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'Argo' llegó pirateada a Irán, pero no gust

VILPAO
Catalina Gómez Ángel
Para EL TIEMPO
Teherán. "Si se gana el Óscar no es porque sea la mejor, es sólo porque es una
película política sobre Irán", interrumpe, entre murmullos, un hombre de
chaqueta negra deportiva en una tradicional tienda de películas en el centro
de Teherán. Se refiere a Argo, el filme de Ben Affleck que pone su foco en una
historia bien conocida en ese país: la toma de la embajada estadounidense en
esa capital por un grupo de estudiantes revolucionarios, en 1979.
Ganadora del Óscar a Mejor Película, guión adaptado y edición, Argo ha
desatado un debate que se dio en su momento entre quienes rechazaban la toma,
incluido el ministro de Relaciones Exteriores de entonces, Ibrahim Yazdi, y
los que pensaban que fue un gran mensaje para los poderes occidentales de que
no podían seguir influyendo y manipulando a Irán.
"Nosotros siempre seremos vistos con malos ojos por los estadounidenses",
aseguró Abas Abdi, uno de los líderes revolucionarios de aquel entonces, al
diario estadounidense The New York Times, después de ver la película. Y es que
Abdi, como muchos de los estudiantes que llevaron a cabo la toma como protesta
a que Washington, entre otras cosas, acogiera al caído sha de Persia han
pasado a jugar en el bando contrario.
Un gran número de ellos ha hecho parte del movimiento reformista que aboga por
una mayor apertura de Irán hacia el mundo, algo duramente perseguido después
de las elecciones del 2009, en las que fue reelegido Mahmud Ahmadineyad.
Muchos de ellos, incluido Abdi, han pasado largos periodos en la cárcel, una
muestra de las grandes transformaciones de la Revolución Islámica desde
entonces.
"Argo está agotada", dice el vendedor de la tienda, quien rápidamente aclara
que aunque no es la más vendida de la temporada, como han asegurado medios
extranjeros, sí está en el top 10.
La venta de cintas extranjeras es una actividad prohibida en Irán. Allí, las
salas de cine apenas reciben autorización para mostrar una decena de películas
internacionales cada año. Y en las tiendas, y eso incluye a la mencionada, no
hay rastro de producciones foráneas. A simple vista, su mercancía se limita a
películas iraníes -las que reciben autorización del Gobierno para ser
exhibidas- e infantiles y videojuegos. Las otras, como Argo, las esconden -en
este caso, en una caja de zapatos en un cuarto trasero- y solo las sacan
cuando las pide un cliente fiable. Otra cosa son los vendedores ambulantes del
norte de Teherán, que ubican las películas en el suelo a riesgo de ser
capturados por las autoridades.
La trama de Argo, protagonizada por un agente de la CIA que ya tenía
experiencia en sacar de Irán a seguidores del caído sha de Persia, cuenta cómo
seis diplomáticos estadounidenses logran escapar del asedio a la embajada y
terminan por refugiarse en la residencia del embajador canadiense en Teherán,
Ken Taylor. A partir de ahí se desata una serie de acontecimientos, conocidos
en los archivos de inteligencia como 'Canadian Caper', que tienen como
objetivo sacarlos vivos de Irán.
Al vendedor de la tienda le aburre este filme no solo porque no cuenta nada
nuevo, sino porque recuerda aquel episodio de la historia de Irán, que, para
muchos, fue el causante del aislamiento internacional al que ha estado
sometido este país. "Creo que se hubiera podido obviar ese capítulo de nuestra
historia", agrega y recuerda que los estudiantes, seguidores de la línea del
imán Jomeini, mantuvieron como rehenes a 52 personas durante 444 días.
