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Bocas

Frances McDormand, la actriz que nunca quiso la fama

Frances McDormand en Tres anuncios por un crimen.

Frances McDormand en Tres anuncios por un crimen.

Foto:Tres anuncios por un crimen

La ganadora del Óscar a Mejor Actriz habló de su papel en Tres anuncios por un crimen.

Muchos recuerdan a Frances McDormand como la bondadosa pero perspicaz alguacil Marge Gunderson, la mujer que seguía el rastro de dos asesinos en Fargo, una de las películas icónicas de los hermanos Coen. La película fue estrenada en 1995 y McDormand, que llevaba más de diez años de carrera en el cine, dejó una importante marca al interpretar a uno de los personajes más singulares y sencillos en la historia del cine. Como el centro honesto de un universo inmoral, McDormand inyectó con su personaje un alegre optimismo y astutas habilidades detectivescas a la película negra de los Coen y por eso ganó merecidamente en 1997 su primer Óscar de la Academia como mejor actriz principal.
Durante los últimos meses su interpretación de Mildred Hayes en Tres anuncios por un crimen fue aplaudida por la crítica y los fanáticos en todo el mundo. En esta película, dirigida por Martin McDonagh, interpreta a una madre que arrienda tres vallas publicitarias para llamar la atención de la policía de un pequeño pueblo de Missouri y presionar la investigación del crimen que terminó en la violación y la muerte de su hija adolescente. Su segundo Óscar como mejor actriz, que recibió el pasado 4 de marzo, la consolida definitivamente.
Frances McDormand en Fargo

