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Bocas

La voz de Andrés Cepeda

Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Foto:Sebastián Jaramillo

Uno de los músicos colombianos más populares le cantó su vida a la revista BOCAS.

Andrés Cepeda fue tartamudo hasta los 17 años. La fonoaudióloga que por entonces lo atendió le dijo que cantara en la ducha, o donde fuera, para superar sus dificultades al hablar. En esa época él era estudiante de piano, no conocía los alcances de su voz, y comenzó a acompañar las melodías con las letras. Poco a poco sus palabras dejaron de estar interrumpidas y actualmente, además de ser un músico y cantante reconocido, habla con fluidez y desparpajo.
A esa fonoaudióloga le debe en parte su carrera, pero, por supuesto, también a un padre melómano que aprendió a tocar el chelo ya adulto, a una madre que cantaba y tocaba tiple, a un talento que demostró desde sus primeros años y a personas y momentos que lo pusieron detrás del micrófono sin que él lo estuviera buscando.
Ha llevado su carrera con rigor y meticulosidad, con los conocimientos que le dieron sus estudios de piano desde los cuatro años en clases particulares; luego en la Academia Artística Francisco Cristancho mientras cursaba el bachillerato; más adelante, sus cursos libres de música en la Universidad de los Andes en Bogotá y el inicio de la carrera de música en la Universidad Javeriana; y por último, su título de ingeniero de sonido en The Recording Workshop, Ohio, Estados Unidos. Aprendió a tocar guitarra con un cancionero que tenía composiciones de Andrés Calamaro, Soda Stereo y Duncan Dhu.
Ganó el Grammy Latino en 2013 en la categoría mejor álbum vocal pop tradicional con Lo mejor que hay en mi vida. Ha tenido en total diez nominaciones al Grammy y ganó el premio a mejor artista de Los 40 principales en España.
Tiene dos tatuajes, uno en cada hombro. En uno, un marciano, y en el otro, una hoja de marihuana que él considera muy mal pintada y que fue el resultado de una fiesta que terminó en que todos se hicieron tatuajes. Ama los tenis, tiene cerca de veinte pares, y el día de esta entrevista usó unos Reebook blancos que parecían nuevos, pero no, aclaró que tienen un rayón que dejó su última gira con Fonseca.
Es el menor de cinco hijos, nació cuando la mujer que le sigue en edad tenía 15 años y fue mimado por sus hermanas y su madre, quien lo despertó todas las mañanas, le hizo el desayuno todos los días –hasta que cumplió 17 años– y le cortó el pelo hasta los 18.
A sus 43 años vive un buen momento. Su más reciente trabajo discográfico, Mil ciudades, es el resultado de su primer trabajo con Sony Music, después de hacerlo por 12 años con FM. Este cambio le brindó la oportunidad de grabar un disco con colegas como Ricardo Montaner y Kany García, con músicos internacionales como los bateristas Vinnie Colaiuta (baterista de Sting, Frank Zappa, Chick Corea) y Aarón Sterling (baterista de John Mayer), los bajistas Guillermo Vadalá (bajista de Fito Páez) y Carlitos del Puerto (bajista de Stevie Wonder, Bruce Springsteen, Herbie Hancock), el pianista Gonzalo Rubalcaba y la Orquesta Filarmónica de Praga. En la parte técnica intervinieron personajes de la ingeniería de sonido como Bob Clearmountain (The Rolling Stones, Paul McCartney, David Bowie) y Thom Russo (Eric Clapton, Johnny Cash).
Recientemente publicó el libro Mil canciones que cantarte con editorial Planeta, y está próximo a casarse con Elisa Restrepo, una paisa periodista que, como él mismo dice, le trajo una primavera muy bonita a su vida.
Después de vivir por años un poco despreocupado por el dinero, ahora tiene metas como conformar una familia, y su futura esposa le ha dado una visión comercial que él no tenía. Muestra de ello es su línea de gafas ACapella, resultado del gusto de Andrés por las gafas desde cuando la timidez se sumaba a su tartamudez y usaba lentes oscuros para poder subirse al escenario. Ya no los necesita, pero le gustan y también la sensación de protección que le dan. Ahora son parte de su personalidad, tanto que cuando llegó a grabar por primera vez el programa La Voz Kids le dijeron que no podía usar lentes oscuros porque necesitaban verle los ojos cuando cantaran los niños. Se fue a la óptica de la esquina y compró unos anteojos oftálmicos.
Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Foto:Sebastián Jaramillo

