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UN AVIÓN NO ME DEJÓ SER ALCALDE

El 3 de enero de 1993, Vicente Londoño Calle, don Goyo , estrenó de todo: camisa, pantalón, zapatos y ropa interior. Se subió, a un avión que lo llevaría hasta San José del Guaviare. Iba a posesionarse como alcalde de Calamar, luego de haber sido nombrado a dedo por el entonces gobernador del departamento, Jorge Alberto Zapata. Unos minutos antes de aterizar en el aeropuerto de la capital del Guaviare, la aeronave se fue al piso con alcalde y todo.

Edmer Tovar
En ese momento yo era el pasajero más importante, pero también, el único que resultó herido dice don Goyo , quien llegó hace 50 años a la región detrás de la chanfa que le ofreció una compañía estadounidense que operaba en la zona.
Fue una falla mecánica la que lo dejó sin puesto, a pesar de que el gobernador lo esperó seis meses a ver si se recuperaba para posesionarlo en el cargo.
Londoño Calle iba a ser el último y el primer alcalde de Calamar, de esos que hasta hace poco eran nombrados por recomendaciones políticas. Como el pueblo acababa de ser exaltado a la categoría de municipio necesitaba un alcalde.
En San José, todo estaba listo para recibir al mandatario de Calamar, un paisa de figura esquelética, baja estatura, descamisado y narizón, que en ese entonces tenía 74 años.
La gente esperaba ver a don Goyo bien vestido. Nadie le conocía su pinta. Sin embargo, a la hora de la posesión lo único que llegó fue la noticia del accidente del avión en que viajaba el nuevo alcalde.
Los primeros que llegaron al pueblo fueron el piloto y los otros cuatro pasajeros que viajaban en la misma aeronave.
Una hora después apareció don Goyo , a quien sus compañeros de vuelo habían dado por muerto, pues no se imaginaban que a su edad podría salvarse de semejante golpe.
Las demás personas que iban en la aeronave salieron ilesas y abandonaron el avión, el cual amenazaba con incendiarse. Don Goyo fue el único que sufrió heridas de gravedad. Su cuerpo quedó aprisionado por una parte del aparato accidentado.
Me estaba quemando
Todos salieron corriendo y me dejaron con el avión encima , contó don Goyo .
Cuando los pedazos de la aeronave se estaban incendiando, aparecieron dos cazadores que habían escuchado el golpe y los gritos de los pasajeros en momentos en que intentaban abandonar el lugar.
Los hombres llegaron a caballo al sitio del accidente en momentos en que el avión estaba siendo consumido por las llamas. En medio del incendio alcanzaron a ver a una persona. Se arrimaron y se dieron cuenta de que estaba viva. Uno de ellos se envolvió un poncho en la cara, se acercó a la candela y amarró a don Goyo de las manos con un rejo. Lo jalaron con un caballo alejándolo de las llamas para poderle tomar los signos vitales.
El hombre está vivo. Llevémoslo rápido al pueblo , dijeron los cazadores, quienes se habían convertido en los salvavidas del primer alcalde de Calamar.
Cuando Don Goyo llegó a San José, los preparativos para su posesión ya habían sido desmontados. Las autoridades estaban esperando el cuerpo del alcalde.
Don Goyo está vivo , gritaba la gente, mientras él era atendido en el hospital de San José. Duró varios días en estado de coma y luego entró en período de recuperación.
Zapata, el gobernador, me dio un plazo de seis meses para recuperarme, o de lo contrario tendría que derogar la resolución para nombrar un alcalde en propiedad. Duré un año incapacitado. No puede ser alcalde por culpa de ese avión .
Calamar ya era municipio, pero no tenía alcalde y por eso fue necesario nombrar a Aristóbulo Briceño quien asumió el cargo por designación directa del Gobernador.
No era un principiante
A Vicente Londoño Calle lo conocen en la región con el apodo de don Goyo pero nadie sabe por qué. Me dicen así por que uno de mis hijos se llama Gregorio y en el colegio lo llamaban Goyo . Cuando sus compañeros de estudio me veían en la calle me decían adiós don Goyo . Entonces la gente comenzó a llamarme así.
Yo soy el único caballero que no pudo repetir . Don Goyo había sido alcalde de San José cuando el Guaviare era apenas una comisaría.
A pesar de que don Goyo es un bachiller que apenas alcanzó a estudiar unos meses de teología en Medellín, hace unos años desempeñó el cargo de auditor fiscal en Guainía y Vichada, y ha sido concejal en varios municipios de la región.
Ahora me desempeño como tinterillo en Calamar. La gente me paga por hacer memoriales, promesas de compraventa y redactar toda clase de cartas. Como concejal del pueblo me gano 200 mil pesos trimestrales, pero yo me rebusco otros pesos con un altavoz a través del cual transmito mensajes y razones a la gente. Y aunque en Calamar dicen que yo soy un personaje, la posibilidad de ser alcalde, definitivamente me la tumbó un avión .
Edmer Tovar
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