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CRECE LA INCERTIDUMBRE ECONÓMICA

Sería exagerado afirmar que haya síntomas de recesión, como ha llegado a decirse recientemente. Pero también sería iluso creer que en los últimos meses no ha pasado nada.

En el caso de la construcción ya hay suficiente evidencia de una fuerte reducción en las ventas. Según la en cuenta de opinión empresarial de la construcción de Camacol y Fedesarrollo, en el primer trimestre de 1995 sólo una minoría de los constructores logró vender más que hace un año. Casi una tercera parte mantuvo apenas sus niveles de un año atrás y cerca del 60 por ciento vio caer sus ventas.
Por paradójico que parezca, lo grave de la construcción es que aún no está en recesión. Aún siguen iniciándose obras, lo cual va a originar una gran acumulación de viviendas y oficinas sin vender, con grave perjuicio para los inversionistas e, incluso, para algunas entidades financieras.
En el caso de la industria, la situación es, cuando menos, preocupante. Hasta marzo, las encuestas empresariales daban todavía base para el optimismo, aun cuando había señales mezcladas. Se apreciaba algún deterioro en la situación económica pero crecían la producción y las ventas, y una mayoría de los empresarios veía el futuro con optimismo.
Pero los resultados de abril dejan en claro que el clima de opinión se derrumbó. El nivel de pedidos en la industria se descolgó hasta un punto que no se veía desde los meses de mayor incertidumbre al inicio de la apertura en 1991. La situación económica, como la ven los industriales, cayó también a niveles que se habían superado desde fines de 1991.
Pueden tejerse muchas hipótesis sobre el origen de esta ola de pesimismo. A nuestro juicio, es el resultado de las sostenidas altas tasas de interés y las perspectivas de mayores impuestos.
Estos dos factores combinados golpean la demanda privada, elevan los costos de producción y reducen la rentabilidad esperada de los proyectos de inversión.
El buen comportamiento de las exportaciones no tradicionales y el aumento del gasto público son apenas paliativos menores frente a la desaceleración de la demanda privada de consumo e inversión. El mayor gasto público aumenta la demanda de algunos sectores, pero genera un efecto negativo sobre los costos laborales y sobre las tasas de interés, complicando aún más los problemas.
Estas dificultades están surgiendo por el conflicto entre la meta de inflación del 18 por ciento y el propósito del gobierno de aumentar el gasto público y asegurar altas tasas de crecimiento económico en 1995. De no resolverse prontamente, este conflicto llevará al país a una verdadera recesión.
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