Ya no es tímido, pero antes de cada concierto, porque siente algo de ansiedad y para desinhibirse un poco, se toma unos tragos de Aguardiente Antioqueño y reza un padrenuestro y una avemaría.
Pasa muchos días de su vida en una casa en Ubaque. Come fritanga en Choachí, ha hecho dos o tres conciertos para apoyar las obras del sacerdote en las veredas cercanas y hace cerca de un mes hizo otro para cantarle a la Virgen de Belén, patrona de los ubaqueños.
En esa finca, donde pide domicilios de un restaurante Suizo que queda en Choachí, suceden muchos de sus momentos creativos y es su lugar por excelencia.
Ubaque representa muchísimas cosas. ¿Qué es ese sitio en su vida?
Es un refugio que representa la infancia, la ensoñación del retiro familiar que le queda a uno cuando crece, queda ese recuerdo del lugar donde la familia estaba junta, donde se pasaron Navidades, fines de semana. La casa queda frente a una laguna, es el primer lugar donde mi papá me enseñó a navegar a vela, que es mi gran afición. Tengo muchos recuerdos muy arraigados y muy presentes en mí, y es un lugar que, por fortuna, todavía visito con mucha frecuencia. De allá vengo ahorita.

El cantante de Poligamia era Turbay, yo era el pianista. Cuando fuimos a hacer nuestra primera grabación él estaba con una gripa tremenda... Y bueno, yo me quedé como cantante.

¿Allá compone?
Allá compongo y a veces grabo, en la medida de lo posible. Cuando las condiciones técnicas lo permiten, me llevo algunos equipos y grabo parte de los álbumes.
Cuentan que es un gran lector.
Sí, tengo una linda biblioteca en Ubaque, la disfruto mucho.
¿Disfrutó hacer su libro Mil canciones que cantarte?
Sí, muchísimo, porque como lo hicimos con el método de la entrevista y la transcripción, me quitó el peso de tener que escribir y presentar una cosa mucho más literaria, que este obviamente no tiene. Son las historias detrás de las canciones contadas por mí y por coautores y productores, las historias de las musas, de las circunstancias en que fueron escritas. Fue muy lindo porque me permitió volver a conectar esas canciones con los hechos que las originaron. Ahora cantar el repertorio después de haber hecho el libro es diferente.
Este libro son los amores, ahora viene el de los desamores. Su primera tusa fue muy fuerte.
Fue una tusa fuertísima y de ahí salieron las canciones del disco Sé morir. Casi todas tienen que ver con ese mismo personaje. Va a ser muy interesante volver a revisar todas esas historias, en las que no gané, en las que perdí [risas]. Va a tener un sabor bien particular.
Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Foto:Sebastián Jaramillo

