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Entre las gambetas y la chicha

Los 28 jugadores del equipo de fútbol más famoso de Riosucio se destacan por alternar danzas ancestrales con gambetas. Los embera chamíes y katíos que lo conforman tejen pases con la misma técnica, táctica y concentración con que gozan su folclor y sus bailes.

Esa alegría y su organización han sido la clave para triunfar en su debut en
la división menor del fútbol aficionado colombiano.
Hoy, el Resguardo Cañamomo y Lomaprieta, el primero conformado solo por
indígenas en la historia del campeonato, es segundo en la tabla del grupo
Eje Cafetero de la Primera C.
Está constituido como club deportivo, como cualquier equipo profesional,
pero no tiene presidente sino gobernador y en lugar de junta de accionistas,
Consejo de Gobierno y Cabildo. Por eso, detrás no hay millonarios
empresarios o poderosos accionistas, sino 13 mil habitantes del resguardo,
encabezados por el gobernador, Héctor Vinasco.
De los 28 jugadores, 22 son de Cañamomo y Lomaprieta, 4 son de los
resguardos Nuestra Señora de La Montaña y Escopetera y Pirsa –también de
Riosucio–, y 2 del asentamiento La Trina, parte de un resguardo en Supía
(Caldas).
Yorman Andrés Vargas, de 15 años, vive en la vereda Pulgarín, de Cañamomo,
de donde emprende 45 minutos de camino dos veces a la semana para entrenar
en el estadio de la comunidad de Sipirra, muy cerca de la zona urbana de
Riosucio. Su padre, Efraín Vargas, es cabildante.
“Mi sueño es ser futbolista profesional y médico”, dice Yorman, quien al
mismo tiempo que quiere emular a los brasileños Ronaldiño y Kaká, cultiva
con sus padres la tierra como lo hicieron sus ancestros desde hace siglos.
Johan Sebastián Largo, de 16, tiene el cabello negro, lacio, corto y
facciones típicas de los chamíes, es delantero y vive en la vereda Panesso
(Cañamomo), a una hora en carro de Sipirra. También sueña con lo alcanzado
por jugadores de Riosucio como ‘La Cachaza’ Hernández, César ‘El Indio’
Hernández y Julián Díaz, pero también quiere aprender la lengua ancestral.
La pasión tras una pelota
El mismo empeño que ponen en los entrenamientos y partidos, los jugadores
de este equipo lo dejan en el Proyecto Embera Kirimcha Haraparadé (Escuela
de Pensamiento Embera), uno de cuyos fines es adoptar la lengua embera.
El proyecto es impulsado por la Organización Hilfswerk Austria, con
financiación de la Unión Europea y el Consejo Regional Indígena de Caldas
(Cridec).
William Díaz, embera y ex jugador de fútbol aficionado, dirige el equipo y
lo define como un grupo calificado, comprometido y alegre. “Al fin de
cuentas somos indígenas”, dice para hacer referencia a que Mayas y Aztecas
jugaban ‘fútbol’ con pelotas de hule mucho antes de la llegada de los
españoles.
Juan Pablo García Uchima, coordinador del área de juventud, recreación y
deporte del resguardo, agrega que para los jugadores son tan importantes sus
tradiciones como aprender la técnica y las gambetas que este deporte que
despierta pasiones.
Una muestra es que el equipo no tiene ‘aguatero’ –que reparte agua– sino
‘guarapero’. Cuando es local, la hinchada copa el estadio, unas 2 mil
personas, y da rienda suelta a una de sus tradiciones: tomar guarapo en
calabazo.
Y en las ‘chivas’ (buses escalera) que los transportan a donde deben jugar
de visitantes, no faltan las ollas de guarapo. “Es tan indispensable como
los guayos y los uniformes”, dice Carlos González, representante del equipo
ante la Difútbol.
Es tan importante la costumbre que en ocasiones los jugadores toman chicha,
más suave que el guarapo, durante los entrenamientos. “Guarapo no pueden
tomar ni por equivocación”, advierte Díaz.
El equipo ha logrado tal impacto, que la organización del resguardo gira
alrededor de él, con sus costumbres y tradiciones, explica Édgar Tapasco,
también indígena y alcalde Riosucio.
NO FALTA EL GUARAPO
‘‘Para el público que va a ver el juego, llevar el guarapo es tan indispensable
como los guayos y los uniformes para los futbolistas de nuestra etnia”.
Carlos González, representante del equipo ante la Difútbol.
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