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PILAS, VENEZUELA!

Hay cosas elementales que nuestros hermanos venezolanos parecen no entender. Tal vez porque cierto anticolombianismo visceral y emotivo les nubla la razón. Tómense, por ejemplo, las furiosas reacciones iniciales contra Maza Márquez por su declaraciones sobre los peligros del narcotráfico que acechan al vecino país. Una advertencia de buena fe; indiscreta tal vez, posiblememte inoportuna (es que el general también está en campaña electoral y tiene su conocido libido figurandi ), fue tomada como una campaña de Colombia para desprestigiar la democracia venezolana.

Colombia no es el país más autorizado para hablar de narcodemocracias , dijo el presidente del gremio industrial de Venezuela. La ministra de Información calificó las opiniones de Maza como una campaña inaceptable contra ese país. Para el canciller Ochoa Antich se trata de una maniobra que busca dañar la imagen del país en el exterior y vulnerar nuestro porvenir . En igual tónica se pronunciaron diversos líderes políticos, gremiales y militares.
Por favor, señores. Para comenzar, si hay algún país autorizado para hablar de este problema es Colombia, que lo ha padecido como ningún otro en sangre propia. Pero cuando habla un individuo, llámese general en retiro o político en campaña (casoe que el narcotráfico haya penetrado a los partidos. El candidato Alvarez Paz, tal vez el más serio de los aspirantes a la Presidencia, sostiene que es absurdo negar la existencia del problema. La propia Iglesia exige que el Gobierno investigue la financiación de los partidos. Y, finalmente, el Fiscal Ramón Escovar Salom, quien no se caracteriza por su colombianismo y había rechazado enfáticamente las denuncias de Maza, ahora anuncia que las investigará a fondo.
La cosa, pues, es grave. Y se vuelve aún más en época de campaña electoral, que es cuando el narcotráfico más aprovecha para desplegar sus métodos de infiltración y corrupción.
Cabe recordar que en Colombia el primer gran escándalo estalló en 1983, con las denuncias sobre dineros calientes en la política, que condujeron al asesinato del ministro de Justicia Lara Bonilla. La primera vez que la mafia atentó contra la cabeza misma del Estado.
De ahí en adelante la pesadilla es bien conocida. En Venezuela tal vez no alcanzan a imaginar el horror que significa que una mafia multimillonaria intente apoderarse de un país, intimidar a sus instituciones y sobornar a su sociedad.
Se trata de que al vecino país jamás le toque vivir algo parecido. De que aprenda de nuestra trágica experiencia y sepa defenderse a tiempo. No es minimizando la gravedad del fenómeno, ni buscando falsos culpables (los pérfidos colombianos, por supuesto), como van a poder enfrentar el peligro. Ni es tapando el sol con las manos como se puede combatir la ofensiva de un enemigo tan temible.
El narcotráfico es experto en dos cosas: la corrupción y la violencia. El soborno o la amenaza. Cuando no funciona la una, se aplica la otra. Ya el mencionado jefe militar del Zulia denunció que había sido amenazado de muerte. Otro síntoma para tener en cuenta.
Se trata, además, de un fenómeno económico apabullante y sin escrúpulos. Que en países pobres, o en trance de empobrecerse, o con tradición de corrupción privada y estatal, encuentra complicidad social y tiene un enorme poder de penetración. Este suele concentrarse inicialmente en la fuerza pública (para neutralizar la represión); en el sistema financiero (para facilitar el lavado de sus dineros) y en los partidos políticos (para comprar lealtades que luego se cobran).
En todos estos frentes tendrá Venezuela que estar muy atenta para impedir que avance y se consolide una amenaza que ya camina con pasos de animal grande. Pero esto no se logrará con torpes nacionalismos, ni asumiendo la posición del avestruz. Pilas, hermanos, que la vaina es seria!
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