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Bocas

John Carlin, el biógrafo de Mandela

El periodista británico John Carlin.

El periodista británico John Carlin.

Foto:Sebastián Jaramillo

BOCAS habló con el periodista sobre sus dos pasiones: la política y el deporte. 

Diana Estrella
Cuando caía la tarde del 1 de marzo de 2013, el reconocido director de cine británico Paul Greengrass (autor de la saga Bourne) llamó al periodista John Carlin: “¡Hey, John, deberías escribir un libro sobre Pistorius!”. A Carlin, que contestó desde su casa, en el norte de Londres, no le pareció mala idea. Él, al igual que medio mundo, había visto dos semanas atrás cómo el sudafricano Oscar Pistorius –el mismo que a los 11 meses le amputaron sus piernas y quien, 26 años después, corrió los 400 metros de los Juegos Olímpicos de Londres, convirtiéndose en uno de los mayores símbolos de superación en toda la historia del deporte– era primera plana de todos los medios por asesinar a su esposa.
Carlin, sin embargo, se preguntó: “¿Por qué este tipo me llama a mí?”. Y, la verdad, a Greengrass le sobraban razones. Los apuntes de la libreta de John Carlin (Londres, 1956) se han convertido en famosas crónicas, reportajes y columnas publicadas en The New York Times, The Guardian, The Independent –y hasta hace muy poco en El País, de España–, por solo mencionar algunos diarios de la gran prensa internacional. Los mismos, dice Carlin, que leía cuando estudiaba lengua y literatura inglesa en la Universidad de Oxford, pero para los que nunca se imaginó escribir.
El periodismo fue para John Carlin, como diría el poeta León de Greiff, algo que “le deparó el ebrio azar”. Tras terminar la universidad, se fue a vivir a Buenos Aires buscando rememorar sus años de infancia en aquella ciudad a la que fue a parar cuando a su padre lo nombraron primer secretario de la Embajada británica. El final de los años setenta no fue un tiempo amable para muchos en Argentina. Carlin se las ingenió dictando clases de inglés con un salario que apenas lo dejaba invitar al cine a su novia. La militancia de ella, que tenía una hermana desaparecida, le permitió enterarse de que en el diario Buenos Aires Herald, uno de los pocos medios que se atrevía a denunciar las atrocidades de la dictadura, necesitaba un redactor. Haciendo reseñas de cine, escribiendo notas de fútbol e investigando sobre los desaparecidos del régimen militar para este medio, se hizo periodista. Y fue precisamente a este oficio a lo que dedicaría el resto de su vida.
El sol de un medio día en Cazucá es intenso. Nunca se tiene la ropa adecuada para soportarlo. Incomoda. Más, si te tomaste unas copas la noche anterior. John Carlin lo hizo con la periodista María Jimena Duzán y el ex comisionado de paz Sergio Jaramillo. La última vez que se habían visto fue el 26 de septiembre de 2016 en Cartagena, a donde Carlin llegó a cubrir la celebración de los acuerdos de paz entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las Farc. No es el primer acuerdo al que ha llegado como reportero. También fue a Ruanda, El Salvador e Irlanda del Norte, por solo mencionar algunos.
John Carlin.

John Carlin.

