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VIETNAM

Las revistas internacionales y nacionales, los periódicos, en fin, todos los medios de comunicación llenan sus páginas con relatos sobre la salida de los norteamericanos de Vietnam, al experimentar la nación más poderosa del mundo su primera derrota en una guerra.

No es difícil recordar el abismo en que se sumieron los Estados Unidos cuando enfrentaron a los comunistas coreanos y a la China en Vietnam. Más que en las disputas raciales, los norteamericanos se dividieron. Gigantescas protestas, hábilmente explotadas por los extremistas, estuvieron a punto de llevar al país a un caos y amenazaron con trazar una línea ideológica divisoria de gran peligro. Con su derrota, el mundo veía muy cercana la victoria del imperio comunista y la caída de los regímenes anticomunistas en el Asia.
Veinte años después, y analizando lo ocurrido, se llega a la conclusión de que no pasó nada . Fue una guerra absolutamente inútil. La victoria comunista no influyó para sostener el sistema, no sólo en Asia sino en el resto del mundo. La China se salvó de milagro, pero el experimento socialista también comenzó allí a declinar. Los miles de muertos fueron en vano y hoy, a dos décadas del conflicto, los vietnamitas abren sus puertas casi desesperadamente para que llegue el capital extranjero, especialmente el norteamericano; los lujosos hoteles se apresuran a occidentalizarse para recibir las divisas que los turistas aportan en sus viajes. Impera el estilo de vida contra el que lucharon hace 20 años.
No hay libertad, es cierto, pero la corrupción, el contrabando y todos los horribles pecados de la burguesía, persisten. La ciudad de Ho Chi Minh vuelve a ser la vieja Saigón, y curiosamente los ex combatientes norteamericanos gozan retornando a esos sitios donde tantos compañeros cayeron. Son recibidos con gran alegría. Y otro curioso dato más: emprenden obras para ayudar a sus antiguos enemigos. Repetimos: todo lo que pasó en Vietnam fue inútil. La caída del comunismo estaba trazada, la victoria socialista no produjo el efecto dominó, o sea los países siguieron como eran. Lo que casi se cae fue el régimen de los chinos, que pasó por pruebas sumamente peligrosas y las que pudieron dominar gracias al uso de la fuerza.
Todo eso pone a pensar acerca de para qué sirvió Vietnam. Aún recordamos la pasión de los presidentes norteamericanos por ganar esta guerra y hoy, cuando se abren las páginas del libro donde McNamara, personaje fundamental en la contienda, que escribe sus memorias sobre la guerra más absurda e inútil del mundo, reconoce el error de haberla librado. Es fácil percibir en el libro la equivocación impresionante de los politólogos que casi destruyen a los Estados Unidos para impedir el crecimiento y la expansión de una ideología que debería haberse impuesto con la victoria comunista, pero que, por el contrario, se esfumó ante el fracaso de sus proyecciones materiales o espirituales.
Veinte años después nos preguntamos: qué habría pasado si no hubiera ocurrido la guerra de Vietnam?
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