento y sirven de apoyo para mencionar qué ha pasado, qué transformaciones se han dado en estos 150 años, entre 1867 y el año 2017. Esas dos películas las he reseñado oportunamente, en el Blog Ventana Indiscreta de José Urbano.

El Sueño del Paraíso

La película concebida y realizada por el director Carlos Palau, “El sueño del paraíso”, es un filme con un trasunto histórico, tiene un énfasis ambiental y paisajístico, es al mismo tiempo un drama que narra una historia de amor doble: la de María el personaje de Jorge Isaacs y la historia de los protagonistas de este filme, Isabel y Juzo, envueltos en las intrigas, los celos y la envidia de un entorno agrícola. Desde 1929 el japonés Juzo Takeshima conoce y se entusiasma con la novela del autor vallecaucano; con planos medios y planos cortos en el espacio de campo de la pantalla, vemos como lee la obra de Jorge Isaacs, con febrilidad; ha iniciado un romance con la colombiana Isabel Sarmiento, así, atraído por los parajes que describe la obra La lectura de la novela por segmentos y la narración de la guía turística de la casa de “El Paraíso”, en Santa Helena (Valle del cauca), permiten la narración. Hoy el corregimiento de Santa Helena, en El Cerrito está sembrada de uva, grandes viñedos y la producción de vino artesanal en muchas casas del poblado, se cultivan también pepino, habichuela, tomate y cítricos en general, piña, maracuyá; quedan pocos árboles ornamentales y frutales. Las parcelaciones han acabado con extensas zonas de vegetación y la febril actividad turística ha borrado las áreas apacibles de la novela.
El film de Carlos Palau también se puede tomar como una clase de manual geográfico sobre el Valle del Cauca, y los medios de transporte de la época, finales de la segunda década del siglo XX: los equinos, las carrozas tiradas por caballos, la bicicleta, las barcazas y los carros de ése período. Muestra con delectación algunas especies de la flora (samanes, ceibas, caracolíes, guasímos, pízamos…); una guía territorial y una orientación que sirve a los extranjeros para conocer el Departamento del Valle, con el pretexto de lo acaecido a un grupo de inmigrantes japoneses que en la vida real emigraron de las prefecturas de Fukuoka, Fukoshima y Yamaguchi. La cámara capta hermosos paisajes del Valle, la selva húmeda del cañón de Dagua, la pluviosidad constante, ríos raudos, quebradas, bandadas de aves, planos generales del contraste entre el valle y las montañas, cultivos de maíz y sorgo.

La Tierra y la Sombra

Para comparar la naturaleza y la biodiversidad narrada en la novela “María” en el Valle del Cauca de mediados del siglo XIX con el Valle del siglo XXI, podemos acudir a las imágenes de la película “La tierra y la Sombra” de César Acevedo, triunfador en el festival de Cannes; hay una escena que lo dice todo: Alfonso recorre las áreas alrededor de la casa, no encuentra nada de lo que había, los parajes diversos desaparecieron, los árboles frutales no existen, las fincas cambiaron su vocación, el campo ahora es uniforme, cierra los ojos para reaccionar, vuelve y mira: todo es como un inmenso colchón verde. Ese monocultivo de caña que transformó el panorama, acabó con las fincas, los árboles, la avifauna y transformó el panorama en un colchón verde. La rutina de los corteros de caña es retratada en esta película, los trabajadores están gran parte del día en medio del calor canicular y con una indumentaria de protección solar, sombrero, un trapo en el cuello y guantes, dotados de machetes. Los corteros viven una situación de esclavitud, sin servicios de salud, sin protección laboral, asoleados, tiznados y en la tarde terminan fatigados, sin fuerzas y se mueven como zombies. La misma esclavitud de la primera mitad del siglo XIX que describe Jorge Isaacs en la novela.
“La Tierra y la Sombra” registra a los corteros de caña cercados por los impactos ambientales y las desiguales condiciones laborales. Es un drama familiar Una familia desahuciada irremediablemente desprotegida por el Estado que permitió la alteración de la huella ecológica y no reguló la producción al permitir quemas, requemas y fumigaciones a los ingenios azucareros, atentando contra la seguridad alimentaria de la región. Lo único que le falta a esta película dentro de ese cuadro lúgubre que narra es una secuencia donde aparezca una avioneta fumigando con glifosato, ese es el otro factor que exterminó los cultivos de frutas y hortalizas de los pequeños propietarios, minifundistas que no se pudieron sostener.
Lo que le sucede a esta familia de “La tierra y la Sombra” es lo que le ha sucedido a todos los minifundistas del Valle geográfico, fueron asfixiados y liquidados económicamente. Un entorno infernal no solo por las llamas que los rodean por la quema del follaje de caña, con lluvia de pavesas que asfixian. Las pavesas con el viento son pulverizadas hasta en partículas submicrónicas que se inhalan imperceptiblemente, esa seguramente es la enfermedad pulmonar que hace agonizar al hijo de la pareja disuelta.
El monocultivo de la caña de azúcar absorbe sus aguas subterráneas y desvían las superficiales. El Valle geográfico está lleno de trinchos y acequias clandestinas para riego agrícola gratuito burlando la concesión de aguas. Las aguas superficiales no solo están contaminadas por las cargas orgánicas, también por las aguas residuales que vienen aguas arriba, más los vertimientos porcícolas y otros factores, también la tala intensiva en las laderas del otro municipio afecta por empalizadas su potabilización, los deslaves en las cuencas por talas intensivas vuelven turbulentas las aguas que rodean el municipio de Candelaria, y y los vertimientos industriales, entre otros. Cuatro ríos surcan y recorren el municipio, tres ríos altamente contaminados e intratables (Párraga, Cauca y Desbaratado).
Se ha alterado la biodiversidad, con el monocultivo de la caña, la vida no es saludable y productiva en armonía con la naturaleza, las aguas subterráneas no son objeto de especial protección, el consumo humano del agua no tiene prioridad sobre otros usos, no hay acciones de corrección y restauración del deterioro ambiental, el paisaje no es protegido, los suelos se han salinizado, no funciona el sistema nacional ambiental porque no hay acciones conjuntas de las autoridades, se registra degradación y erosión de los suelos, se alteró nocivamente la topografía, se alteró el flujo natural de las aguas, hubo extinción cualitativa y cuantitativa de especies vegetales. Lo mismo sucede las zonas de ladera de este Valle del Cauca hoy con otros cultivos agresivos como los pinos y eucaliptos: se toman las aguas, salinizan los suelos, llevan a la sequía, la micología es alterada y destrozan los bosques nativos que si fortalecen el recurso hídrico.
Hay 33 municipios con cultivos de caña que los bordean, y recientemente estos cultivos se han extendido a las planicies de los municipios con tierras de ladera. El monocultivo de la caña de azúcar acabó la vegetación y espantó la avifauna. En la película los pocos pájaros que quedan están en la banda sonora y en la imaginación del abuelo acudiendo al recurso de los sonidos que emitían, silbando para emularlos. los ingenios azucareros invadieron la ronda protectora de las corrientes de agua.Y otros municipios anulados por un monocultivo que atenta contra la huella ecológica,le quitaron el hábitat a muchas especies, interrumpieron la variabilidad genética y se disminuyó la agricultura antes diversa y pujante.
(*) Alberto Ramos Garbiras
Abogado, exprocurador ambiental, exdirector del Dagma y Doctorado en Política Latinoamericana. 
Iván Noguera
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