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Bogotá

Comprar una bici robada lo convierte en criminal / Voy y vuelvo

Estas son las 112 bicicletas que fueron recuperadas y que serán entregadas a los dueños por parte de las autoridades.

Estas son las 112 bicicletas que fueron recuperadas y que serán entregadas a los dueños por parte de las autoridades.

Foto:Rodrigo Sepúlveda / EL TIEMPO

Robos y accidentes confirman el grado de vulnerabilidad al que se exponen los ciclistas.

John Cerón
No se puede ser la capital mundial de la bici al tiempo que se mata a quienes las conducen. Y se les mata bien por imprudencia o por inseguridad. Ambas causas son absurdas, duelen, enlutan, desestimulan su uso y ponen en la mira a las autoridades.
Las historias de Juan David Escobar, quien perdió la vida al ser arrollado por un SITP, y de José Antonio Silva, víctima fatal del robo de su bici en Suba, nos confirman el grado de vulnerabilidad al que se exponen los ciclistas de nuestra ciudad.
La imprudencia de muchos de ellos y la intolerancia de los demás actores de la vía dejan un saldo trágico que a todas luces podría evitarse si decidiéramos, por unos segundos, ponernos en el lugar del otro. Hay una guerra silenciosa en la calle entre ciclistas y carros, entre ciclistas y peatones, entre motociclistas y todos los demás. Y cuando se le llama la atención a alguno de ellos, la respuesta es un insulto.
Más grave aún es la inseguridad. En un conjunto del norte de la ciudad, los vigilantes de turno capturaron a un menor de edad cuando intentaba llevarse una bicicleta. Cuando la policía lo interrogó, la respuesta del muchacho fue: “Es que me encargaron una de carbono”. El joven había sido capturado 14 veces en las mismas circunstancias, y 14 veces había quedado libre.
José Antonio tuvo la mala fortuna de transitar con su bici por los alrededores de la estación 21 Ángeles, en la avenida Suba. Allí recibió dos puñaladas antes de que le robaran la cicla con la que esperaba ser una figura en BMX.
Su historia es tan conmovedora como las de los dos instructores del IDRD asesinados en el último año, también por robarles su medio de transporte; tan conmovedora como lo son cada una de las historias de los que han perecido en lo que va corrido del 2019, víctimas de este delito sin fin. Claro, en la mayoría de casos se da con los responsables, y esperamos que en el caso de José David ocurra lo mismo. Pero lo que no puede seguir pasando es que estos hechos continúen repitiéndose y que se conviertan en una cifra más, en una indignación más, en una protesta más, en otro hogar enlutado y huérfano.
Lo que viene sucediendo con el robo de bicicletas es simplemente la consolidación de un delito que va más allá del ladrón del conjunto residencial o de los asesinos de 21 Ángeles. Se trata de organizaciones criminales sofisticadas, estructuradas, con recursos, que se le han plantado a la policía.
El año pasado fueron hurtadas más de 7 mil bicicletas en Bogotá. Este año, en un solo mes, más de 400. Es cierto que ha habido una leve reducción frente al año anterior, pero ello no significa haber golpeado decididamente el foco de este crimen.
Es lo mismo que sucede con las bandas que roban carros o celulares: que se aseguran un negocio y un mercado –incluso transnacional– para el que siempre habrá un comprador, el último de esta cadena de barbarie.
Y es aquí donde hay que llamar la atención: mientras la sociedad no tome conciencia de que existe un mercado ilegal de compra y venta de bicicletas y repuestos robados, un mercado negro que todos parecen conocer menos las autoridades, historias como la de José Antonio no tendrán fin. Y debe quedar claro que tan criminal como el que asesina por robarse una bicicleta es el que paga para comprarla para llevársela de regalo a su hijo.
El programa Bogotá Cómo Vamos reveló en un reciente informe que prácticamente no hay localidad que se salve del hurto de bicicletas. Sin embargo, Suba, Engativá y Kennedy son las más apetecidas por los ladrones, y los estudiantes son sus principales víctimas.
El mismo estudio asegura que más de 3 mil robos fueron producto de un atraco y que para cometer este ilícito no hay horario especial, aunque en horas pico es cuando se realizan el mayor número de hurtos.
El registro de bicicletas que promueve la Alcaldía ha contribuido a la recuperación de varias de ellas. Es una buena medida que no está de más adoptar como mecanismo de prevención. Y, por supuesto, no sobran las recomendaciones de transitar por lugares seguros, acompañado por ‘combos’, y, si por desgracia cae en manos de estos hampones, no exponer la vida. Ahora bien, decirle a un muchacho o a un trabajador para quien la bici lo es todo, o le ha costado tenerla, que se la deje robar es difícil. Hay quienes las defienden, literalmente, con la vida. Y no debería ser así.
Es mi impresión o... ¿a los llamados ambientalistas les ‘resbaló’ la noticia de que se aseguraron los recursos para recuperar el río Bogotá? ¿Eso no es sexi ni da 'likes'?
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
En Twitter: @ernestocortes28
erncor@eltiempo.com
John Cerón
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