Frances McDormand en Fargo

Foto:Fotograma Fargo

McDormand nació el 13 de junio de 1957 en Chicago, Illinois, y creció bajo el amparo de sus padres adoptivos, Vernon McDormand –un ministro cristiano– y Noreen –que se desempeñaba como enfermera–. Su padre se especializó en restaurar congregaciones cristianas por todo el país y debido a eso Frances pasó sus primeros años en pequeños pueblos de Illinois, Georgia, Tennessee y Kentucky. Finalmente, su familia se estableció en un pueblo llamado Monessen, cerca de Pittsburgh, en Pensilvania, y en la escuela secundaria empezó a participar en producciones teatrales gracias a una profesora de inglés que vio en ella un fuerte interés en Shakespeare. Ahí empezó su carrera: estudió licenciatura en teatro e hizo una maestría en Teatro en la Universidad de Yale, donde recibió el Premio Carol Dye a la Excelencia. Luego se mudó a Nueva York donde trabajó como mesera mientras reactivaba su carrera como actriz. En esa lucha estaba también Holly Hunter –que ganó el premio Óscar a mejor actriz en 1993 por The Piano, de Jane Campion–, con quien compartía un apartamento en el Bronx.
En 1984 su carrera empezó a dar grandes saltos y pasó del teatro al cine: ese año protagonizó su primera película, Blood Simple, un largometraje oscuro, cómico y violento dirigido por Joel y Ethan Coen. Fue su compañera Holly Hunter –que había obtenido el papel, pero no pudo aceptarlo por un conflicto de horario– quien recomendó a McDormand: “No tenía ninguna experiencia cinematográfica cuando Holly me comentó de la oportunidad para actuar en una película. Me moría de miedo de actuar frente a una cámara, pero ella me dijo: ‘Si no lo haces ahora, nunca lo vas a hacer’. Decidí postularme y logré el papel”, recuerda. Efectivamente, no decepcionó: logró una sólida actuación como la esposa infiel de un dueño de un bar en Texas que contrata a un investigador privado sin escrúpulos para asesinarla a ella y a su amante. Además, McDormand desarrolló una relación romántica con el director Joel Coen, con quien se casó ese mismo año. Son uno de los matrimonios más estables de Hollywood: la pareja tiene un hijo de 24 años, Pedro McDormand Coen, un joven de origen paraguayo que adoptaron en 1994.
Desde entonces, ya sea para comedia, drama o cine negro, McDormand ha sorprendido tanto a la crítica como a los espectadores por su versatilidad, sus actuaciones sólidas y su fuerte carácter. Ha participado en más de cuarenta producciones cinematográficas, nueve de ellas de los hermanos Coen, y fue nominada en cinco ocasiones a los premios Óscar. Entre sus papeles más recordados están los de Arizona, una divertida película de los Coen en la que actuó junto a Nicholas Cage y Holly Hunter; Mississippi Burning, de Alan Parker, en donde interpretó a una mujer dócil que era abusada por su marido y en la que produjo escenas que fueron un deslumbrante tutorial sobre cómo expresar la emoción sin palabras; el clásico Short Cuts, de Robert Altman; Fargo, el drama de los Coen que le dio un lugar en la historia del cine; Almost Famous, de Cameron Crowe, en el que interpretó a la madre sobreprotectora de un periodista de quince años que escribe para Rolling Stone y viaja con una famosa banda de rock; El hombre que no estaba allí, una oda al cine negro de los Coen, y, finalmente, Tres anuncios por un crimen, por la que ganó el Óscar que, ahora, consolida su carrera.
McDormand, una mujer directa, dura y reservada, habló con BOCAS sobre su último papel.
Hoy en día la mayoría de las personas se comunica por redes sociales. ¿Siente que con esta película podría comenzar una nueva tendencia por parte de personas que quieren reclamarles a sus gobiernos a través de vallas publicitarias?
