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Los padres también son responsables / Opinión

LEONARDO AJA
El incidente de Barranquilla no es simplemente un problema de los jóvenes. Padres y madres están profundamente comprometidos en aquello que ocurrió. Quizás, interpreto yo, por algunas omisiones de su parte.
Los menores de edad pueden tomar decisiones pero no tienen la capacidad de hacerse cargo de las consecuencias de esas decisiones. Su capacidad de responsabilidad es muy baja, por lo tanto, tiene que ser otra persona, un adulto responsable, quien vele, cuide o proteja a este menor de edad. Por elemental y básico sentido común, ¿vamos a permitir que una persona esté expuesta a situaciones que él mismo no puede controlar en su totalidad o que no puede hacerse cargo de todas las consecuencias posibles? Evidentemente, no.
Uno de esos aspectos tiene que ver, por ejemplo, con el consumo de sustancias psicoactivas o con el manejo de la sexualidad. Más allá de que se diga que los jóvenes tienen derecho sobre el manejo de su sexualidad, hay que mirar la contraparte que tiene que ver con los deberes.
Un joven tiene la posibilidad físicamente hablando de acceder a tener relaciones sexuales. Pero, ¿puede hacerse cargo enteramente de las posibles implicaciones que esto conlleva? Es ahí donde surge la pregunta.
Papá y mamá deben formar, educar, orientar y también deben ejercer un rol de control, regulación y supervisión sobre el comportamiento de sus hijos. Eso implica que deben tener vigilancia sobre dónde están, con quién están y a qué dedican su tiempo libre. Hay muchas situaciones en las cuales no es conveniente dejarlos solos.
Por otra parte, culturalmente estamos pasando por una crisis muy compleja porque se cree que hay que enarbolar todo lo que es libertad, obviando el elemento de responsabilidad. Cuando se habla de limitación de prohibición, el contraargumento es que se está manejando un estilo impositivo, que eso coarta las libertades personales.
No es algo de este momento histórico, ha sido de siempre, hay y debe haber ciertas prohibiciones. El homicidio se sanciona y está prohibido matar; está prohibido robar y levantar falsos testimonios. Esas son prohibiciones, nadie las alega y nadie las cuestiona.
En un nivel un poco más reducido hay ciertas limitaciones, que es sano, sensato, prudente y conveniente manejar con los jóvenes.
¿Por qué los padres y las madres no nos organizamos de una manera efectiva y contundente para poder tener un poco más de control y vigilancia sobre lo que ellos puedan estar haciendo?
La complacencia es algo que se necesita en el proceso de fluidez social. Sin complacencia, la especie humana se hubiera extinguido hace miles de años. Pero esa complacencia debe tener límites, cuando complacer a otros empieza a vulnerar la dignidad, el bienestar, los principios.
Pero hay personas, sobre todos los jóvenes, que tienen esa dualidad de complacer a otros, un poco a sabiendas que eso puede ser nocivo. Es tal vez lo que pudo ocurrir en el reciente caso en Barranquilla. Y en ese momento lo que hacen es buscar pretextos, excusas y justificaciones sobre por qué valdría la pena ceder a esa complacencia.
Es una necesidad psicológica y emocional ajustarnos al grupo, como seres sociales que somos. Nos gusta sentirnos aceptados y no excluidos. Los adolescentes tienen un aprendizaje muy fuerte en tanto que tienen que mirar cómo establecen ese sano límite sobre cómo complacer sin perjudicase ni perjudicar a otros. Y eso se puede ver en decisiones como consumir o no sustancias, o en acceder o no a contactos sexuales; en general, a acceder a comportamientos peligrosos.
Parte del compromiso como padres conlleva a formar a los jóvenes en algo que se llama tolerancia al rechazo. Que tengan la suficiente fortaleza interna para poder admitir un rechazo en la eventualidad en la que tengan que decir no a una complacencia que ellos, en el fondo, saben que está mal.
LEONARDO AJA
Director científico de la Corporación Buscando Ánimo.
LEONARDO AJA
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