¿Perdió en muchas?
Historias de amor fueron 49, historias de desamor son 52. Y hay otras tres o cuatro que no se clasifican en ninguna de las dos, pero que vamos a meter en el segundo libro. Son canciones que no hablan ni de lo uno ni de lo otro, como “Canta conmigo”, que habla sobre el oficio y dice [canta]: “Soy una mezcla de sonero, de rasta con bolero y mariachi con blues. Soy un bohemio, aventurero, que se gana el dinero cantando a media luz. Si me quieres así…”. Hay como tres que están en ese limbo.
Un momento muy importante en su vida es cuando usted se entera de que su mamá está enferma.
Obviamente me marcó, porque era un tipo muy joven y coincide ese estrellón con el descubrimiento del amor. Y se vuelve un poco contradictorio que tengan que venir de la mano lo feliz y lo triste.
Tiene canciones que le recuerdan específicamente a su mamá.
Hay varias, en el libro menciono una que habla de esa dualidad entre la muerte y el amor que se llama “Luna llena”, pero hay otras que a ella le gustaban mucho y boleros que he tenido la oportunidad de grabar.
Cuando se muere su mamá, usted y su papá regresan a la casa y se dan un fuerte abrazo.
¡Uy! Ese fue un momento muy fuerte, porque fue reconocer que la vida nos había cambiado a los dos y que sin pensarlo estábamos cumpliendo con ese temor que tenía mi mamá: “Estos dos locos solos en esta casa... ¿Qué va a ser de ellos? ¿Será que se van a llevar bien? ¿Será que Andrés en su locura y su rebeldía musical va a hacer sufrir mucho a Humberto?”. Pero resulta que no, de ese encuentro con esa realidad y con ese abrazo nació una relación muy fuerte. En ese momento trascendió a otra cosa y fuimos compañeros, vivimos muchos años juntos en esa casa, como 13 o 14.

No tomaría desayuno si no cantara. Es todo. Es mi trabajo, es mi expresión.

¿Es cierto que usted le llevaba a él muestras de todo lo que grababa?
Sí, hasta poco antes de morir yo podía mostrarle los demos de las canciones y él me ayudaba a escoger qué debería ir en un disco y qué no. Con certeza muchas veces me pronosticó cuál canción podía ser un éxito y me recomendaba repertorio cuando hacíamos homenajes o cosas raras. Una vez hicimos un homenaje al maestro Echavarría. Mi papá me dijo que no fuera a cantar “Me estás haciendo falta”, que se la sabe todo el mundo. Me dijo que cantara “Cuando un amor se acaba” [canta el nombre], que yo nunca había oído y que él conocía y le parecía buenísima. La llevé al estudio. Es bellísima, es una de las cosas que más me gusta de mi carrera, y fue recomendación de mi papá. Cuando la familia de Jaime R. escuchó la grabación, le pareció curiosísimo que hubiéramos escogido una canción que no era tan conocida.
Estudió primero en el colegio San Carlos en Bogotá, pero fue en el Emilio Valenzuela donde conoció a sus compañeros de Poligamia, ¿cierto?
Hice mi primaria y el primer año de bachillerato en el San Carlos. De allí salí despedido… En el San Carlos yo era un niño muy disciplinado, muy juicioso y creo que básicamente porque nos controlaban mucho y eso contrastaba con que al llegar a primero de bachillerato era todo lo contrario, tú podías hacer lo que quisieras. Con ese cambio abandoné el estudio. Validé ese primero de bachillerato en un colegio que queda en el Minuto de Dios, el San Juan Eudes, y fue una experiencia muy chévere, fueron solo seis meses. De allí entre al Emilio Valenzuela y me encontré con Gustavo Gordillo y Juan Manuel Turbay quienes también estaban conmigo en el San Carlos y comenzamos a juntarnos, porque teníamos en común que tocábamos el piano, hacíamos música y formamos lo que terminó siendo Poligamia. Paralelo a eso empecé a escuchar otro tipo de música, porque en las tertulias, en la bohemia que hacíamos, nos reuníamos con un grupo que tendía más al bolero y comencé a descubrir que tenía un amor de casa por ese género y a cultivarlo.
Su papá le presentó los boleros.
Mi papá me los presentó. Primero los mexicanos y después los cubanos. Era muy fan de Agustín Lara y Pedro Vargas.
Su casa estaba llena de música, ¿cierto?
Claro, mi papá era melómano, estudiaba chelo. Uno de mis hermanos mayores, Samuel, estudiaba piano; en la casa había dos, entonces el ambiente fue muy propicio para cuando me empecé a inquietar.
Cuentan que desde muy chiquito se subió a un piano.
Obviamente no podía tocar, pero sí metía la mano y me gustaba mucho mirar a mi hermano estudiar, recuerdo que podía pasar mucho tiempo viéndolo. Se dieron cuenta de que me gustaba mucho y cuando tuve edad, por ahí a los cuatro años, empecé con mis clases de piano.
Su papá tocó chelo ya adulto.
Uno de sus ídolos y de sus preferencias eran las sonatas de Bach para chelo y los intérpretes. Un día le dio porque quería aprender y se consiguió un profesor de la sinfónica, el culmen de su carrera como chelista fue cuando tocó en el matrimonio de mi hermana con un cuarteto. Eso por el lado de mi papá. Y por el lado de mi mamá, ella también cantaba y tocaba el tiple; y los primos por ese lado eran muy musicales, tenían su estudiantina y la bandola, el tiple y la guitarra.
Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Foto:Sebastián Jaramillo