[Risas] Bueno, me encantaría que Twitter y las redes sociales se cayeran. Para mí son un veneno más que una verdadera herramienta de ayuda social. Mejor dicho, pueden ser nocivas cuando son mal utilizadas. ¡Solo mira cómo un loco con poder puede llegar a comunicar y mover en dirección equivocada millones de personas, o poner en peligro a una nación, a una sociedad! Yo soy un poco antitecnología, creo que muchos de nuestros problemas se deben a los dispositivos que están en nuestras vidas a todo momento.
Si pudiera alquilar una valla, ¿qué mensaje pondría en ese cartel?
Déjame pensar. Tal vez algo que dijera: “Muere, Twitter, muere” [risas]. Creo que todos deberíamos ser capaces de escribir una carta y usar un teléfono fijo, por si las dudas.
La película hace una reflexión sobre la justicia. ¿Alguna vez ha estado en una situación donde haya sentido que había que tomarse la justicia en sus propias manos?
Creo que construí toda mi carrera con base en eso. Cuando era una joven actriz me decían cómo debía verme, cómo debía vestirme, qué era lo que debía ser, que mi talento no era suficiente, que no iba a lograrlo, que no tenía talento natural... Hice una lista de todas esas cosas que me decían que no podía lograr, así que parte del gran regalo que me dio Martin McDonagh [el director de la película] fue que a los sesenta años de edad pude mostrar la amplitud de mis capacidades profesionales y también representar a una mujer que es irónicamente diferente a la mayoría de las mujeres que ves en la pantalla. Este papel responde a parte de la injusticia que se vive en mi profesión.
Tras ver Tres anuncios por un crimen muchos espectadores han dicho que usted tiene muchos ademanes que recuerdan a John Wayne.
¡Sí, eso es verdad! Fue una de las cosas que me encantó usar en mi personaje y, además, fue idea mía. Siempre me encantó su forma de caminar, ya sabes, porque como era un hombre muy alto, tenía un caminar delicado y parecía que intentaba mantenerse erguido sobre sus pies. Al menos eso es lo que he leído: normalmente no leo biografías de actores y no los encuentro realmente interesantes, pero leí una de él de principio a fin. No recuerdo el nombre del biógrafo, pero me pareció interesante, porque Wayne construyó esa imagen: era Marion Morrison y era John Wayne; sabía que el público necesitaba a John Wayne, que necesitaba a ese héroe icónico, pero él sabía también la diferencia que había entre eso y Marion. ¡También me encanta que su nombre fuera Marion! ¡Vaya nombre de pila para John Wayne! [risas].
Hay muchas películas en las que la mujer, que es la víctima, necesita de un hombre que la ayude. Pero en ese tipo de papeles usted demuestra un nivel de confianza muy grande, incluso con su vulnerabilidad. ¿Dónde encontró esa dinámica?
He interpretado a muchas mujeres victimizadas, pero creo que les llevé algo extra a todos esos personajes. El gran regalo del guion de Tres anuncios por un crimen es que a pesar de que mi personaje, Mildred Hayes, haya desempeñado el papel de víctima, también es una mujer que cuando decide tomar acción no cabe duda de que seguirá adelante hasta lograr su objetivo. Siempre hablamos con Martin McDonagh, el director, de evitar hacerla más amable y la razón no era tratar de complacer a la audiencia o dejarlos entrar en la película: ella tenía que estar furiosa con la policía del pueblo, pero no como una dulce madre, no, sino como alguien que está en guerra con casi todo el mundo. Eso es algo que no esperamos de los personajes femeninos: siempre, de alguna manera, hay una disculpa, pero nosotros no queríamos que ella tuviera que disculparse por lo que sentía. Eso me recuerda una de mis citas favoritas, de Red Auerbach, un entrenador de baloncesto: “Ninguna acción correcta necesita explicación o disculpa”.
Frances McDormand en Moonrise Kingdom

