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Bogotá

Reflexiones necesarias sobre el oficio / Voy y vuelvo

2. Enlaces inapropiados  
En este punto, Forbes advierte sobre la importancia del manejo de redes sociales. "Si no eres cuidadoso con el contenido de tus redes sociales ni sueles publicar temas relacionados con tu ámbito de trabajo, ahórrate incluir enlaces a tu Instagram o a tu Twitter", explica la publicación.

2. Enlaces inapropiados En este punto, Forbes advierte sobre la importancia del manejo de redes sociales. "Si no eres cuidadoso con el contenido de tus redes sociales ni sueles publicar temas relacionados con tu ámbito de trabajo, ahórrate incluir enlaces a tu Instagram o a tu Twitter", explica la publicación.

Foto:iStock

En redes sociales no todo se vale.

Michael Cruz
Espero no estar equivocado: los periodistas estamos recapacitando. La sociedad está recapacitando. Las recientes críticas a los desafueros que se vienen cometiendo en redes sociales empiezan a recibir una tímida pero eficaz condena pública. La máxima pareciera ser: ‘oye, en las redes no todo se vale’.
Episodios recientes de desmanes verbales que se cometen al amparo de las nuevas tecnologías empiezan a ver reducido el cerco de la tolerancia. Falta mucho, muchísimo, es verdad, pero que incluso la Corte Constitucional esté tomando cartas en el asunto es ya una buena señal.
Los casos emblemáticos sobran e involucran a altos funcionarios del Gobierno Nacional. Pero esos han sido los más visibles. Hay otros terribles que, sin embargo, no han merecido la misma sanción colectiva: montajes, fotos falsas, pacientes que se ‘mueren’ en el celular de un concejal y cosas por el estilo se han visto. Ya es hora de parar.
Obnubilados con las peleas diarias que se libran en las redes, no nos hemos percatado de que lo que viene pasando son más que solo noticias falsas. Lo he repetido hasta el cansancio, lo han dicho otros periodistas: el odio se tomó las redes.
Punto. No le busquen más explicaciones: mentir, insultar, injuriar, calumniar, ofender, difamar, poner en la palestra pública al que nos cae mal por su pinta, su color, su forma de pensar es la constante. Es el bullying digital. Rehuir el debate, esconderse en anónimos, servir a una causa que se dedica a expandir falsedades es lo que hiede hoy en estas plataformas.
No es culpa de la plataforma, aclaro. Ya lo dije alguna vez: las redes sociales democratizaron el debate pero empoderaron lo miserable y lo banal. El problema no son los algoritmos ni las herramientas tecnológicas; el problema somos nosotros, seres propensos a responder con las espuelas, a leer solo lo que nos conviene, a pasar por encima de los hechos para irnos con la verdad de aquel o la mentira de aquella solo porque ‘ajá’, como dicen los costeños. Y a herir al rival para luego exponerlo sangrante ante una multitud que, ansiosa, espera para seguir comiendo del ‘muerto’.
Los periodistas hemos caído en eso, así nos duela reconocerlo. Y somos promotores de buena parte de lo aquí expresado. El periodismo hace tiempo traspasó la línea de la información a la militancia abierta, lo que nos ha puesto en el mismo rango de desconfianza de otras instituciones.
Los periodistas ya no informamos sino que queremos ser la noticia, de lo contrario nos sentimos incompletos, golpeados en nuestro orgullo; nos puede el botón de ‘enviar’, no cargamos un celular sino un arma lista para disparar.
No de otra forma se entiende lo que le pasó a un periodista como Ignacio Greiffenstein, que tuvo la sensatez de renunciar por un trino insultante, sí, pero que ya curtido en estas lides se dejó atropellar por la velocidad que ofrece un mundo hiperconectado que “no se permite tener paciencia, mesura ni reflexión”, como lo expresó Mauricio Gómez en la reciente entrega de los premios CPB.

El periodismo hace tiempo traspasó la línea de la información a la militancia abierta

De ese frenesí no se salva nadie. Yo he caído en provocaciones también. Me he equivocado. Respetables colegas han hecho lo propio: juzgan a priori, ironizan, hacen conjeturas, siembran dudas a partir de lo que genera esa “epidemia de desinformación” llamada Twitter o WhatsApp. ¿Por qué nos extrañamos de que ahora la gente haga lo mismo?
Por fortuna, como decía al comienzo, las cosas tienden a cambiar. O eso espero.
Puede ser que nuestra industria esté pasando momentos difíciles, pero el buen periodismo tiene que seguir siendo el de la “discrecionalidad”, no el de “la demagogia, el rating y el like que atenta contra la autonomía”, dijo la decana Marisol Cano durante la celebración de los 70 años de la facultad de Comunicación de la U. Javeriana.
Hay que volver a “cometer actos de periodismo”, recomendó, a su vez, el maestro Rosental Aves, director de la Fundación Knight, tras señalar que, si bien estamos haciendo “periodismo en tiempos del cólera digital”, donde se abre paso el ‘mediacidio’, ello no significa que estemos ante la muerte del oficio sino ante su reinvención.
¿Es mi impresión o... todavía hay muchos que no entienden que la contaminación es culpa de todos y que a todos nos toca reparar lo que dañamos?
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe de EL TIEMPO
En Twitter: @ernestocortes28
Correo: erncor@eltiempo.com
Michael Cruz
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