Foto:Sebastián Jaramillo

Faltan 15 minutos para la una de la tarde del 14 de noviembre de 2017. Carlin recorre las precarias calles de Cazucá, un barrio creado por desmovilizados de guerrillas de izquierda hace cuarenta y pico de años en los linderos de Bogotá con Soacha. Una loma que en los años noventa se convirtió en la última parada de cientos de miles de desplazados que salieron de su tierra por causa de la violencia, creyendo que en Bogotá estaban las oportunidades. El mismo lugar que escogieron el Bloque Centauros y el Bloque Capital de las fuerzas paramilitares para planear su ofensiva en Bogotá. Ese, el de las pandillas –dirían algunos–, es un sector poco recomendado para un tipo de uno noventa que viste pantalones negros, camisa azul pálida y saco de paño y que se fuma un cigarrillo que sobresale de un bigote y una barba espesa que ya se vuelven ceniza. Carlin, sin embargo, sabe pararse en estos territorios: en las colonias de río Zarzo y Lamatapec en San Salvador y en Paballelo, un distrito de comunidad negra dentro de Upington, Sudáfrica, en donde odiaban a los blancos en la época del apartheid, también vieron pasar a este periodista que poco a poco, quizás gracias a que nunca estuvo de paso, aprendió de códigos y miradas que le permiten velar por su integridad.
Invité a Carlin a la celebración de los once años de la Fundación Tiempo de Juego, que precisamente nació en Cazucá y que busca utilizar el fútbol y el arte para generar habilidades para la vida en los niños de las zonas marginales del país. Un lugar en el que el fútbol puede ser un buen escenario de reconciliación con víctimas y excombatientes del conflicto armado. “Me encanta que utilicen el fútbol para formar a los chicos”, dice Carlin. “Eso demuestra, una vez más, que el fútbol es un lenguaje universal y que es la religión secular más grande del mundo. Ojalá Tiempo de Juego siga y se extienda por muchos lugares de Colombia”.
De esto sí que sabe Carlin. Fue testigo directo de cómo Nelson Mandela convirtió el rugby en un factor determinante para acabar con al apartheid en Sudáfrica, y que le sirvió de inspiración para escribir su gran libro Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game that Made a Nation (titulado en español El factor humano), después llevado al cine por el director Clint Eastwood y protagonizado por Matt Damon y Morgan Freeman, con el título de Invictus. Como a Greengrass, nos sobraban las razones para buscarlo porque estamos convencidos de que en la etapa que comienza a transitar Colombia, Carlin tiene mucho por contarnos.
El libro de Pistorius nació de una idea que tuvo el director de cine Paul Greengrass. ¿Cómo se concretó todo?
Lo último que me dijo Greengrass fue que le enviara en dos horas una sinopsis sobre el proyecto del libro. A pesar de lo apresurado, escribí una idea y se la envié. Luego él me sugirió un par de cambios y le enviamos la propuesta a mi agente, que estaba en Manhattan. Tres días después teníamos firmado un contrato con una editorial en Nueva York. Mi idea fue contar la historia cronológicamente de atrás hacia adelante y tener el juicio como la línea de suspenso, así que asistí a todas las audiencias. La historia, de cualquier modo, es extraordinaria. También escribí un libro sobre Rafa Nadal... Y quizás haya pocos tipos con tanta disciplina y entrega, pero es que la hazaña deportiva de Pistorius resulta fuera de serie. ¡Y pensar en lo que terminó!
El británico John Carlin.

El británico John Carlin.

Foto:Sebastián Jaramillo

¿Qué fue lo que más le asombró de Rafael Nadal?
Es un tipo entrañable. Pero no hay duda de que su capacidad de entrega y de sufrimiento, y la disciplina casi espartana a la que lo sometió su tío y exentrenador Tony Nadal, me sorprendieron. Para Nadal su familia es todo. Son supremamente unidos. Casi demasiado: como los Soprano, pero sin pistolas. A propósito de esto, recuerdo que cuando Rafa tenía siete años, salió a jugar un torneo en un lugar que quedaba a una hora de su casa en Mallorca. Al regresar, le tenían preparada una fiesta sorpresa por su cumpleaños. Era un almuerzo con algunos amigos y familiares, y quizás partir un pastel, pero la rabia de su tío Tony no tuvo límites: arrancó todos los globos y ordenó a Rafa ir a dormir. Era tan disciplinado que no concebía una desconcentración de tal magnitud.
¿Por qué esa tendencia a escribir sobre deporte y deportistas?
Cuando no estamos en tiempos de guerra es en el deporte donde más nos acordamos de quiénes somos, sentimos orgullo patriótico y colectivo. Cientos de sucesos deportivos han marcado la historia mundial. El deporte es un terreno de los sentimientos en el que, de cierto modo, suspendemos la actividad racional y nos convertimos en pasión y corazón. Nelson Mandela me dijo: “Si quieres llegar a la gente, apela a sus corazones más que a sus mentes”, y el deporte es el mejor medio para hacerlo. Cuando los amantes del deporte entramos en un acontecimiento deportivo, se suspende la razón y se da rienda suelta a las emociones, a la parte más primaria y trivial del ser. El deporte es un terreno en donde verdaderamente estamos todos, independientemente de nuestro estrato social, raza, religión, o lo que sea. Pero a propósito de mis libros de deportistas, el de Pistorius fue por culpa de Greengrass y el de Nadal por culpa de su familia que quiso que yo lo escribiera.
El hilo narrativo de El factor humano, el libro en el que se retrata la vida de Nelson Mandela y lo que fue la transición a la democracia en Sudáfrica, fue el rugby. ¿En qué momento decidió que ese fuera el pretexto?
Mandela era sobre todo un tipo pragmático que entendió desde el principio que debía conocer a fondo la historia de sus enemigos. Lo que sabía Mandela era que el rugby, y concretamente la selección sudafricana, habían sido durante décadas símbolos de división racial y que la población negra veía en el rugby mucho más el lado violento que el lado noble. El genio de Mandela fue ver en este símbolo de división la oportunidad de unificar a Sudáfrica. Un político común y corriente hubiera visto más posibilidades de tensión y conflicto que de paz y conciliación en aquel momento. Mandela en cambio entendió que podía utilizar el mundial de rugby para dar el sello final al proceso democrático sudafricano: cuando vi a Mandela en la final con uniforme y gorra de los Springboks [la selección de Rugby Sudafricana] y su actitud de aficionado, definitivamente entendí que era un momento trascendental. En este partido se plasmaba todo por lo que Mandela había luchado y sufrido. Escribí sobre eso para el periódico y con los años me di cuenta de que era el pretexto perfecto para el libro.
¿Fue una genialidad de Mandela o realmente el rugby influenciaba a tal nivel los ámbitos políticos sudafricanos?
El rugby era el orgullo y la identidad de los blancos en Sudáfrica, es comparable al fútbol para los argentinos. Los negros lo odiaban por ser el símbolo del sistema que los suprimía. En los años sesenta y setenta, cuando se vivió una violencia racial extrema en ese país, hubo un boicot internacional: desde un lugar económico, por ejemplo, donde ningún país les compraba vino, siendo ellos grandes productores, y tampoco se les permitía a los Springboks participar en ningún torneo. Así presionaban al gobierno de Sudáfrica a cambiar su posición. ¡Quizás si hoy se les prohibiera al Real Madrid y al Barcelona jugar la Champions League, dejarían a un lado el tema separatista! [risas].
John Carlin, autor de la biografía de Rafa Nadal.