"Yo pensé que Argo iba a ser popular y, al principio, mucha gente la
preguntaba, pero me ha sorprendido que rápidamente perdieron el interés",
añade durante la conversación el hombre de la chaqueta negra, que reconoció
ser uno de los principales distribuidores de películas en la ciudad y que
conoce el mercado del cine extranjero en Teherán. A los iraníes, especialmente
a las nuevas generaciones, les encanta el cine, pero paradójicamente su
cultura cinematográfica se construye a través de películas pirateadas que, en
muchas casos, vienen con doble subtítulo: en farsi y chino, como es el caso de
la versión de Argo que circula en el mercado.
Este distribuidor hace énfasis en que mucha gente descarta comprar Argo porque
no quiere relacionarse con política. ¿Para qué arriesgarse a tener problemas?,
se preguntan. Y los jóvenes, que son los que más consumen esta clase de
productos, no suelen pedirla.
"A una parte de ellos no les interesa la historia de la Revolución. Otros
piensan que se proyecta una cara equivocada de Irán", dice el hombre de negro,
que coincide con las críticas que se le han hecho a Affleck en Irán en el
sentido de que, por su afán de añadir detalles a la historia, cae en inmensos
errores: la gente no era colgada en las esquinas, como se ve en una escena;
las personas que reconstruyen los archivos de la embajada no eran niños, sino
tejedoras de alfombras; el final es una creación para generar suspenso; los
canadienses tuvieron mayor protagonismo en los hechos; el acento de los extras
no es iraní y decenas de detalles más.
"Claro que es una buena producción, incluso recrea bien al Teherán de aquella
época, pero tiene tantas exageraciones que parece una de James Bond", asegura
Hassan, cineasta independiente de 24 años. Le molesta cómo "distorsiona" la
realidad de los iraníes: "Es como si quisieran seguir consolidando los
estereotipos negativos que ya existen sobre nosotros", agrega, poniendo como
ejemplo la presión internacional contra Irán para que detenga su programa
nuclear.
Pero si la población iraní no le ha dado mayor importancia a Argo, el sector
oficial sí parece estar mucho más preocupado por sus repercusiones. Para
empezar, el ministro de Cultura, Mohammad Hosseini, aseguró que era
"insultante y antiiraní" y que era parte de la propaganda occidental contra
Irán. A él le siguieron decenas de comentarios en los periódicos locales, en
los que se la ha catalogado de "antiislámica", "iranofóbica" y de "proyectar a
los iraníes como irracionales, emocionales y trastornados".
La llegada de Argo a Teherán coincidió con un congreso sobre la industria de
Hollywood que se hizo en el marco del Festival Fajr, a principios de febrero,
en el que se le dedicó una sesión especial. En las ponencias hechas en
aquellos días, en las que participaron invitados estadounidenses del
movimiento Occupy Wall Street, se volvió a hacer referencia a cómo la película
mostraba a los iraníes como salvajes, haciendo caso omiso de la realidad.
"Los iraníes somos amables y buenos anfitriones, pero la verdad es que durante
la toma de la embajada también se cometieron grandes arbitrariedades, que es
lo que les duele reconocer a las autoridades ahora", cuenta Mehran, viejo
analista político para quien el gobierno ha querido mostrar aquella etapa de
la Revolución como un momento victorioso. "No hay que olvidar que el
aniversario de la toma de la embajada lo han bautizado como el Día de los
Estudiantes", asegura.
Argo también ha servido como excusa para criticar a reconocidos cineastas
iraníes con quienes el gobierno tiene casada una pelea hace tiempo. Los acusan
de estar obsesionados con Hollywood y de creer que el Óscar es el único premio
que vale la pena. Incluso, algunos comentaristas locales han utilizado la
ocasión para lanzarles un dardo a directores como Asghar Farhadi, y recordar
que hace solo un año todo el país estaba pendiente de la nominación que se
había hecho a su filme, Una separación, que terminó por ganar la categoría de
Mejor Película Extranjera.
La venta de filmes extranjeros está prohibida en Irán. 'Argo' solo se consigue
pirata. Fotos: Kaveh Kazem y Archivo particular.
VILPAO
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