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VEEDURÍA EXTERNA PARA ELECCIONES

El ex presidente Alfonso López Michelsen propuso anoche que las elecciones presidenciales del año entrante cuenten con veeduría internacional, teniendo en cuenta que pueden ser sumamente disputadas . López fue objeto de un nutrido homenaje que ofreció el ex presidente Belisario Betancur en la Fundación Santillana. Para quienes vivimos las elecciones presidenciales de 1970 y las de 1978, cuando la victoria no fue rotunda, pensamos que se le ahorraría al país una eventual turbulencia política con la oportuna y previa garantía del proceso electoral , dijo López al sustentar su propuesta.

Durante el acto fue lanzado el libro del ex mandatario Grandes compatriotas , publicado por Tercer Mundo Editores, y en el que hace una semblanza de 23 personajes que contribuyeron a forjar la reciente historia del país.
López también fue condecorado anoche por el presidente César Gaviria con la Cruz de Boyacá. En el discurso pronunciado en la Fundación, pidió no hacer cuentas alegres con los recursos petroleros de Cusiana.
El siguiente es el texto del discurso pronunciado por el ex presidente Alfonso López Michelsen en la Fundación Santillana durante el homenaje por sus 80 años de vida:
No deja de ser una afortunada coincidencia, entre tantas otras que me permiten alcanzar la serenidad de los ochenta años en este día, el que corresponda a usted, Señor Presidente Belisario Betancur, llevar la palabra en este acto.
Si, por otra parte, es algo que avala nuestra civilización política, por otra, en mi caso personal, cobra especial significación que el oferente sea mi competidor victorioso en uno de los episodios decisivos de mi vida, como fuera mi segunda candidatura presidencial.
Esta recopilación de notas necrológicas, escritas a lo largo de más de 40 años, se publica por iniciativa suya, como lo había hecho hace algunas semanas con el Presidente Lleras Restrepo: una forma elegante de recordarnos que es mucho más joven que ambos y, sin duda alguna, más activo como gestor de la paz en Centroamérica, Consejero de la Santa Sede en grandes menesteres espiriturales y, con la colaboración de la Fundación Santillana, mecenas de la cultura.
Como un gran número de nuestros compatriotas, soy de los que piensan que su verdadera carrera era la vocación eclesiástica, y no dejo de lamentar que, ante las tentaciones de este mundo, y principalmente la del poder, hubiera abandonado el seminario y ahorcado los hábitos.
Estos recuerdos, que no otra cosa son los ensayos cobijados con el pomposo título de Grandes Compatriotas , deben tener para mis lectores sabor al Valle de Josafat. En todos ellos se evoca a colombianos ya muertos a quienes profesé admiración y afecto. Son artículos escritos con amor, y ajenos a todo sentimiento de rencor o de frustración. No sería de buen recibo que se aprovechara una celebración como ésta para disparar dardos envenenados o abrir la puerta a recriminaciones contra otras personas, vivas o muertas.
No se equivocan quienes sospechan que, por asociación de ideas, soy el primero en rememorar la ceremonia con la que en circunstancias semejantes mi padre se despidió de la vida pública en el Aula Máxima de la Universidad Nacional de Colombia.
Poco tuvieron en común nuestras dos trayectorias vitales, y modesto será mi recuerdo en la memoria de mis conciudadanos al lado del recordatorio permanente que se hace de la obra de López Pumarejo.
Si algo tuvimos en común fue aquello que él llamara su doctorado en colombianismo . El lo optó en la vida de los negocios, como comprador de café en las plazas de Cundinamarca, del Tolima, de Antioquia y del antiguo Caldas. El mío lo obtuve en la vida política, visitando en avión, en tren, en jeep, en canoa, a lomo de mula y, aún a pie, los rincones de Colombia.
Se ha dicho que el servicio militar sirve para familiarizar a los jóvenes con las gentes de su país. Algo semejante fue mi tardío periplo político como jefe del MRL, un experimento que cuantitativa y cualitativamente mal puede compararse con cuanto vino a suceder más tarde. Fue, quizá, el último episodio de mística partidista, cuando, sin recursos económicos, sin medios de comunicación, sin participación en el gobierno y contra lo más granado de la generación que había surgido con la República Liberal, mantuvimos vivo el fuego sagrado de la democracia deliberante.