John Carlin, autor de la biografía de Rafa Nadal.

Foto:Sebastián Jaramillo

¿Cómo logró acercarse tanto a Nelson Mandela?
Llegué como corresponsal del diario The Independent a Sudáfrica, no tenía ni idea de lo que pasaba en ese país y quizás solo un par de veces había oído hablar de Mandela. Yo solo quería hacer bien mi trabajo, pero me encontré con un lugar donde se vivía una violencia absurda y en donde comenzaban a suceder acontecimientos conmovedores, sobre todo en lo que concierne a Mandela. Me tocó cubrir su salida de la cárcel y el día después, en su primera rueda de prensa, supe con total claridad que estaba en presencia del líder político más grande que había conocido o que conocería en mi vida.
¿Qué le vio?
Sobre todo, un interés genuino de anteponer el bien colectivo por encima del bien individual o partidista. Todo para buscar la paz y evitar la violencia.
¿Y cuándo fue la primera vez que hablaron?
Aproximadamente un año después hice mi primera entrevista formal con él. Seguí haciendo reportajes sobre la violencia y sobre cómo se daba el proceso de negociación, esto me obligaba a consultarlo y él accedía afable. Yo investigué mucho sobre cómo los derechistas y la inteligencia militar estaban manipulando la violencia –es decir, generando más violencia– en los barrios negros, con el fin de entorpecer los diálogos. Hice algunos programas radiales y un documental para la BBC sobre este tema. Esto le llamó la atención a Mandela y generó que cada vez se alargaran más nuestras conversaciones y entrevistas. Incluso, en ocasiones me invitaba a cenar a su casa. Luego ya nos mantuvimos muy en contacto por el proceso del libro.
¿Cuál fue su objetivo con el libro? He oído que no le gusta que se diga que es una biografía.
Lo que quise fue retratar la pacífica transferencia del apartheid a la democracia. Un libro que contara cómo un héroe de carne y hueso había convencido a un pueblo de que en lugar de una venganza, casi justificada, el mejor camino era el perdón y la reconciliación.
¿Aparte del rugby, que fue casi un pretexto, cuáles fueron las verdaderas razones para que Mandela lograra impulsar la reconciliación en Sudáfrica?
El acierto definitivo de Mandela fue darse cuenta de que debía conocer y comprender a sus enemigos. Él tenía todas las razones para odiarlos, pero se dio cuenta de que, en realidad, que seas de derecha o de izquierda, nacionalista o separatista, no es más que una casualidad que obedece a circunstancias de la vida. Mandela supo comprender que la identidad política es una vestimenta y que por dentro todos somos seres humanos. Así, generó escenarios para dialogar desde la igualdad y evitó deshumanizar. Deshumanizar es finalmente lo que te da licencia para matar, pero Mandela logró humanizar, escarbar y encontrar lo mejor de sus enemigos.
¿Qué enseñanzas de Sudáfrica cree que podríamos traer al proceso de paz en Colombia?
No me gusta opinar sobre un proceso del cual soy ajeno, pero diría –y esto constituye otro acierto de Mandela– que en Sudáfrica entendieron que es muy difícil lograr una justicia perfecta.
¿Hay que perdonar a los victimarios?
Más que de perdonar, se trata de ser pragmáticos, de entender los límites de lo posible. Buscar la implacabilidad de la justicia puede conducir a más violencia. Juntar justicia y paz es un error: la justicia no va a traer la paz. Un ejemplo puede ser el comunismo del siglo pasado: querían lograr una igualdad perfecta, ¡y hay que ver en lo que terminó!
Usted estuvo presente en la celebración de los acuerdos de paz en Cartagena. ¿Lo sorprendió que triunfara el No en el plebiscito?
No es con ánimo de comparar cuál violencia fue peor, pero en el conflicto de Ruanda murieron un millón de personas en cien días. Después de la amnistía, los victimarios regresaron a vivir en las aldeas con sus víctimas. La población víctima en Ruanda es sumamente pobre, lucha por sobrevivir cada día y no tenía tiempo para ponerse a esperar una justicia perfecta, así que le dijeron “sí” al proceso de reconciliación. Ahora: ¿quiénes votaron por el No en el plebiscito en Colombia?
¿Y en Ruanda también hubo experiencias en las que utilizaron el deporte como herramienta de reconciliación?
Sí, el fútbol. Fue impresionante. Presencié partidos en los que jugaban victimarios contras sus víctimas directas que generaban un diálogo entre ellos. Al final de un partido estaba tan sorprendido, quizás tan nervioso, que les hice las preguntas típicas de un periodista deportivo, sobre los goles y las jugadas. Los tipos me decían: “¿En serio no se da cuenta de que eso es lo de menos?”.
¡Muy futbolero usted!
Mi papá es un aficionado furibundo del fútbol y yo viví en Argentina entre los tres y los diez años. Imposible no serlo.
John Carlin posa para BOCAS.

