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Bogotá

Rap: la expresión musical que barrió estratos en la capital del país

Hip Hop al Parque, uno de los eventos más representativos de Latinoamérica, recibió 74.000 asistentes en el 2017.

Hip Hop al Parque, uno de los eventos más representativos de Latinoamérica, recibió 74.000 asistentes en el 2017.

Foto:Juan Santacruz / Idartes

Algunos de sus exponentes han alcanzado las grandes plazas mundiales. Así se vive en la urbe.

La escena musical del rap, que llegó a Colombia por la influencia de películas y de sonidos traídos de Estados Unidos, y que en las décadas de los años 80 y 90 se relacionaba con las zonas marginadas de Bogotá, hoy es una tendencia que tomó tanta fuerza que las calles respiran sus sonidos y sus líricas.
El joven que se monta a un articulado de TransMilenio a entonar rimas de rap consciencia, las batallas de freestyle que se organizan entre agrupaciones para probar el talento de la improvisación y los emprendimientos culturales de personas que viven hoy de los estudios de grabación en localidades como Engativá, hacen parte de la escena de la capital.
El rap barrió estratos y, en la actualidad, como lo reconocen algunos de los artistas de esta expresión, ha unido comunidades enteras, ha cambiado el camino de los jóvenes –dándoles nuevas oportunidades–, les ha permitido a muchos acercarse a la literatura, a la filosofía y es, sin lugar a dudas, uno de los medios de expresión urbana y de denuncia más cercanos.
El camino no ha sido fácil, lo recuerda Dagger, el director ejecutivo de la Corporación Red de Artistas jóvenes Urbanos– Tiva jam. En Engativá Pueblo, él y otros jóvenes asistieron a Ópera Rap, una obra de teatro de la agrupación Gotas de Rap, en el año 94. Así nació el amor por este género en los jóvenes que, como dice él, “no tenían oportunidades”.
“Éramos muy pelados y no encontrábamos qué hacer. La obra se volvió un boom para todos nosotros. De ahí surgió la idea de crear un grupo. Había chicos que vivían de robar y terminamos integrándonos. La juventud estaba marginada porque en Engativá Pueblo solo se vivía de la plata que traían los conductores de buses”, indicó.
Cuando en su barrio comenzaron a referenciarlos como los que hacían rap, “sentimos que por primera vez nos estaban haciendo parte de la sociedad”, señaló. Años después, esa juventud logró formar el festival Hip Hop en Engativá, uno de los encuentros más significativos de la capital.

La marginalidad

La relación de este género musical con el gueto y la marginalidad es recordada por Kaiser, vocalista de la agrupación La Etnnia, una de las pioneras en el rap en Colombia, la misma que nació en el céntrico barrio de Las Cruces, en Bogotá.
“Cuando comenzamos en los 80 el género era desconocido para muchos. Nosotros escuchábamos rap en inglés, que era lo que llegaba. En las discotecas no lo ponían”, señaló.
Recordó que el primer álbum de La Etnnia –El ataque del metano– que salió en casetes, lo grabaron gracias a los recursos que recogieron administrando un bar en el centro de la capital. “Este, tal vez, es el primero que solo ponía rap, y poco a poco fueron llegando las personas a escuchar este ritmo. Había días en las que tocaba cerrar las puertas, porque ya éramos muchos”, expresó.
Desde la otra esquina de Bogotá, en Usme, Juan Pablo Barragán recuerda cómo evolucionó esta cultura. “En una grabadora registrábamos el único programa de radio de una hora a la semana que le dedicaba un espacio al rap. Se llamaba Reino Clandestino, de la Radiodifusora Nacional”, recordó el músico y actor.
En esa época, la zona de Usme en la que habitaban aún tenía aspecto rural, y los jóvenes, reunidos, escuchaban las cintas que grababan en casete, y que tenía letras de la escena en español, con artistas como Vico C.
Sin embargo, Barragán asegura que la relación del rap con la marginalidad se atribuyó, en principio, a las primeras influencias que recibió el género al llegar al país. “Esa ola de música que devino de Estados Unidos tenía ese estilo ‘gansta’, unas letras fuertes y con la imagen del rapero con porte de malo. Pero eso se fue transformando con los años”, recordó el líder, quien hoy trabaja con jóvenes en Usme y en un proyecto con Luis Yilder Rueda, conocido como Yoky Barrios.
Hoy, miles de jóvenes expresan las historias de barrio o las dificultades de sus comunidades a través de líricas en el rap. En parques de la ciudad se realizan batallas de ‘freestyle’ o improvisación.

