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Bogotá

Intolerancia que hace daño / Voy y vuelvo

Imagen de cómo quedaría obra elevada que el Acueducto construye en el humedal Juan Amarillo.

Imagen de cómo quedaría obra elevada que el Acueducto construye en el humedal Juan Amarillo.

Foto:Cortesía Acueducto de Bogotá

Juan Amarillo: la falta de información e intereses particulares producen el resultado que producen.

Ernesto Cortes
Esta semana se vivieron momentos de tensión en los que se vieron involucrados los vecinos de Ciudadela Colsubsidio, Engativá, y sus alrededores. La situación se veía venir. Ya había antecedentes que presagiaban vías de hecho por causa de decisiones de la Alcaldía Mayor que chocaban con los intereses de la comunidad; entre ellas, las obras que se proyectan en el parque del humedal Juan Amarillo.
Pero el incidente que rebosó la copa fue la decisión de la Administración de recuperar un espacio que pertenece al parque, pero que fue habilitado por un particular para usufructuarlo económicamente. Se trata de un parqueadero en el que fácilmente caben 400 vehículos o más y por el que se pagan entre 100.000 y 120.000 pesos mensuales.
Cuando las autoridades arribaron para la recuperación, la comunidad formó un cordón humano, con niños y adultos mayores incluidos, y la policía procedió a su desalojo con gases y, según los vecinos, exceso de fuerza. Lo que vino después fue el caos. A la par que la gente denunció que la fuerza pública empleó balas de goma para disuadir a las personas, varios videos mostraron el asedio y la agresión física y verbal contra la directora de Espacio Público. Incluso, hubo intentos por volcar su vehículo, razón por la cual también intervino la policía. Acto seguido, aparecieron varios concejales que denunciaron los desmanes de la autoridad.
Pero del estacionamiento ilegal, del cobro irregular y de la persona que desde hace varios años viene sacándole provecho a un bien que, según el IDRD, es de la ciudad, poco se dijo.
Esta historia explica cómo la falta de información y los intereses particulares, cuando se mezclan, producen el resultado que producen. En primer lugar, hay una evidente preocupación de los vecinos por las obras que se quieren ejecutar. Para ellos, el proyecto de la Alcaldía invade la ronda del humedal, afecta las especies que allí habitan y se quieren imponer elementos como canchas sintéticas que no contribuyen a la sostenibilidad del ecosistema. En segundo lugar, están los intereses de quienes terminan apropiándose de un bien que nos pertenece a todos y que luego se niegan a devolver. Hay que decirlo claro: así como a muchos les asiste razón para criticar por los efectos ambientales de una obra, también hay quienes aprovechan el desorden porque los han dejado sin un parqueadero para sus carros, en un espacio público.
Y finalmente cohabita en todo esto un problema de clases. En privado, vecinos del sector han expresado su malestar porque el puente que se levanta sobre el humedal facilitará el paso de los habitantes de un barrio popular. Y dicen que eso les generará inseguridad. Eso recuerda lo ocurrido con el parque Japón, donde hizo carrera la famosa frase de “nuestros hijos no necesitan canchas porque para eso van al club”. Un clasismo absurdo.
Corolario de todo esto es que ha terminado por imponerse la fuerza sobre el entendimiento. Volver a la mesa de concertación, como lo propuso David, un vecino de la junta comunal de Bolivia con quien hablé esta semana, parecería ser lo sensato. No para que vuelvan las agresiones sino para alcanzar unos acuerdos mínimos. A nadie le conviene que el actual estado de cosas permanezca y menos que los políticos le saquen provecho en época electoral. Son la comunidad y las autoridades quienes deben hallar una solución, que si no llega, para eso están las instancias judiciales. No siempre será fácil concertar, pero es mejor que confrontar.
Y para ello son fundamentales la argumentación y la información precisa. Lastimosamente, cuando suceden eventos de este tipo, la verdad termina siendo sacrificada, se radicalizan posiciones, y una causa loable –como un parque para todos o salvaguardar un humedal– termina por convertirse en una medición de fuerzas y vanidades innecesarias.
¿Es mi impresión o... Mintransporte no pudo con Uber, pero sí con los taxistas, a quienes no permitió que modernizaran su servicio haciendo obligatorio el uso de tabletas inteligentes? ¿La ilegalidad paga?
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe de EL TIEMPO
En Twitter: @ernestocortes28
Ernesto Cortes
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