Frances McDormand en Moonrise Kingdom

Foto:Fotograma Moonrise Kingdom

¿Cree que hay similitudes entre los comportamientos de Mildred Hayes en Tres anuncios y los de Marge Gunderson en Fargo? Ambas son mujeres fuertes que tienen dificultad para expresar su vulnerabilidad.
Puede que en la superficialidad las haya, pero traté de buscar estrategias para evitar que fueran dos personajes copiados, por decirlo de alguna forma. No creo que haya ninguna similitud. Lo que fue realmente interesante para mí es que Martin McDonagh conoce todo mi trabajo, no solo el que he hecho en cine, sino también en teatro, que también es muy activo. Yo sabía que él iba a usar como cineasta todo lo que yo había hecho antes, pero no pensé en eso hasta que vi un avance para un nuevo lanzamiento de Blood Simple, que es la primera película que hice con Joel y Ethan Coen; allí le doy un puntapié a alguien en las bolas y cuando vi eso pensé: “¡Oh, Martin me hizo hacer eso dos veces!” [Risas].
Su personaje en Tres anuncios por un crimen está lleno de angustia y rabia interna todo el tiempo. ¿Cómo haría usted para controlar ese estado y no terminar lanzando cocteles molotov?
No soy como mi personaje en cuanto a estar con rabia interna por nada en la vida. Como dije antes, creo que la diferencia más importante entre Mildred y el resto de nosotros es que Mildred ha perdido un hijo. Hay un imperativo biológico de no dejar que eso suceda cuando eres padre, y si sucede no hay una esperanza real de que tengas una vida exitosa. Pero creo que hay algo especial en la furia que Martin creó para Mildred: ella no está enojada, la ira puede controlarse y puedes ir a terapia para la ira; la furia, en cambio, es parte de la tragedia griega y eso lo eleva a un punto más grande. Yo nunca he estado furiosa, he estado enojada: soy una mujer de sesenta años y crecí en Estados Unidos, un país algo impulsivo. ¡Y más hoy! [risas]. Pero no creo que debamos definir las reacciones de Mildred como ira o enojo, porque eso puede ser controlado, en cambio la furia no. Más para una mujer estadounidense de sesenta años, eso plantea condiciones muy diferentes a las que tendría un hombre.
¿Por qué cree eso?
Porque esta no es una cultura fácil de navegar y menos para una mujer. Pero creo que está cambiando y va a mejorar. Hay una especie de enojo que acompaña al hecho de ser una mujer en estos días.
¿Cuál piensa que ha sido el impacto que han tenido las denuncias de abuso sexual que ha vivido Hollywood en estos meses?
El mayor impacto en esta industria es ver que se está tomando muy en cuenta hacer películas con roles femeninos fuertes. Hay que exigirlo y creo que es un momento fantástico para lanzar películas con mujeres fuertes de mente y corazón. Ya están ganando dinero, la gente va a verlas: Lady Bird y Tres anuncios, al lado de películas como Thor, son buena compañía en lo que a mí respecta. Lo digo en serio: el público necesita exigir más historias centradas en mujeres y películas basadas en muy buenos guiones. No más planos establecidos o remakes, no más estereotipos, sino historias interesantes. Todos los que estamos en el negocio debemos promoverlo. Los medios tienen que ayudar a hacer esas exigencias porque al hacerlo los estudios se verán presionados para producir buenas historias.
¿Alguna vez ha experimentado algún tipo de abuso o acoso?
Déjame responderte de esta forma: ¿qué mujer en este mundo no ha estado en una posición incómoda con alguien en algún momento de su vida? Hay grados, pero se trata de ética, creo que en eso está realmente la raíz de la conversación: no voy a perder el aliento sobre las personas involucradas en acusaciones de acoso y demás, no creo que ninguno de nosotros debería hacerlo. Lo que deberíamos es empezar a hablar sobre la gran pregunta de qué estamos haciendo como cultura, sobre qué estamos diciendo sobre la política de género y cómo esta ha cambiado. Tengo sesenta años, me hice feminista a los quince y creo que la revolución cultural que está sucediendo ahora tiene mucho que ver con el movimiento feminista de la década de 1970 y, antes, con el movimiento sufragista. Creo que finalmente estamos viendo todo el arco ahora: se trata de la igualdad, se trata de la igualdad de género y la igualdad de salario cuando se hace el mismo trabajo.
Frances McDormand en Almost Famous