¿Cómo inició Poligamia?
El grupo salió del colegio, organizamos la banda y nos metimos a un concurso de música, unas murgas que había en esa época, las patrocinaba la emisora Radioactiva de Caracol y Coca-Cola, el premio consistía en que el colegio ganador grababa un sencillo y ese sencillo era promovido por la emisora. Nos ganamos la vaina, grabamos una canción de Turbay, invitamos a una niña de un grupo muy conocido de esa época que se llamaba Pasaporte, Elsa Riveros, cantó con nosotros y resulta que la canción pegó y fue número uno, no solo en Bogotá, sino en todo el país, y recibimos una invitación de Sony Music para hacer un álbum y ahí empezamos. Tuvimos un programa de televisión con la historia de la banda, fuimos un fracaso total como actores, pero logramos que muchísima gente nos conociera. El grupo duró ocho años, hicimos cuatro discos, muchos conciertos y fue una etapa buenísima.
¿Es cierto que usted se volvió cantante de Poligamia por accidente?
Sí. El cantante, realmente, era Juan Gabriel Turbay, yo era el pianista. Cuando fuimos a hacer nuestra primera grabación, él estaba con una gripa tremenda, no podía cantar, y el señor Luis Miguel Olivar, quien es mi mánager desde ese día, preguntó si alguno podía cantar la canción, yo dije que podía, la canté, salió bien, a él le gustó, y bueno, me quedé como cantante y Juan Gabriel alegremente me cedió el puesto [risas].
¿Fue duro para usted que Poligamia acabara?
Nos empezamos a dar cuenta de que ya estábamos creciendo para lados diferentes; éramos cinco personas muy distintas. Además, en la disquera comenzaron a no pararnos tantas bolas y cometimos un error, hicimos un tercer álbum en el que traicionamos lo que veníamos haciendo, nos las dimos de roqueros y nos desconectamos de la gente que nos estaba apoyando. Eso la disquera lo resintió. Fue un gran esfuerzo que nos sacaran el último disco, somos nosotros tocando en vivo y despidiendo la banda. Es un disco que yo quiero muchísimo y que todavía se puede comprar.
Ahí decidió estudiar ingeniería de sonido.
Sí.
¿En ese momento pensó que no volvería a cantar?
Pensé que me iba a dedicar a la producción, me gusta mucho escribir, la parte de ingeniería, y pensé que iba a hacer eso detrás del vidrio, feliz. Estaba como en tercer semestre en la Javeriana cuando tuve la oportunidad de conocer un sitio en Estados Unidos para estudiar producción, ese siguiente semestre me fui para allá. Cuando regresé, empecé a trabajar en estudios de grabación, haciendo turnos, pues era técnico, la verdad estaba muy feliz. Paralelamente yo seguía con los boleros.
Pero quería ser salsero.
Sí, me gustaba mucho la salsa y a veces hacía “palomazos” en la orquesta de un amigo, que se llamaba Río Son. Me gustaba mucho.
Le dijeron que su voz no era para salsa.
Sí, alguien que sabe mucho del tema más adelante me lo dijo: “Mire, yo sé que a usted le gusta la salsa, pero no” [risas]. Además, hay demasiados soneros muy buenos, lo suyo es otra cosa. Y tenía toda la razón.
¿Y qué pasó con los boleros?
Un señor de una casa disquera que escuchó mis canciones en una reunión me dijo: “Yo le hago a usted un disco”. Y le dije: “Pues si usted quiere yo se lo grabo y se lo entrego, pero de verdad no estoy interesado”. Y me respondió: “No, yo se lo pago”. En esa época les pagaban a los artistas por grabar. Lo grabamos como en 8, 10 días. Resulta que la cosa funcionó, el disco se llama Sé morir. Empezaron a ponernos atención, nos empezaron a “radiar”, me tocó formar una banda, armar una pequeña oficina y comenzar a trabajar.
Pero ya había descartado ser cantante.
Por completo. Y eso se dio de una manera muy casual y muy natural, y fue muy bonito, porque como no tenía ningún afán de hacer el disco, estaba en una posición muy curiosa en la que un artista nunca está, un artista siempre está dispuesto a darlo todo para que por favor lo graben. Yo no tenía ganas, entonces a la hora de hacer el acuerdo salí muy beneficiado. No tenía capacidad de invertir, el tipo invertía por mí. Estuvimos juntos 12 años y ahí formé mi carrera como solista, hasta que tuve la oportunidad de ser invitado por Sony Music a seguir mi carrera con ellos, con la ventaja de que ellos tienen el poder de internacionalizarla.
Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Andrés Cepeda en entrevista con la revista BOCAS.

