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Educar en verde, garantía del futuro

Aunque cada vez más personas entienden la necesidad de preservar la biodiversidad, y lo manifiestan sumándose a ONG dedicadas al tema, reciclando, ahorrando energía y tratando de contaminar menos, es claro que el impacto será menor si a los niños se les educa en una cultura de protección y acercamiento a la naturaleza.

De eso está convencida la psicóloga Heike Freire, quien hace cuatro años
decidió volcar toda su experiencia de trabajo con niños, padres y educadores
en la escritura de libros divulgativos que buscan hacerles entender a los
papás que el contacto de sus hijos con la naturaleza es fundamental para su
salud y crecimiento.
Freire, pedagoga, licenciada en Psicología y Filosofía de la Universidad de
París X, ha sido consultora del Gobierno francés desde el Instituto de
Educación Permanente de París. Su última obra, Educar en verde, ideas para
acercar a niños y niñas a la naturaleza, propone una serie de fórmulas para
lograrlo, desde distintos escenarios.
Enfermedades ambientales infantiles
Los niños pasan hoy mucho tiempo encerrados en su casa, en carros y en centros
comerciales, y la escuela suele darles apenas media hora de recreo en el patio
o en zonas delimitadas, cuando las hay.
En todos esos escenarios, los papás, quienes tienen el deber de estimular en
ellos el contacto con el medio ambiente y la naturaleza, suelen brillar por su
ausencia.
Esta semana, por ejemplo, la revista Archives of Pediatric and Adolescent
Medicine divulgó los resultados de un sondeo hecho por la Universidad de
Washington con 9.000 padres de niños en edad preescolar, según los cuales
apenas el 44 por ciento de las mamás y el 24 por ciento de los papás dicen
dedicar un tiempo cada día para jugar con sus hijos al aire libre.
Otro estudio, publicado por Natural England en el 2009, afirma que menos del
10 por ciento de los niños del Reino Unido juega en espacios naturales, en
comparación con un 40 por ciento de los adultos de ahora que lo hacían en su
infancia.
Incluso, el 62 por ciento de los niños entrevistados manifiesta que su casa es
el lugar preferido de juego y menos de la cuarta parte de quienes afirman
vivir cerca de un parque visita este lugar al menos dos veces por semana.
Quizá por eso, dice Freire, hay una incidencia cada vez mayor de enfermedades
infantiles relacionadas con la inactividad, como la obesidad, el asma, los
problemas de piel, la hiperactividad, los trastornos de conducta y la falta de
atención e inteligencia espacial.
Según el psiquiatra de niños y adolescentes Álvaro Franco, en zonas urbanas y
en estratos altos, particularmente, la obesidad es una de las consecuencias de
este cambio en la relación de los menores con la naturaleza. Para Freire, este
conjunto de problemas "se debe a la falta de contacto con la naturaleza.
Estudios de psicólogos ambientales y pediatras prueban que estar al aire libre
con animales y con plantas les hace mucho bien a los niños, los libera del
estrés, los relaja y les ayuda a desarrollar capacidades a todo nivel".
Hasta ahora, sostiene, la educación medioambiental ha estado a la deriva y la
mayoría de los niños que se acercan a este tema lo hacen sentados frente a un
computador; eso los ha ido convirtiendo en analfabetas en la materia.
Freire admite, sin embargo, que en América Latina hay cada vez más centros
educativos que se preocupan por acercar a los niños al conocimiento de la
biodiversidad y por desarrollar respeto por ella. "Hoy en día -sostiene la
psicóloga- se hace educación medioambiental o no se hace educación... Lo que
realmente necesitamos es asegurar la supervivencia de nuestra especie en el
planeta, y, para lograrlo, tenemos que aprender a vivir de una manera
sostenible".
'La naturaleza necesita a los niños'
Los niños aprenden, básicamente, relacionándose de forma concreta, razón por
la cual no es lo mismo que vean la imagen de una oveja a que tengan la
experiencia de estar en presencia de una, de tocarla, de saber a qué huele.
"En los colegios debe haber huertas que les permitan a los niños ver el ciclo
natural de la vida, es decir, sembrar, germinar y cosechar. También, organizar
paseos ecológicos donde conozcan una vaca o un caballo, pues hoy los conocen
más virtualmente que naturalmente", afirma la psicóloga colombiana Irene
Rodríguez.
En el país, agrega la experta, en los planteles educativos debe haber al menos
un metro cuadrado de espacio verde por estudiante y lugares reservados para
seres vivos que los niños puedan cuidar, como mascotas. Y desde 1994, los
proyectos educativos ambientales (Prae) deben formar parte del currículo.
No obstante, muchas veces se han quedado en documentos que no se aplican en la
práctica. En la actualidad, según cifras de Colciencias, existen 37 grupos de
investigación en colegios oficiales del país dedicados, particularmente, a
indagar sobre temas relacionados con el medio ambiente.
Los resultados de sus indagaciones los usan para ayudar a sus comunidades.
Dicho todo esto, queda sobre el tapete un problema fundamental para padres y
maestros: ¿cómo integrar mejor la educación ambiental en un entorno como el de
las ciudades, en las que se vive rodeado de edificios y con parques de
cemento?
Ya no es raro ver comunidades de vecinos que se ponen de acuerdo, por ejemplo,
para rehabilitar o instalar zonas verdes, así sean pequeñas, que les permitan
tener un mínimo contacto con la naturaleza.
"Se trata de favorecer esa relación con la naturaleza que se tiene alrededor,
desde una planta pequeña hasta una hormiga", dice Freire.
Pero ¿cómo despegar a un niño de la pantalla del televisor o del computador
para que se interese por observar una hormiga?
La especialista recomienda ponerles límites a los niños frente al uso de la
tecnología: "Al principio se aburrirán, pero hay que dejarlos, pues el
aburrimiento, como decía un poeta español, es 'la perla de la ostra'. Puede
ser muy productivo en muchos niveles, como el de la creatividad".
Despierto el interés, hay que estimular en ellos la conquista de espacios más
abiertos y, por supuesto, de aquellos en los que haya verde, naturaleza.
Se les puede incitar, por ejemplo, a leer bajo un árbol, a visitar los parques
de la ciudad, a explorar la naturaleza coleccionando rocas u hojas o a sembrar
una planta y hacer una bitácora sobre su crecimiento.
La educación de los más pequeños es un pilar fundamental para cultivar la
conciencia ambiental. Los niños son los responsables del planeta del día de
mañana.
'Hay que dejar que se ensucien'
Para Freire, "permitirles que se manchen, que se suban a los árboles, sería
como darle la vuelta a la educación, que tenía como objetivo sacar a los niños
del salvajismo. A lo mejor, esto era bueno hace 40 o 50 años, pero ahora es
todo lo contrario. La educación para los niños de las ciudades tiene que
ofrecerles un poco de salvajismo; hoy están hipercivilizados y han perdido su
vitalidad".
ADRVEG
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