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LA DIFERENCIA ENTRE CHIVIAR Y AGRAVIAR

El viernes pasado, Día de la Enfermera, EL TIEMPO fijó su posición acerca del problema suscitado por la muerte de seis bebés en el Hospital de Kennedy el 25 de abril, en un comentario que exaltó el trabajo de las enfermeras colombianas y criticó la nociva costumbre de generalizar y prejuzgar, que en este caso generó un clima de injusta hostilidad contra ellas.

Lo anterior no libera al Defensor del Lector del deber de señalar los errores con los cuales este diario pudo haber contribuido a esa delicada situación, para que no se repitan.
Al hacerlo, el Defensor responde a las protestas de la Asociación Nacional de Enfermeras y del Colegio Colombiano de Enfermeros acerca de las noticias que se han publicado sobre el caso. Pero además cumple con un deber que lo obliga aunque no se hubiera producido protesta alguna.
EL TIEMPO ha sido más mesurado que los otros medios, sobre todo los de radio y televisión, pero no ha estado exento de errores.
La primera información sobre el caso, aparecida en la sección de Bogotá y con título en primera página el 26 de abril, incluyó declaraciones de familiares de los bebés fallecidos, en las cuales se afirmaba que el trato que las enfermeras les daban a los niños no era el mejor . No se publicó ninguna declaración de las enfermeras. En esto falló la periodista que elaboró la noticia. Ella explicó al Defensor que las enfermeras no estaban accesibles a la prensa ese día. Debió consignarlo en la noticia, para que los lectores supieran que les había dado oportunidad de defenderse.
El sábado 29 apareció en la misma sección la siguiente declaración de la enfermera Villota, hecha, según el periódico, a la Personería Distrital: Yo preparé la droga y la dejé lista y me fui y me lavé los dientes y me peiné un poquito y procedí a administrar la droga . Además se publicó esta declaración de la enfermera Adriana del Pilar Vera, también como hecha a la Personería: No sabemos la causa, lo único que sabemos es que a medida que la jefe iba aplicando la droga los niños se iban poniendo mal . Esto dejó la impresión de que se trataba de la droga fatal. Sin embargo, eso no era claro, porque la Secretaría de Salud, según se indicó en la misma noticia, determinó que esta no pudo ser administrada por la vía oral, inhalatoria o dérmica sino intravenosa, y en ninguna parte se dijo cuál había sido la utilizada por la enfermera Villota para la droga que aplicó a los bebés.
Pero hay algo más: según dijo al Defensor del Lector la periodista que cubrió la información, Deyanira Tibana, las frases citadas fueron tomadas por ella del expediente levantado por la Personería, que le fue mostrado por el Personero Delegado para el Derecho de Petición, Jorge Becerra. Pregunto: Es correcto que partes de un expediente que se está iniciando sean divulgadas a los periodistas? No configura esto una violación a la reserva del sumario? Si el Personero Delegado lo ignoró, podía hacerlo la periodista? Como Defensor del Lector, no me corresponde contestar lo primero pero sí lo segundo: no es ético, y tal vez tampoco legal, utilizar informaciones de esta índole, más aún cuando están de por medio la vida y el honor de las personas.
El mismo día 29, en la página 4A, aparecieron las usuales caricaturas de José María López ( Pepón ), la primera de las cuales mostraba una salacuna y frente a ella dos personas; una decía a la otra: Parece que, al menos por ahora, los niños no corren riesgo: el personal médico y de enfermeras están en huelga!
Sobra decir que los caricaturistas, como los editorialistas y columnistas, son libres de expresar sus opiniones, casi siempre críticas. Pero con la misma libertad se puede criticar su trabajo si incurren, como en este caso, en ligerezas o mal gusto. Porque considero que así fue, pregunté al propio autor si no consideraba que había errado. Pepón reconoció al Defensor que pudo haber incurrido en un exceso, en especial por la generalización. Dijo que solo podía explicarlo por la emoción que embargaba a la ciudad por la tragedia, sobre todo por tratarse de niños.
El director del periódico, Hernando Santos, también admitió en conversación con el Defensor que al ver la caricatura antes de su publicación no le prestó suficiente atención. Explicó que en parte esto se debió a que nunca mira las caricaturas con criterio de censor.
Volviendo a las noticias, lo que ocurrió en este caso es otra muestra de lo que pasa cuando los medios se comprometen en esa especie de carrera de caballos, encabezada por la televisión, en que se ha convertido para algunos el oficio periodístico. EL TIEMPO no tiene por qué participar en ella.
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