Foto:Sebastián Jaramillo

Usted fue el primero que grabó un DVD en vivo en Colombia. ¿Cómo nació esa idea?
Tenía muchas ganas de hacer algo en el Teatro Colón. Habíamos sacado dos discos, Sé morir y El carpintero, y este tercero se llamó Siempre queda una canción y el concierto empezaba solamente con Gabriel Rondón y yo, después agrandaba un poco el formato a una bandita, luego a una más grande y finalmente una big band.
Parece que usted es muy arriesgado, ¿o no tanto?
Ahora vamos a hacer un experimento raro, que es cantar, durante tres días seguidos, en tres formatos diferentes. Primero canto Mil ciudades. El día siguiente canto guitarra y voz. Y el tercero, canto con la big band.
Le gusta mucho la big band.
La primera vez que la probé fue cuando hicimos el arreglo para la novela de El inútil de piel canela y me encantó la sonoridad. Y hace un año volví a grabar una serie de boleros y ahora estamos cercanos a publicarlos, también hice unos conciertos con esto. El disco que vamos a publicar es el del teatro Julio Mario Santo Domingo.
¿Va a volver a grabar en LP?
Quiero, es mi ilusión, no sé si vamos a lograrlo, que ese proyecto salga en acetato para tener completo el círculo de romanticismo de toda la época y hacer el esfuerzo por regresarnos en el tiempo.
Una vez en Cartagena quiso grabar en la ciudad vieja con las paredes de seis metros de alto.
Fue el disco Lo mejor que hay en mi vida. Lo teníamos muy armado, muy bonito, faltaba cantarlo, y había un sitio en Cartagena, la casa de un amigo en la ciudad vieja, con unos techos muy altos, con una sonoridad tremenda y convencí a los productores de irnos para allá. Después de eso quedaron fascinados con la idea de grabar in situ, ya no les gustaba tanto grabar en estudio. Claro que ese sitio era muy especial.
¿Qué descubrió ahí?
Primero estábamos en Cartagena pasándola muy rico [risas], pero la reverberación que daba ese cuarto para la voz nos permitía jugar con una reverberación muy natural y no usar la del computador o la de las cámaras, sino grabar la voz y poner otros micrófonos que grababan la reacción del cuarto ante esa voz. Eso lo usamos para mezclar el disco y terminó dándole un color muy particular.
¿Esas cosas las descubre por su oído o porque estudió ingeniería de sonido?
En parte, y en parte porque me paro así, aplaudiendo una hora, y digo: “¡Uy!, aquí es”.
¿Cómo es ese momento cuando tiene que sentarse a escribir canciones en muy poco tiempo?
El maestro Jorge Luis Piloto me dijo: “¿Cómo así que usted no puede escribir? ¿Usted es compositor o no es compositor? Porque si es cada vez que viene la musa usted no es compositor. ¿Puede hacerlo, sí o no?”. Le dije: “Ayúdeme maestro”. Me guió y me ayudó a romper una serie de temores y de prejuicios supertontos que uno tiene con su propia capacidad creativa y logramos hacer esa tarea, escribir dos canciones y producirlas en dos días. La lección para mí fue tremenda. Una de esas canciones, “Si fueras conmigo”, fue muy exitosa.
