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Sicarios colombianos que sirvieron a los carteles de Medellín y Cali adiestran pistoleros en México

Este año sus viajes al país norteamericano se incrementaron, por la agudización de la guerra entre los carteles y de estos con las autoridades, que en lo que va del 2007 deja 1.200 muertos.

De eso dan cuenta documentos de agencias estadounidenses y colombianas, y el testimonio de un oficial de la Policía colombiana.
Uno de los sicarios es 'K-6'. Detrás de ese alias, que hoy por hoy es uno de los más temidos en el bajo mundo de la mafia mexicana, se esconde un hombre que empezó a sonar en los archivos criminales en Colombia desde 1988, cuando los paramilitares cometieron una de sus más grandes masacres en Antioquia.
Es el teniente (r) del Ejército Edgardo Hernández. Su rastro se perdió poco después de la matanza de Segovia, cuando 43 personas fueron asesinados por los 'paras'. Por ese crimen fue condenado a 18 años de cárcel que nunca cumplió.
Se sabía que estuvo con las autodefensas y con capos de Antioquia y el norte del Valle y ahora su rastro ha vuelto a aparecer, pero miles de kilómetros hacia el norte.
Este año, los carteles de la droga mexicanos han producido la más cruenta ola de violencia interna de toda la historia de ese país y, según informes de inteligencia, hombres como Hernández son actores de primera línea en esa escalada.
Informes de las autoridades colombianas señalan que además de Hernández, a México habrían viajado este año unos 17 hombres que sirvieron a las estructuras de los extintos capos Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, el 'Mexicano'.
"También se recibió información de que allá están hombres pertenecientes a las oficinas de cobro de los carteles del Norte del Valle y que tienen nexos con 'Jabón' y 'don Diego'", afirma la fuente.
Entre los matones que se fueron para México, además de Hernández, habría cuatro ex miembros de la Fuerza Pública.
A comienzos de este mes, en la ciudad de Tepalcatepec, estado de Michoacán, el ejército de ese país detuvo a los colombianos Luis Eduardo González, José Luis Ortega y Luis Jaime Montoya.
Más que el hecho de que fueran colombianos, lo que llamó la atención de las autoridades fue el poderoso arsenal que tenían en su poder.
Las autoridades mexicanas los presentaron como algunos de los instructores y proveedores de armas de los sicarios locales.
Sicarios como escoltas
Lo que se sabe es que los colombianos imparten instrucción a los aprendices mexicanos sobre técnicas de interceptación de vehículos, ataques desde motocicletas y prácticas de interrogatorios.
Un poco, señala una fuente, están replicando la situación que se dio en el país a mediados de los 80, cuando mercenarios israelíes y británicos llegaron a Colombia a instruir a los que después serían conocidos como los grandes asesinos del cartel de Medellín y los grupos de autodefensa.
"También dan clases de cómo manejar esquemas de seguridad. Incluso, algunos capos colombianos que están allá, como los 'Pirañas' (los hermanos Víctor, Darío y William Valencia Espinoza, socios de los carteles de Tijuana y Juárez) han conformado su más cercano anillo de protección con pistoleros criollos", le dijo a EL TIEMPO un alto oficial de la Policía.
En los expedientes de las autoridades hay por lo menos cinco casos documentados de sicarios que fueron llevados exclusivamente por narcos mexicanos y colombianos para hacer 'trabajos' en ese país y que luego fueron abandonados a su suerte.
Uno de ellos, que trabajaba con una 'oficina de cobro' de Cali, llamó a la Policía desde Ciudad de México en marzo.
Acusó a uno de los Valencia de haberlo contratado por varios miles de dólares para cometer un asesinato y se ofreció a colaborar, pero luego de-sapareció misteriosamente.
Las autoridades no descartan que haya sido eliminado por sus antiguos patrones.
La presencia de los colombianos, de todos modos, no le quita protagonismo a la violencia de los sicarios locales, que hace rato igualaron en crueldad a los colombianos.
El general (r) Luis Enrique Montenegro, ex director de la Policía Nacional y uno de los hombres que dirigieron la lucha contra los carteles de la droga de Medellín y de Cali, no tiene dudas al respecto.