John Carlin posa para BOCAS.

Foto:Sebastián Jaramillo

¿Cuál es su equipo en Argentina?
Excursionistas, un equipo de segunda de Barracas. El hijo del portero de mi edificio era el lateral izquierdo y me llevaba a la cancha a ver los partidos
¿Quién va a ganar el mundial?
España, sin duda.
¿Real Madrid o Barcelona?
Soy hincha de Lionel Messi.
Pero leí que usted dijo que nunca quería volver a entrevistarlo.
Cuando Messi pasa la línea blanca del campo de juego no hay otro igual, pero antes es como si nadie estuviera en casa.
¿Por qué salió de El País, de España?
Antonio Caño, el director del periódico es un fanático del Real Madrid. Seguro no le gustó que yo fuera tan hincha de Messi [risas].
Y ahora, la verdad…
¡De verdad! Escribí un artículo que titulé “Mi religión es Lionel Messi”. Eso les cayó muy mal a los de El País, que son todos madridistas.
Bueno, ya en serio...
Ya he hablado mucho sobre este tema. Incluso para el periódico con el que circula esta revista. Pero, en resumen, siento que tuvimos diferencias frente al tema de Cataluña y a la línea editorial que asumió El País. No en cuanto al tema de la separación, porque yo, al igual que ellos, estoy en desacuerdo. Pero sí en el torpe manejo que le dio el Partido Popular a esta situación. El caso fue que escribí un artículo para The Times, de Londres, titulado: “Piqué presidente”, en el que hablaba de todo esto. Ese artículo terminó hiriendo la susceptibilidad de muchos en el diario. Es increíble la preocupación de España ante lo que el mundo piensa de ellos. Al otro día recibí la carta de cancelación de mi contrato.
¿Y qué cree que hubiera hecho Mandela si fuera presidente de España?
Hubiera proclamado un discurso en catalán desde la Plaza San Jaume. Habría comenzado hablando de que no hay nada como un buen pan tumaca con jamón serrano acompañado de unas cañas muy frías. Habría alabado el fútbol del Barcelona y hubiera dicho que trabajando en equipo con los españoles del Real Madrid no habría duda de que España ganaría el mundial de Rusia. Así, todos contentos.
Usted criticó a James por no tomar una posición concreta frente al proceso de paz de Colombia.
Ya sabe lo que pienso sobre la influencia que puede tener un deportista o el deporte en la sociedad. Pero eso ya pasó. Te pido perdón, James.
Finalmente, ¿cómo le fue por Colombia?
Me gusta mucho venir a Colombia, tengo muchos amigos y estoy seguro de que van a poder cumplir el propósito que tienen como país de alcanzar la paz. Ha sido muy inspirador ver el trabajo de la Fundación Tiempo de Juego porque siento que es una prueba de que los colombianos, y sobre todo los jóvenes, ya no se quejan, sino que toman el destino en sus manos y se organizan para crear un mundo mejor; en este caso un barrio mejor. Así se empieza.
POR ANDRÉS WIESNER
FOTOGRAFÍA SEBASTIÁN JARAMILLO
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 71 - FEBRERO 2018
El biógrafo de Mandela

El biógrafo de Mandela

Foto:Revista BOCAS

Diana Estrella
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