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COSTUMBRES SINUANAS, RUMBO AL OLVIDO

Debido a las innovaciones que se vienen sucediendo con el correr de los años, los pueblos del Sinú han ido perdiendo su identidad. Las abarcas de tres puntá tienden a desaparecer y los sombreros vueltiaos y concha de jobo, tradicionales de la familia campesina, están siendo reemplazados por gorras deportivas que le dan una apariencia de disfraz a los hombres del campo.

TOÑO SANCHEZ
La tradicional franela amansa loco , de color rojo intenso y mangas largas, que lucían orgullosos los descuajadores de montañas, fueron cambiadas por ridículos suéteres con leyendas en otros idiomas. También desapareció el pantalón kaki y hoy se ven por el campo solo azules jeans con anchos cinturones.
En las fincas ganaderas se perdió el bellísimo espectáculo de ver el galopar incesante del caballo, cuando en las soleadas tardes, los vaqueros adelantaban las faenas de encierre de terneros. Ahora esos trabajos se hacen en bicicleta y aunque parezca increíble también se utilizan motos.
Hasta las hornillas de barro y de binde, en donde siempre ardía un pedazo de leña, han ido desapareciendo. Fueron reemplazadas por los fogones Esso, candela o cilindros de gas propano, como para que también los sancochos de gallina sinuanos perdieran su sabor tradicional.
Juan Mestra Petro, un auténtico hombre del campo, que disfrutaba de los fandangos hasta oír en la mañanita el canto de la chamaría, dice que realmente todo ha cambiado, hasta el punto de que las proliferas mujeres campesinas se han vuelto estériles. Las de ahora parecen alimentadas con concentrados, pues ni ya parir pueden, mire usted ya hasta hay que hacerles cesárea, cuando se había visto esto, cuando mucho una partera o comadrona y más ná. Y los hijos ya los dan debiluchos y hasta flojos. Para esto creerlo hay que verlo .
De la amable Montería, alegre y acogedora, con sus gentes campesinas llenas de históricas tradiciones ya queda es muy poco.
Dice el escritor Jorge Valencia que de aquella Perla, de la bohemia sinuana, en donde las gentes se reunían para evocar escandalosas tardes de corralejas con toros empatados, fandangos y galleras, de manteros y de queridas querendonas, secretos y brujería, solo subsisten los recuerdos.
La Montería tradicional es solo un recuerdo del pasado. Todo fue desapareciendo junto con sus frescas casas de techos de palma y paredes de bahareque, sus hamacas y sus viejas camas de lona.
La Montería de hoy es otra, muy diferente a la que añoran los abuelos. Ya no hay salas de cine. Hubo siete y seis fueron cerradas. Apenas queda una, reducida a su más mínima expresión.
La Perla del Sinú, la ciudad alegre, bullanguera y bailadora, en donde en cada casa se guardaban celosamente las anchas polleras almidonadas para utilizarlas en las noches fandangueras del verano, se fue quedando sin sus tradicionales grupos musicales. Por ahí se escucha, de vez en cuando, en las calurosas noches de invierno, arrimado a una tertulia aguardientosa, las descompasadas notas del clarinete de Pito Solo , tratando de poner la nota festiva en un ambiente más de tristeza que de alegría.
Las grandes fiestas públicas en el Club Ghisays y en el bar Cartagena solo son hoy parte de la gratísima historia de Montería. Los tradicionales sitios de tertulia, en donde se daban cita los ganaderos, agricultores, comerciantes, trabajadores etc., y que formaron parte del inventario de Montería cerraron sus puertas, no quedó ninguno.
El bar Barranquilla, con sus concursos cerveceros, la Estrella de Colón, con sus billares y grandes trifulcas, que se dirimían a puño limpio, El Fogón, obligado lugar de reunión de Canalú y su cohorte de piperos, La Chilinga, Bar Colombia, Costeñita, Cebú, Salón Regina, el aristocrático bar Argentino con su elenco de bailarinas de tangos llegadas de Medellín y que trataban de hablar como argentinas, La Cita, El Percal, bar de poetas, escritores, músicos y locos, El Gato Negro, Málaga, La Cigarra, Tosca, Rincón Llanero, Embajador, Nueva Ola, Florida, Juana Chí, Mi Bar, River Club, Medellín, Tres Planetas, Palmar y Becerro de Oro, todos desaparecieron y solo quedaron las evocaciones de inolvidables noches de bohemia.
Para esa época los bares no usaban media luz, eran sitios claros, con traganíqueles en donde imperaba el porro, las rancheras y la música de Olimpo Cárdenas, Julio Jaramillo, Lucho Bowen y todo el elenco romántico de Colombia y Cuba.
TOÑO SANCHEZ
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