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Bogotá

La ‘Picasso’ de Usaquén que lucha por los niños

Graciela promueve la enseñanza del arte en los niños con síndrome de Down. Además, su fundación otorga becas para la enseñanza media.

Graciela promueve la enseñanza del arte en los niños con síndrome de Down. Además, su fundación otorga becas para la enseñanza media.

Foto:Laura Jiménez

Graciela Gómez dirige una fundación que da becas para educación media a niños con síndrome Down.

A Graciela Gómez la vida le cambió cuando su hija menor, Leila, nació con síndrome Down. Había dedicado más de 20 años a la pintura, un mundo del que ya había aprendido todo. Sin embargo, un nuevo reto, desconocido, la puso a prueba.
Dejó de lado los pinceles que la llevaron a exponer en grandes galerías del mundo y se dedicó a replicar su aprendizaje como madre de un niño en esta condición, creando la Fundación Graciela Gómez, que está cumpliendo 20 años.
“Las que tienen hijos con esta enfermedad se golpean mucho por el desconocimiento de esta”, explica. Por eso, su iniciativa está enfocada en hacer que estos menores tengan un estilo de vida lo más normal posible.
Esto lo ha logrado recolectando el dinero que obtiene por la venta de sus obras, y las de otros artistas, que luego se convierten en becas que entrega a los padres para que financien la educación media de sus hijos, a la fecha ya ha dado 150.
Esta artista descubrió su amor por la pintura a escondidas de sus padres, y en complicidad de una empleada de servicio doméstico, cuando siendo una niña, decidió enviar por correo postal un paisaje que pintó para participar en un concurso de arte en La Habana, Cuba. El premio era un cupo para formarse artísticamente en París, Francia. Tres meses después, en la casa de los Gómez Santos todo era una revolución;

“Las que tienen hijos con esta enfermedad se golpean mucho por el desconocimiento de esta

Desde ese instante, Gómez no se detuvo. Su rutina se dividía entre el colegio y sus clases de pintura. “Mi abuelo fue quien me consiguió mi primer maestro de arte, Carlos Díaz Forero, ganador del séptimo salón de artistas nacionales pero desconocido, pues aquí nadie sabe quién es porque la gente se olvida de los pintores”, cuenta.
De la mano de Forero, a los 14 años tuvo su primera exposición en la sala Gregorio Vásquez de la Biblioteca Nacional en 1954. Aunque su arte nació en una casona antigua de Usaquén, en la calle 147 con avenida 19, su éxito se consolidó en el exterior. “Empecé a comercializar mi trabajo afuera. Hablaba con los embajadores para que me ayudaran a buscar espacios en otros países”, agrega.
A los 23 años tomó sus obras y se arriesgó a viajar a Caracas, Venezuela. “Llegué a Cúcuta en avión, luego en carro hasta Caracas. Empecé a tocar puertas de galerías, porque me había ido sin nada fijo”. Luego de unos días logró presentar sus series en tres galerías de la capital del país vecino. La siguiente parada fue Ecuador. Allí, el día de su exposición vendió los cuadros que llevaba.
Hungría, Bélgica, Francia, Argentina, Chile, México, Alemania, España, Suecia e Italia han sido algunas plazas para exponer su trabajo. En 1984, por los pasillos de Naciones Unidas, en Nueva York, un colega peruano le dijo que su pintura “tenía un carácter monumental”, luego empezó a experimentar con murales.
En el Hospital Central, donde reposa uno de sus murales, de 45 metros cuadrados, en él plasmó la historia de la institución, y en el diario Vanguardia Liberal, de Bucaramanga, yace Libertad, otro de sus murales, pintado tras la bomba que estalló en el edificio de ese diario en 1989.
“Algunos colaboradores del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros (uno de los máximos exponentes de esta técnica), me pidieron trabajar con ellos; para mí, ese ha sido el mayor honor”, concluye.
MARÍA FERNANDA ORJUELA
EL TIEMPO Zona
Bogotá
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