A medida que corría el telón, el sentimiento de patria siempre presente en la diversidad de sus regiones. Y era de ver, como identificábamos las poblaciones más remotas, cada una con sus características. La semejanza de Ancuya en Nariño, con Amagá, en Antioquia, no era simplemente onomatopéyica. Nos lo decían los habitantes del poblado nariñenses que sabían de la existencia de una ciudad gemela, que, como su terruño, podía divisarse a distancia recostada sober la ladera. O viajar por los ríos del Caquetá, tras dejar El Doncello y Paujil, de connotaciones guerrilleras, y sentirse por unos instantes transportados a Majagual o a Guaranda, en Sucre, camino de la Boca del Cura ...
Entre tantos sitios encantadores, cómo olvidar la provincia de Valledupar y Padilla, que resurgiría de sus cenizas con el nombre de Departamento del Cesar? Una tradición familiar, la de la abuela Pumarejo, muerta al salir de la adolescencia, nos ataba a las sabanas legendarias en donde fui cultivador de arroz y admirador de un estudiante del Colegio Loperena, de nombre Rafael Escalona, cuyas composiciones se conocen en el mundo de habla hispana. Si mi imagen política se proyectó en aquellos años sobre la Costa Norte de Colombia y, más tarde, sobre todo el país, se lo debo a aquel rincón olvidado entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía de Perijá. Fue también a orillas del río Guatapurí donde surgió el cariñoso mote de La Niña Ceci , para designar a quien ha sido mi incomparable fiadora ante la opinión colombiana. El 75 por ciento de mi carrera se lo debo a Cecilia Caballero.
Y, por qué no decirlo? Afectivamente también Panamá tuvo cabida entre mis preocupaciones, como si aún formara parte de Colombia. Jamás se pondrá suficiente énfasis en la importancia de esta porción de nuestro territorio en la evolución de la Nación Colombiana, como centro de intrigas internacionales, polo de desarrollo y recurso fiscal y económico. Hombres de estado colombianos fueron oriundos del Istmo y la perla de la Corona, fuente permanente de divisas, fue el ferrocarril de Panamá que estaban obligados a usar europeos, asiáticos y americanos, cuando hacían el tránsito entre los dos océanos.
El solo rememorar el ambiente en que se cumplió este proceso de persuasión multitudinaria, en el que con agitar de ideas desde las tribunas de la plaza pública se conquistaba el voto popular, ahonda mi convicción de que ya transcurrieron mis tiempos y que pretender seguir desempeñando un papel protagónico en la política sería como comprometerme en el baile del meneíto , cuando apenas pude malbailar el valse de los saraos de mi generación.
Y, no porque condene las innovaciones de los últimos 20 años, cuando se produjo la liberación femenina, la virginidad perdió su importancia, al tiempo con la del frac, y se puso de moda entre la gente de sociedad el vestirse de bluejeans, mientras las damas del pueblo raso se lanzaban a la minifalda. Los computadores cavaban una fosa insalvable entre quienes aprendimos en el tablero las cuatro operaciones y la lectura en la cartilla de Baquero, y esta generación del computador y de la televisión, a quien se le está olvidando el alfabeto. Ha sido una transformación tan grande que sería vano pretender participar en el juego de las ideas con la obsoleta escala de valores de mi tiempo.
La condición de espectador, de crítico, tiene sus encantos y el error consistiría en confundir el papel de juzgador con el de actor o protagonista de la historia que se está forjando. Prefiero quedarme con mis muertos a entorpecer la acción de quienes a justo título nos han relevado en la vida pública.
Fue también, un 30 de junio, hace 20 años, cuando una convención del liberalismo me escogió como candidato a la Jefatura del Estado. Desde allí cumplimos la tarea que le habíamos propuesto a la Nación: transformar la Colombia enclaustrada entre cuatro paredes de aranceles en una Colombia exportadora, el Japón de Suramérica , con una hipérbole semejante a la que durante el siglo XIX hizo a Santa Fe de Bogotá acreedora al nombre de Atenas Suramericana .
