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Bogotá

Bogotá no es solo gris: se podrían sembrar unas 48.000 hectáreas

Lechuga, fresa, cebolla, lulo y repollo son algunos de los cultivos más comunes en la localidad de Usme.

Lechuga, fresa, cebolla, lulo y repollo son algunos de los cultivos más comunes en la localidad de Usme.

Foto:Rafael Jaller

Ocho localidades podrían abastecer, en gran medida, la demanda de alimentos de su población.

En las zonas rurales de Bogotá, algunos campesinos, a pesar de tener buenos productos, se ven obligados a hacer trueque con sus vecinos para sacar provecho de sus cultivos. Y no es que eso esté mal, pero hortalizas, frutas y verduras también podrían llegar a las mesas de la capital.
Nuri Salazar, de 50 años, es una pobladora rural de la localidad de Usme que se ha dedicado a cultivar en la vereda La Requilina (quinua, cebolla y tomate, entre otras). Sin embargo, no hay quién compre sus productos.
"Aunque tenemos una producción limpia, sin agroquímicos, solo podemos comercializar la cosecha haciendo trueques con otras personas de las veredas vecinas y, de vez en cuando, en el mercado campesino que hacen en el pueblo”, afirma Nuri, quien lleva diez años en la Junta de Acción Comunal (JAC) de Usme.
La situación de la vereda La Requilina se repite en otras siete localidades que tienen área rural en Bogotá (Sumapaz, Ciudad Bolívar, Usaquén, Suba, Chapinero, Santa Fe y San Cristóbal).
Es por esta razón que, además de los campesinos, los académicos y expertos en tema rural coinciden en que se está desperdiciando la capacidad ‘verde’ de la ciudad.
“La capital del país tiene el potencial para abastecerse, en gran parte, con los alimentos que produce dentro de sus propios límites, pero la falta de voluntad política lo ha impedido”, así lo asegura Manuel Pérez, experto de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana.
algunos campesinos, a pesar de tener buenos productos, se ven obligados a hacer trueque con sus vecinos para sacar provecho de sus cultivos.

algunos campesinos, a pesar de tener buenos productos, se ven obligados a hacer trueque con sus vecinos para sacar provecho de sus cultivos.

Foto:Rafael Jaller

Por supuesto, para que ello ocurra se necesita dignificar al campesino, facilitar la comercialización de sus productos y capacitar a los habitantes del área urbana para que reconozcan la labor de quienes habitan y trabajan en las zonas rurales.
Y es que lo que muchos citadinos no saben, conforme con el programa ‘Bogotá, Cómo Vamos’, es que de las 163.575 hectáreas que tiene la ciudad, 48.029 (27 %) son rurales, es decir, casi la misma cantidad del área urbana (48.047 hectáreas).
El resto del suelo se divide en áreas protegidas de suelo rural con 73.475 hectáreas (42 %), área protegida de suelo urbano 4.219 (2 %) y áreas protegidas de suelo de expansión 1.869 (1 %).
Es por esta enorme área verde y sus pobladores que se tiene que reducir la brecha entre el campo y el casco urbano. La política de ruralidad para la capital está planteada desde hace 11 años, pero se ha dejado de lado”, explica Pérez.
La normativa a la que se refiere el experto es el Decreto 327 del 2007, expedido durante el gobierno de Luis Eduardo Garzón. El desarrollo humano sostenible, la seguridad alimentaria, la identidad cultural y la institucionalidad democrática son los pilares de esta política

solo podemos comercializar la cosecha haciendo trueques con otras personas de las veredas vecinas

“El Decreto de Ruralidad es una herramienta que procura la articulación de una ciudad metropolitana y una zona rural con un gran patrimonio ambiental y ecológico de suma importancia para la ciudad, el conjunto de la región y el país”, dice la norma.
Lo paradójico, de acuerdo con el experto, es la indiferencia que aún existe hacia los pobladores rurales: la mayoría de los productos que se cultivan en la capital poco se comercializan en las plazas de mercado de Bogotá. Lo que pasa es que terminan siendo vendidos en los municipios cercanos y hasta en los Llanos Orientales.

Apuestas de cara al POT

Para potenciar el campo, el programa ‘Bogotá, Cómo Vamos’ le presentó al Distrito 60 propuestas de cara al Plan de Ordenamiento Territorial (POT), que define, entre otros, los lineamientos de crecimiento de la ciudad por los próximos 12 años.
Diez de estas propuestas giran en torno al tema de la ruralidad. Entre las más importantes está incorporar en el POT la figura de la Zona de Reserva Campesina (ZRC), con la que se busca frenar la expansión urbana en las zonas rurales de la ciudad.
“La frontera se está corriendo cada vez más. Es difícil frenar los intereses inmobiliarios, mineros y bancarios que existen hacia las zonas verdes de la ciudad. Lo bueno es que desde hace años los campesinos, organizaciones y fundaciones se están resistiendo y quieren ser escuchados”, dice el experto.
Para validar lo dicho por Pérez está el testimonio de Belisario Villalba, campesino de Usme. “Con comunidades de las veredas, nos hemos organizado para defender el territorio, pues, al ver estos terrenos, los urbanizadores quieren saltarse ciertas reglas cambiando los usos del suelo”, menciona el agricultor.
Cultivos en Usme

Cultivos en Usme

Foto:Rafael Jaller/ ET zona

Esto es lo que vive Nuri Salazar, quien asegura residir en una de las veredas de Usme que están en amenaza por la expansión urbana.
“Sobre el POT hemos venido planteando que se tenga la voluntad política para delimitar el borde urbano del rural y que se haga más visible la producción alimentaria en nuestras veredas por parte del Distrito”, dijo Salazar.
El beneficio de estas zonas es que sus productos son libres de químicos y más económicos, sin embargo, ciertos problemas dificultan su venta.

Proyectos desde el campo

Belisario Villalba agrega que el trabajo realizado en Usme no se reduce a defender el territorio, sino en conservar saberes ancestrales, promover el ecoturismo en estas zonas y capacitar a los campesinos para hacer un buen uso de la tierra.
“Como ejemplo está el Agroparque Los Soches con el que, además de promover ecocaminatas, queremos capacitar a los citadinos en aspectos como la siembra y el cuidado de las huertas para que así como nosotros los reconocemos a ellos, ellos reconozcan y dignifiquen nuestra labor”, menciona.
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