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AÚN ESTÁ PENDIENTE UNA ETAPA: GANAR

Cuando la vida le marca a uno pasos en retroceso, solo queda una posibilidad para regresar al camino acertado: superar etapas. Porque no hay nada más riesgoso que aventurar con brincos.

Una experiencia que ha vivido, pero en especial sufrido, el ciclismo colombiano en los últimos diez años. Porque después de llegar al clímax, cuando Lucho Herrera ganó la Vuelta a España en 1987 y Fabio Parra subió al podio del Tour de Francia en 1988, comenzó la curva descendente del proceso. Desgaste del material, como dirían en términos científicos.
Aunque hubo esporádicas actuaciones destacadas, como la de Oscar de J. Vargas en la ronda ibérica de 1989 y las de Oliverio Rincón y de Alvaro Mejía en esas dos competencias en esta década, sería falso pretender esconder que la tendencia ha sido la del descenso.
Sin embargo, no todo ha sido retroceso, caída o fracaso. La crisis que se generó a finales de los 80 provocó un vuelco en el manejo de los equipos, en los criterios de patrocinio, en los objetivos y la preparación de los corredores. Se entró en un bache, sin duda, pero hoy, por fortuna, se ve la luz al final del túnel.
La primera etapa fue encontrar en quiénes depositar la nueva ilusión. Surgieron, entonces, los nombres de Oliverio Rincón y de Alvaro Mejía. Si bien el papel de sucesores les quedó grande, nadie puede desconocer que gracias a ellos el pedalismo nacional ha mantenido vigencia en el Viejo Continente. Para bien o para mal, es a ellos a quienes se menciona en Europa cuando de ciclismo colombiano se habla.
La segunda, muy importante, fue surtir la cantera, no descuidar la formación de los campeones del mañana. Julio César Ortegón, Julio César Rangel, Raúl Montaña, Luis Espinosa, José Jaime Chepe González, Hernán Buenahora, entre otros, todos protagonistas del proceso de las escuelas de ciclismo, han sostenido la caña , como se dice en la calle.
Y detrás vienen Juan Diego Ramírez, Libardo Niño, el campeón mundial Marlon Pérez, Carlos Alberto Silva, Hernán Darío Bonilla, Carlos Alberto Contreras, Jairo Hernández, Freddy Moncada, algunos de los cuales ya mostraron poseer pasta de campeón. Solo se requiere paciencia y tacto, mucho tacto, para llevarlos sin cometer errores.
La tercera está a punto de cumplirse. Aunque ya hubo algunas experiencias aisladas y amargas, en menos de un mes el Aguardiente Antioqueño-Lotería de Medellín de Raúl Meza hará realidad el sueño de los colombianos: ver a un equipo colombiano corriendo las principales pruebas de Europa. Disputará el Dauphiné Liberé, entre otras. Esta escuadra, sin duda la más sólida y homogénea del lote nacional, probará suerte de nuevo.
Y lo hará en una competencia que por lo general ha resultado benéfica para los intereses criollos. Ganar será la ilusión; no defraudar, el compromiso. El reto es abrir, otra vez, las puertas para el ciclismo colombiano, algo que solo se consigue con protagonismo y con victorias.
La cuarta y última etapa se desprende de eso, precisamente: triunfos. El único camino para rescatar la credibilidad y volver a merecer el afecto de los aficionados es ganar. Etapas, carreritas, vueltas grandes; lo que sea, pero ganar. Y esto solo se consigue cuando se cumplen ciertos requisitos: ir con corredores buenos. Ir con corredores buenos y fogueados. Ir con corredores buenos, fogueados y bien preparados. Ir con corredores buenos, fogueados, bien preparados y mentalizados. Ir con corredores buenos, fogueados, bien preparados, mentalizados y vinculados a equipos con posibilidades.
Un proceso, uno más, que Colombia ha cumplido etapa por etapa. Hoy, después de muchos años, por fin se llenan todos los requisitos.
Por primera vez desde la época de Lucho Herrera y de Fabio Parra, la delegación nacional en Europa está encabezada por los campeones del Clásico RCN (Raúl Montaña, con el ZG Mobili) y de la Vuelta a Colombia (José Jaime Chepe González, con el Kelme-Avianca). Ellos y una muestra representativa de lo más granado del lote nacional. Es decir, los mejores del país.
Eso, por supuesto, no garantiza éxitos o títulos. Sin embargo, tranquiliza saber que, por primera vez en años, las cosas se hicieron bien, de verdad, y ahora solo queda esperar ese toque divino que siempre acompaña a los campeones.
El estandarte de la nueva generación es José Jaime Chepe González, doble campeón de la Vuelta a Colombia. En Europa, sin embargo, debe confirmar.
Fotos: Felipe Caicedo / EL TIEMPO
Una amarga experiencia para Raúl Montaña significó su debut en el Giro de Italia, hace un año. Ahora parte por la revancha.
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