Nada tiene que ver la Colombia contemporánea con la de los cien años anteriores, cuando nuestros ingresos per cápita en moneda dura eran tan bajos como los de Haití e inferiores a los de Ecuador o Guatemala. Pensábamos que para 1994 el país tendría un presupuesto anual de divisas del orden de los US$ 10.000.000.000,oo. Sería el fruto de sumar las exportaciones existentes hasta entonces, empezando por el café, el banano y las llamada menores , con los ingresos provenientes de la nueva política petrolera, del contrato de explotación del Cerrejón y de haber dejado para la firma el contrato de joint venture de Cerromatoso. No contábamos con la caída de los precios del café, que calculábamos con base en US$ 1,00 la libra. Algo semejante a lo que les está ocurriendo a quienes hablan, como si ya fuera una realidad, de la bonanza petrolera de Cusiana. Hacen caso omiso de la vertiginosa declinación de los yacimientos de Caño Limón y del aumento del 4 por ciento anual en el consumo doméstico. Aventuran cifras de exportación de petróleo partiendo de la base de que el consumo doméstico será provisto por Caño Limón, sin darse cuenta de que no son sumas adicionales. Exactamente como nosotros que jamás sospechamos que el petróleo iba a reemplazar un déficit cafetero, sino que sumábamos lo uno y lo otro.
Solamente en el mediano plazo, al final del decenio, Colombia superará la escasez de divisas que caracterizó la economía de nuestro siglo XX.
La nueva política en materia de hidrocarburos se impuso, gracias a la Emergencia Económica, contemplada en el artículo 122 de la Constitución entonces vigente. Se asimiló el régimen del gas al del petróleo, se abolió el sistema de contratos de concesión, pero, sobre todo, al establecerse por medio de leyes, decretos y resoluciones una nueva estructura de precios, se hicieron posibles los descubrimientos en el piedemonte llanero con el regreso de la inversión extranjera. El impacto económico, fiscal y cambiario de esta riqueza que permaneció por años en las entrañas de la tierra, a causa de la equivocada política petrolera anterior es sólo comparable a las repercusiones que tuvo para la industria criolla la ampliación del mercado nacional, con la política de salarios y prestaciones de la revolución en marcha .
Lo oneroso de la explotación de estos yacimientos, pese a la excelente calidad del nuevo crudo en oposición a los anteriores hallazgos en nuestro territorio, hará mucho más costoso el combustible colombiano.
Estos factores no nos autorizan a compartir las cuentas alegres de la lechera de las voces oficiales. Pensar que el precio del petróleo registrará un alza considerable a la vuelta de pocos años es una completa utopía. Lo previsible es una sobreoferta del combustible tan pronto como los yacimientos rusos hayan sido reactivados por los capitales norteamericanos y la China Popular adopte en su territorio continental los principios de coparticipación con el capital extranjero que se vienen poniendo en práctica en su plataforma submarina. Los precios actuales se sostienen por la peculiar situación de entredicho internacional de Irak y, mal que bien, la política de la OPEP mantiene su control sobre la producción de Arabia Saudita y los Emiratos Arabes. Es dudosa la supervivencia de este mecanismo. Alcanzar con un mercado superabastecido los precios que prevalecieron cuando la OPEP controlaba el 70 por ciento o el 80 por ciento de la producción mundial, será muy difícil.
El dicho bogotano, según el cual: Ahora que estamos tan contentos por qué no nos vamos para otra parte , tiene aplicación en el caso de los petróleos. No sabemos a ciencia cierta cuál será la producción de Cusiana y Cupiagua, en los próximos años, pero ya estamos preocupados con los problemas que se le presentarán al país por el exceso de divisas. Yo diría que ahora, que estamos tan contentos, por qué no nos concentramos en rodear de garantías y salvaguardias la promisoria situación existente, en lugar de desentendernos de la explotación y preocuparnos por la futura afluencia de dólares.
Para encontrar el petróleo fue necesario perforar a 15.000 pies de profundidad, pero más duro que la perforación de la roca ha sido el empeño de redimir a nuestros compatriotas del lavado de cerebro con respecto a la inversión extranjera. Todavía no nos ha llegado la noticia de que el tema ya ha sido superado aun en los regímenes comunistas de China, de Angola y otras economías semejantes.
Mal podemos tomar como una injerencia indebida el que los socios extranjeros en los contratos de asociación nos demanden que el Estado asuma responsabilidades con respecto a los atentados guerrilleros contra sus instalaciones. Retomando el ejemplo de Angola, si, durante la guerra civil se les pidio a los ejércitos regulares de ese Estado comunista defender los yacimientos explotados por los norteamericanos en la plataforma submarina, no debemos extrañarnos de que las multinacionales nos exijan determinadas garantías en cuanto a la reposición de los equipos afectados por la guerrilla. Yo diría que es una cuestión negociable.