Hoy, miles de jóvenes expresan las historias de barrio o las dificultades de sus comunidades a través de líricas en el rap. En parques de la ciudad se realizan batallas de ‘freestyle’ o improvisación.

Foto:Juan Santacruz / Idartes

Abriéndose espacios

Ali A.K.A. Mind, uno de los raperos más reconocidos del país, y que vivió su infancia entre el municipio de Soacha y el barrio Galán, de Bogotá, señaló que la escena musical ha logrado conquistar escenarios que antes se creía no eran para los jóvenes raperos.
El músico cuenta que se ha pasado de hablar de la marginalidad de los barrios a contar las historias de su gente, como lo hace él.
“Decidí mostrar otra cara, porque yo también me sentía orgulloso de mi mamá o de mis vecinos, que trabajaban un montón para brindarles educación a sus hijos. Entendí que teníamos la responsabilidad de que la gente dejara de pensar que en los barrios colombianos todos eran marginales”, dijo.
Por eso, en canciones como Mi raíz se escucha:
Colombia… mi raíz, mi esencia, mi cuna/
Como ninguna hermosa musa que hoy impulsa esta pluma/
Es una perla viviente en este planeta/
Empañada por la gente que al pueblo jamás respeta.
Asegura que “hoy Bogotá tiene una gran movida y somos una de las ciudades más envidiadas del mundo, en especial por tener Hip Hop al Parque. Hay batallas de freestyle en espacios públicos; hay muchos grupos nuevos y nuevas tendencias que lo que hacen es enriquecer la movida”. También cuenta que les han abierto las puertas en festivales como Stereopicnic, Jamming, Almax...
Dagger, de la Corporación Tiva Jam, recordó que esto dio pie para que en Engativá se forjara toda una industria de grabación de música urbana.

Trabajo social

Las labores comunitarias y educativas son otra de las aristas de la escena. Por ejemplo, Luis Ángel Salazar es un gestor cultural, quien desde hace 15 años está vinculado a la cultura del hip hop y hace 10 desarrolla un proyecto que se denomina Todo Copas, “que en la jerga popular significa todo bien”, dijo.
Desde allí han trabajado con habitantes de calle, pues él vivió allí durante 7 años. “Hoy también dicto clase en un colegio y presento mi experiencia como una muestra de superación. Con el rap, les enseño a jóvenes a expresarse y a componer”.
Uno de los ejercicios que pone durante sus talleres es el de mirar en prospectiva, es decir, “los pongo a pensar cómo es una vida cuando se consumen sustancias o cuando se abandona el entorno escolar. Busco que ellos reconozcan el valor de la familia y del círculo de amigos para prevenir situaciones que puedan afectarlos”, explicó. Señaló que uno de sus objetivos es desestigmatizar al rap y liberarlo de ese yugo en el que se le relaciona con las drogas y la delincuencia.
Con Todo Copas desarrollan un festival callejero para incluir a los habitantes de calle. “Es un festival en espacios no convencionales en donde hay malabares, breakdance y otras manifestaciones artísticas y servicios para esta población”, explicó el compositor.

Un ritmo que se mueve

Aunque la primera influencia que recibió el rap, con la llegada de música de Estados Unidos, fue el ‘gansta rap’, que hablaba de la vida en las calles y la marginalidad, hoy hay una amplia gama de subgéneros que van desde el rap conciencia hasta otras derivaciones, como el cristiano.
“El rap no está hecho, no es algo dado”, señala el actor y rapero Juan Pablo Barragán, quien explicó que cada vez hay más grupos que dignifican las historias de barrio y prueban la inclusión de instrumentos y sonidos en la escena.
MICHAEL CRUZ ROA
EL TIEMPO
Miccru@eltiempo.com
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