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Bogotá

Duele, pero es verdad / Voy y vuelvo

Tensa la situación entre manifestantes y el Esmad en el sur de Bogotá.

Tensa la situación entre manifestantes y el Esmad en el sur de Bogotá.

Foto:Mauricio León

'Lo que sí me extraña es la indiferencia del alcalde de Soacha y de las autoridades de Tránsito'.

Lo que sucedió esta semana en la troncal del sur (Soacha) y en su portal (Bosa) bien podría denominarse el infierno. Y no solo por el tema de la movilidad de las personas, sino por la indiferencia de las autoridades locales, la avivatada de los dueños de carro particular y de motos, el obsoleto sistema de buses viejos que campea en el municipio vecino y que los bogotanos debemos padecer. Y súmese, por supuesto, el mal comportamiento de la gente.
Podrán decir que es insensato afirmar esto, pero brillan por su ausencia en Soacha el buen comportamiento de los pasajeros, el irrespeto por las mujeres, niños y ancianos cuando se va a tomar el articulado. Duele, pero es verdad.
TransMilenio no tiene ni ha tenido dolientes en Soacha. Las autoridades viven entre la espada y la pared a causa de unos gremios del transporte público que hacen lo que les viene en gana. Bloquean cuando están inconformes, nadie controla el estado de sus vehículos contaminantes, ni la explosión de rutas ni el desorden. Duele, pero es verdad.
Cuando finalmente rodó TransMilenio, que lo único que quería era aliviar el trasegar de la gente de Soacha (que no tiene carro ni moto), su trazado quedó sobre una vía de corte nacional, estrecha, que se puede bloquear con apenas unos cuantos saboteadores. Cuando hace un tiempo las cosas se pusieron mal y con toda razón la gente exigió más calidad, más buses, más frecuencias, más movilidad, TransMilenio, mal que bien, respondió: se ampliaron estaciones, se incrementaron el número de vehículos y las frecuencias; según la entidad, se dan ahora cada 38 segundos en horas pico. Y claro, el flujo de pasajeros pasó de 15.000 a 21.000, un incremento del 40 por ciento. Y entonces volvió a ser insuficiente. Es como cuando se arregla el parque del barrio que antes pocos usaban, pero cuando llegan nuevos columpios y nuevas canchas y nuevas atracciones se multiplican sus visitantes a tal punto que no da abasto para su demanda.
¿Qué provocó los incidentes de esta semana? Los carros. Las motos. Sí, esos matones de la vía que se tomaron por la fuerza los carriles de TransMilenio. Y lo hicieron en masa, tanto que bloquearon la troncal de los articulados. Los buses no pudieron moverse, quedaron represados, y entonces usuarios, encapuchados y oportunistas de oficio ¿a quién creen que culparon? ¿A los carros? ¿A las motos? ¿A la policía por no evitarlo? No: culparon a TransMilenio y a Bogotá. Y las protestas por la demora se convirtieron en protestas contra las alzas, por la revocatoria, contra Santos y todo lo que sirviera de combustible para incendiar los ánimos. Y vino el caos: pedrea, destrucción, vandalismo y 300.000 personas sin velas en ese entierro se quedaron sin cómo movilizarse o tuvieron que caminar por horas. Injusto.
Las cosas como son. Que hubo intereses políticos, seguramente. Tampoco me extrañaría. Lo que sí me extraña es la indiferencia del alcalde de Soacha y de las autoridades de Tránsito. La fácil es salir a pedir rebaja de tarifas, pues al municipio vecino no le toca pagar el hueco que tiene Bogotá de 600.000 millones de pesos por culpa del sistema integrado. La fácil es hacer populismo. ¿Pero qué han hecho por controlar a los invasores del carril de TransMilenio? ¿A los buses chimenea que llegan a Bogotá? ¿Al transporte pirata? No nos lavemos las manos tan olímpicamente.
Como lo dijo un editorial de EL TIEMPO esta semana: TransMilenio aún está en deuda con sus usuarios. El día que mejore su flota, mejoren las frecuencias de los alimentadores, mejore la calidad, se dignifique el viaje de los pasajeros, sea de verdad una alternativa para la gente, ese día el sistema volverá a ser el orgullo de los bogotanos, como en sus inicios. ¿Cuándo llegará ese día? Difícil saberlo, han sido diez años de darle largas, de estar poniendo paños de agua tibia a problemas que iban creciendo, y todo porque ayudarle a TransMilenio era visto por algunos como un respaldo a su inspirador.
Cosas de la política que terminan pagando los ciudadanos.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
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