El concepto de soberanía a la antigua se ha ido esfumando en el mundo moderno. Unos Estados intervienen en otros so pretexto de proteger los derechos humanos, de luchar contra el narcotráfico, de preservar el medio ambiente. Qué sé yo! Más aún, los procesos electorales suelen ser supervigilados por instituciones o comisiones foráneas. Yo mismo formé parte de la Comisión encargada de garantizar la transparencia de las elecciones nicaragenses. El ex presidente Betancur interviene periódicamente, a nombre de la ONU, en el proceso de paz salvadoreño, y el ex canciller Ramírez Ocampo participa en la restauración del Presidente Aristide en Haití. Tan lejos se ha avanzado en este campo, que las recientes elecciones mexicanas fueron supervisadas por la Comisión Carter y un numeroso grupo de la misma comisión multinacional actuó como veedor de la elección norteamericana en la que resultó elegido Clinton.
Me pregunto si, deshaciéndonos de prejuicios chauvinistas, el Partido Liberal no podría prestarle un gran servicio a la Nación en adelantarse a pedir una veeduría como la de la Comisión Carter. Las próximas elecciones serán eminentemente disputadas, y, para quienes vivimos las elecciones presidenciales de 1970 y las de 1978, cuando la victoria no fue rotunda, pensamos que se le ahorraría al país una eventual turbulencia política con la oportuna y previa garantía del proceso electoral.
Lo insinúo ante usted, señor Presidente Betancur, y ante los amigos aquí reunidos en un acto que nada tiene de político sino de noble y afectuoso. Inolvidable para mí y para Cecilia que nos sentimos privilegiados por haber contado en la vida con amistades nacidas en las más disímiles circunstancias, desde los bancos de la escuela, la vida universitaria, la brega política, la vida en el extranjero, la comunidad de intereses deportivos, afectos tan perdurables como para estar acompañándonos en el día de mi ingreso a la cuarta edad.
Conseguir una veeduría internacional para las próximas elecciones sería mi granito de arena en la búsqueda de la paz, ahora, cuando no me resta ambición distinta de la de contar con la estima de este auditorio en el apacible atardecer de mi vida de hombre público.
Cruz de Boyacá a López Michelsen
Un reconocimiento al ahínco con el que el ex presidente Alfonso López Michelsen ha dedicado su vida a la búsqueda de alternativas de la realidad colombiana hizo el primer mandatario César Gaviria, al otorgarle la Cruz de Boyacá.
En su discurso, el Presidente manisfestó que López hace parte del selecto y prestigioso grupo de nuestros grandes dirigentes y agregó. Usted ha sido uno de los protagonistas más notables de nuestra vida pública y, sin duda, uno de nuestros más notables escritores e historiadores .
Durante la ceremonia, Gaviria Trujillo anotó que el historiador ha contribuido no sólo a transformar la vida colombiana, sino a interpretarla. Avaló sus memorias y trabajos en donde, dijo, ha dejado consignados sus pensamientos sobre la evolución histórica nacional y además, los consideró como patrimonio cultural.
Han ayudado a dar ese particular tono de alta cultura a muchos de nuestros debates políticos. Y, sin duda, su profundo conocimiento de nuestro pasado ha contribuido a dar solidez y realismo a sus intervenciones, siempre tan llenas de experiencia y sensatez , dijo al referirse a los documentos de López.
Resaltó la labor del ex presidente como político y líder. Gaviria consideró a López como un hombre con logros brillantes en la actividad política. (...) a diferencia de muchos de nuestros dirigentes, usted combinó, desde 1958 cuando ingresó en el torbellino político, una inmensa capacidad para producir nuevas ideas y para expresar enfoques cada vez más originales, con el manejo hábil y exitoso de los mecanismos de poder y de la administración , manifestó.
Luego procedió a recordar el protagonismo de López en el Movimiento Revolucionario Liberal y su ayuda para superar los obstáculos de la modernización del Estado y de la política en los últimos treinta años.
Alfonso López Michelsen dio, durante su gobierno, los primeros pasos en el largo camino a la apertura del país. Su reiterada invitación a hacer de Colombia un Japón de Suramérica, fue finalmente adoptada por la sociedad colombiana , anotó el presidente Gaviria.
Finalmente, exaltó la labor de López como agitador de ideas, al calificarlo como maestro en el arte de iniciar una discusión afirmando algo que no comparte, dijo, de tal suerte que los demás entran al debate como entra el toro a la plaza, para terminar donde él quería desde el principio.
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