"El perfil de los de allá (México) es mucho más violento", asegura Montenegro.
Pero las mafias de los dos países no solo intercambian matones.
Se sabe que contadores colombianos han sido enviados por los narcos a sus socios mexicanos, para ayudarlos a ocultar sus fortunas en una maraña de negocios aparentemente legales.
Esa es un área en la que se mueven como peces en el agua capos como Fabio Ochoa Vasco, el hombre que acaba de provocar una tormenta en el país por sus declaraciones sobre una supuesta infiltración 'para' en la campaña presidencial del 2002 y que está casado con la hija de Salvador Briceño, uno de los grandes capos del país del norte.
Ese intercambio fluido se confirmó esta semana con la captura de Otto Herrera García, capo guatemalteco emparentado con el poderoso cartel de Sinaloa.
Herrera, según las pistas que han encontrado las autoridades, tenía planeado encontrarse con gente del cartel del norte del Valle, su principal proveedor. Se investiga por qué el día de su captura estaba con él un capitán retirado de la Policía, que finalmente fue dejado en libertad porque no tenía antecedentes.
También en España
El traslado de la violencia generada por el narcotráfico colombiano empezó a convertirse en un problema para España desde finales de los 90.
Ese país europeo registró varias decenas de crímenes a los que no estaba acostumbrado y que estaban relacionados con temas de narcotráfico.
Las pesquisas, que dejaron a varios sicarios en cárceles ibéricas, determinaron que varios miembros de las llamadas oficinas de cobro se trasladaron a Europa persiguiendo a antiguos miembros de las mafias que habían huido del país.
En un solo golpe, el año pasado, la Policía española capturó a 10 colombianos a los que acusó de ser miembros de una red de sicarios. En no pocos casos las víctimas eran ciudadanos locales.
Los investigadores señalaron que pudo tratarse de traficantes europeos que incumplieron tratos o que podían convertirse en una amenaza para sus proveedores.
Siete carteles controlan el narcotráfico manito
Efe
Entre tres y siete carteles controlan actualmente el mapa del narcotráfico en México, hoy más que nunca revuelto por el despliegue del Ejército en varios estados, las pugnas internas entre las mafias y la creciente corrupción policial.
Según el gobierno mexicano, el comercio de narcóticos está en manos de los carteles del Golfo, de Tijuana y de Sinaloa, que supuestamente encabeza el negocio.
Varios analistas de ese país consideran al de Sinaloa el "protegido" de las autoridades, porque en enero de 2001, durante el gobierno de Vicente Fox, el capo de ese cartel, Joaquín 'el Chapo' Guzmán se escapó sorprendentemente de una prisión de máxima seguridad. También porque los mayores golpes de la Policía contra el narcotráfico en los últimos años han sido contra bandas rivales de ese grupo.
A esta organización se le atribuye buena parte de la escalada de violencia que este año ha causado cerca de 1.200 muertos en ese país.
Muchos de esos asesinatos se deben a la lucha interna que mantienen los integrantes de ese cartel por el vacío de poder que dejó, en enero, la extradición a E.U. de su líder, Osiel Cárdenas.
El analista en materia de seguridad José Reveles opina, por su parte, que en el narcotráfico mexicano conviven cuatro carteles más.
Son el de los hermanos Díaz Parada, en Oaxaca; el del Milenio, controlado por los Valencia en Michoacán; el de los Amezcua, en Colima, y el de Juárez, de los Carrillo Fuentes.
Para este último grupo ha quedado atrás la época gloriosa de Amado Carrillo, también conocido como el 'Señor de los cielos' por la flota de avionetas con las que introducía cocaína a E.U.
La situación es distinta para el de Tijuana, que a pesar de perder a su último gran jefe, Francisco Arellano Félix, 'el tigrillo' -detenido por la Policía estadounidense en 2006-, sigue manejando esa ciudad fronteriza.
Por razones geoestratégicas, los siete carteles tienen su origen en el norte del país, junto a la frontera con E.U.; el occidente, en la costa del Pacífico, y el oriente, en el golfo de México.
REDACCIÓN JUSTICIA
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