Frances McDormand en Almost Famous

Foto:Fotograma Almost Famous

¿Cómo ha llevado el feminismo en un contexto como el de Hollywood, donde hay una presión muy grande hacia las mujeres?
Cuando llegué al feminismo también era un momento en el que las mujeres se celebraban por la naturalidad. Fue interesante para mí porque era adolescente –fue a finales de la década de 1970– y la revista Playboy comenzó a tener relevancia; recuerdo ir a algunas universidades y haber visto fotografías en la revista Playboy que se parecían a mí: no se afeitaban el vello púbico, no se realzaban los senos, no había maquillaje y, por lo general, eran fotografías de desnudos de mujeres que no tenían ningún problema en desnudarse. Luego, paulatinamente, fue cambiando. ¡No es que pasara mucho tiempo mirando Playboy! [risas], pero en los años ochenta empezó a parecer una revista de autos: las mujeres fueron siendo cepilladas, brilladas, arregladas… Todo se volvió extraño y las fotos parecían las de un artículo de consumo y no las de una mujer a la que le gustaba desnudarse y tener relaciones sexuales. Hubo una mercantilización de una imagen femenina que era drásticamente diferente a la de cualquiera de nosotras y entonces se comenzó a poner esta división de género real entre hombres y mujeres. Yo creo que de ahí viene esa división.
Pero sobre tu pregunta, recuerdo que tuve que descubrir cómo navegar en mi primer encuentro con un agente de casting en Nueva York. Yo tenía una pequeña imperfección en mi diente y ella me dijo que tenía que arreglarme los dientes, que tenía que aprender a usar maquillaje y ponerme unos tacones altos y practicar cómo caminar con ellos: “No todos los personajes se verán como tú con botas de montaña”, me dijo. Y así lo hice. Me encantó hacer eso para los papeles y me encantó jugar fuera de mí misma, pero siempre he tenido claro que no fue con eso que hice una carrera profesional. También aprendí muy temprano en mi vida que mi cara servía como la de un hombre: nunca traté de ocultar las sombras, sino de trabajar con ellas. Si un director llama a la persona de maquillaje para que venga y arregle algo, yo soy como “No, vaya a hablar con el director de producción”, porque si encubres esto [se señala el rostro], entonces no obtienes nada. Alguien dijo una vez que mirarme la cara en una película es como visitar un parque nacional [risas]: picos, valles y grietas. ¡Tienes un lugar a donde ir! ¡Eso me encanta!
Ha mencionado su edad dos veces en esta entrevista. ¿Llegar a los sesenta fue un hito importante en su vida? Daniel Day Lewis tiene su misma edad y anunció que se retira de la actuación.
¿Daniel tiene sesenta años? ¡Creo que es más joven! ¿No? Se ve muy bien para su edad. En mi caso, creo que bajaré del escenario con las botas puestas, ese es mi tipo de plan. Quiero decir: me encanta hacer esto y aunque ha habido puntos en mi carrera en los que he considerado hacer otras cosas, no sé cómo hacerlo. Soy una muy buena ama de casa, he tenido períodos de mi vida en los que me he centrado más en eso, sobre todo cuando criaba a mi hijo; pero incluso cuando estaba en casa y trataba de estar más disponible para él, nunca dejé de hacer teatro. No me puedo imaginar haciendo otra cosa, me encanta actuar. Puedo respirar sin eso, puedo vivir sin actuar, no moriría sin la actuación, pero preferiría no vivir sin esa profesión.
¿Y fue un gran hito su cumpleaños sesenta?
No, en realidad no. Tuve algunos problemas para levantarme de la cama esa mañana; pero no, me siento genial. Amo tener sesenta. Se está muy bien.
Usted lleva uno de los matrimonios más estables en la industria. ¿Cómo supo que Joel Coen era el hombre de su vida?
Lo conocí en Blood Simple. Era su primera película como director y mi primera película como actriz. Eso fue, de hecho, un factor que nos unió bastante. Así comenzamos nuestra relación, primero como algo de trabajo. Alguien me dijo sabiamente una vez que un matrimonio es como un contrato, así que vivimos juntos durante diez años antes de contraer matrimonio. Una de las partes principales de nuestro contrato inicial fue la posibilidad de cambio. Y fue lindo: fue así de complejo y así de simple. Todavía podíamos cambiar, nuestra relación podía cambiar, el mundo podía cambiar, nuestras vidas podían cambiar, había cambios. Nuestra relación nunca ha estado basada en reglas que evitaran que las cosas cambiasen, la regla era que las cosas iban a cambiar ¿Y cómo íbamos a adaptarnos? Yo tenía 24 años y él tenía 27. Éramos dos jóvenes que vieron su futuro en esos términos. Ahí me di cuenta de que había conocido a alguien especial, muy afín a mí, y fue cuando pensé, “este es el tipo para mí”.
Su hijo tiene 23 años de edad. ¿Cómo fue ese proceso de verlo crecer?
Tengo que decir que en los últimos años Pedro comenzó a encontrarnos interesantes de nuevo. Valió la pena el tiempo: durante un par de años realmente hubo muchas presiones, nunca de manera peligrosa o duradera, pero ya sabes lo que sucede con los adolescentes. Ahora es completamente encantador. Recuerdo que cuando estaba comenzando la universidad me llamaba y me decía que su clase favorita era la sociología: “Oh, fue tan interesante, mamá. Estuvimos hablando el otro día de cuando entras en la casa de alguien, ¿cómo sabes en qué clase socioeconómica se encuentra? Bueno, por un lado miras el tamaño de la mesa de su comedor: ¿es una mesa pequeña?, ¿comen juntos como una familia?, ¿hay servilletas de papel o servilletas de tela?”. ¡Solo de oírlo me hacía tan feliz! Él está pensando en estas cosas. Siempre le ha gustado compartir conocimientos y experiencias. Juega al rugby, algo que siempre quiso hacer. No tomó un año sabático, ni viajó, se mudó a Denver por un año y se certificó como masajista terapéutico deportivo. Durante todo un año vivió solo, estudió en una escuela de comercio y aprendió a hacer algo con lo que realmente puede ganar dinero y vivir por su propio medio.
Usted es conocida por no ser muy amiga de la fama. ¿Por qué no le gusta ser una celebridad?
Porque es un distractor y un arma de doble filo para quienes sentimos que la actuación es un arte y no solamente un producto de negocio. Eso me afectó más cuando vi que en su adolescencia mi hijo sentía que quería buscar la fama y llamar la atención; es algo que está permeado en nuestra cultura: la privacidad está desapareciendo y tarde o temprano vamos a tener que pagar un precio social. Y no será poco, vamos a pagar mucho. Pero también porque he visto que esa cultura de las celebridades disminuye el valor de la persona sobre sí misma.
Cartel de la película Tres anuncios por un crimen.