Hay una canción que siempre ha dicho que le gusta mucho. ¿Cuál es?
Hay una en particular que me persigue, y resulta muy chistoso, porque es una que casi nadie conoce, nunca fue un éxito, la he grabado como en cinco versiones y en ninguna he tenido éxito [risas], pero la amo profundamente, se llama “Ciertas cosas” y es un bolero que escribí cuando se terminó el grupo y estaba como en ese limbo de no saber exactamente qué hacer. La quiero mucho. Desde el principio supe que no iba a ser comercialmente importante, pero me siento orgulloso de haberla hecho.
¿Todavía extraña a Luis Alberto Spinetta, su ídolo musical?
Tengo toda su discografía, creo que no pasa un día sin que no lo oiga.
Cuando se ganó el Grammy latino con Lo mejor que hay en mi vida no pudo recibirlo.
Estaba listo para ir, incluso iba a cantar en uno de los eventos y extravié mi pasaporte y tuve la gran desilusión de no poder ir. Lo recibió mi mánager. En su momento lo oí por radio en Ubaque [risas].
¿Ahora está pensando en negocios?
Sí, se me abrió la agalla por el camino [risas]. Empecé a darme cuenta de que esa tal transformación de nuestra industria de la que tanta gente habla nos hace volvernos más versátiles y recursivos en la manera de sostenernos. Después de ciertos años de carrera uno se da cuenta de que esta vigencia me permite pensar que tengo una marca y que esa marca tiene unos valores.
¿Cuáles son los valores de la marca Andrés Cepeda?
Son el romanticismo, la cercanía. Tengo el negocio de las gafas, estamos asociados a un negocio muy lindo en Sopó que se llama Isla Morada, vamos para seis años.
¿Y las galletas?
Es el negocio de un amigo al que me invitó, se llama Cookie Yard, son unas galletas recién horneadas y nos ha ido muy bien. En trece o catorce meses ya tenemos quince locales en seis ciudades.
¿Qué es la música para usted?
Prácticamente todo. Todo. No tomaría desayuno si no cantara. Es todo. Es mi trabajo. Es mi expresión. Es lo que me ha permitido conocer a la gente que tengo alrededor. Me ha permitido viajar por el mundo. Conocí a Elisa porque salió un disco y me hizo una entrevista. Todo. Es todo.
CATALINA GALLO
FOTOS: SEBASTIÁN JARAMILLO
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 63 - MAYO 2017
"La voz de Cepeda"
Entrevista con Andrés Cepeda.
Por Catalina Gallo. Fotos: Sebastián Jaramillo.

"La voz de Cepeda" Entrevista con Andrés Cepeda. Por Catalina Gallo. Fotos: Sebastián Jaramillo.

Foto:Revista BOCAS

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