Cartel de la película Tres anuncios por un crimen.

Foto:Cartel oficial Tres anuncios por un crimen

¿Por eso intenta mantenerse al margen de las entrevistas y los medios?
En parte. Pero es más por una decisión muy calculada: cuando comencé a criar a mi hijo vi que la relación con esa parte de nuestro trabajo se había vuelto completamente diferente. Joel y yo nunca habíamos tenido una vida de celebridades. ¡Nunca fue por eso que hacíamos películas o actuábamos! Veo a la fama como un tipo de riesgo laboral, a menos de que quieras ser una estrella de cine; en ese caso la fama es parte del trabajo. Pero para ser un actor de cine, televisión o teatro, no te dan clases para ser una celebridad, o para manejar la presión de una vida de celebridad. Lo que encontré es que cuando estaba con mi hijo en la tienda de comestibles y alguien se acercaba a mí porque disfrutaba de mi trabajo y quería pedirme una foto o un autógrafo, mi primera reacción era: “¿Qué carajos, estoy con mi hijo, no?”. Luego me di cuenta de que le estaba enseñando a mi hijo era a responder de forma negativa a personas amables: él a veces me decía: “Mamá, no sé por qué estás siendo tan cruel”.
Pero eso es normal, más cuando uno es actor.
Lo estaba protegiendo. Pero llegué a un punto en el que me di cuenta de que si no vendía mi imagen, si solo conseguía los personajes que interpretaba, tenía derecho a decirles a los fanáticos: “No, gracias. Me retiré de esa parte del negocio, ahora solo actúo”. Siento que esa es mi posición en este momento. Pero debo aceptar que de alguna manera eso lo establecí para proteger a mi hijo en sus años más impresionables y también para protegerme a mí misma: no fue una decisión desinteresada. Hace diez años dije que nunca iba a sentarme a hablar sobre mí para un medio de comunicación, pero he aprendido mucho en estos diez años: la cultura de las celebridades se ha vuelto tan escandalosamente poderosa y ha cambiado tanto nuestra cultura que no hay vuelta atrás, pero yo siento que lo que hacemos en las películas y la televisión no tiene tanta importancia como la guerra, la política, la religión.
Si hablo ahora es porque no tengo nada que perder: aún tengo trabajo, he sido reconocida por mis compañeros, tengo el respeto de ellos y esa es la única gente que realmente me importa. En nuestras vidas necesitamos saber que tenemos opciones y sé que una de las elecciones que tomé fue proteger cierta parte de mi vida al no dar entrevistas ni hablar con la prensa, pero en esta ocasión me ha encantado hablar contigo. 
POR MARIO AMAYA 
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 72 - MARZO 2018
Revista BOCAS

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Foto:Revista BOCAS

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