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Los emprendedores latinos del momento

La revista 'Americas Quarterly' seleccionó a los jóvenes empresarios más sobresalientes.

Americas Quarterly
América Latina tiene la cultura de emprendimiento más fuerte del mundo. O al menos eso indica una encuesta aplicada a 5.000 jóvenes de todo el planeta y encargada por la Fundación Citi. Según el sondeo, el 89 por ciento de los consultados en la región quieren trabajar por cuenta propia o iniciar un negocio. Eso supera ampliamente lo registrado en las demás: Asia-Pacífico y Europa (79 %), África-Medio Oriente (74 %) y Estados Unidos-Canadá (64 %).
Tomando esta tendencia como punto de partida, ‘Americas Quarterly’ –una publicación de la Sociedad y el Consejo de las Américas– seleccionó a los mejores emprendedores latinoamericanos, con base en criterios como el éxito a la hora de construir empresas con fundamento y la habilidad para superar los obstáculos. Esto último teniendo en cuenta que los obsoletos sistemas educativos y otras barreras, como la discriminación, la criminalidad y la pobre calidad de vida, a menudo impiden que los emprendedores de la región desarrollen todo su potencial. En opinión de los responsables de ese medio, las cuatro historias que hoy publicamos proveen una especie de hoja de ruta de cómo superar esas talanqueras y una lista de pendientes para los Gobiernos.
De hecho, agregan, apoyar a los jóvenes emprendedores es La Solución para las naciones que están tratando de mover sus economías en una época de tanta incertidumbre.
De Venezuela para el mundo
Es casi engañoso decir que Open English es una ‘startup’ latinoamericana: la financiación original no vino de esta región y la mayoría de sus 500 empleados vive en EE. UU. A pesar de su historia, como de Silicon Valley, y de una sede en Miami, la caraqueña Open English es un ejemplo de cómo se ve hoy el emprendimiento latinoamericano. La compañía depende del talento internacional pero es producto de la comprensión de la realidad local. Gracias a eso y a la persistencia de su fundador, Andrés Moreno, la empresa es altamente exitosa. Pero lograrlo no fue fácil.
“No conseguimos ni un centavo en Caracas”, le contó Moreno a ‘Americas Quarterly’. Los bancos se rehusaron a prestarles a él y a sus compañeros universitarios, y los inversionistas locales no se interesaron. Así que Moreno viajó a San Francisco “con 700 dólares, una sonrisa y mi presentación de PowerPoint... Dormí en el sofá de un amigo unos nueve meses”.
La idea era emparejar el aprendizaje personalizado y basado en la Nube, de acceso 24-7, con instructores que hablaran inglés, mediante chats como Skype. Pero la imagen que tenían los inversionistas estadounidenses del cliente latinoamericano, recordó Moreno, era la de un “inmigrante recién llegado, sin computador y sin plata. Si le ibas a enseñar, deberías usar casetes”.
Él sabía que la penetración de internet en América Latina crecía rápido. Y aprender inglés no era un pasatiempo, sino un imperativo profesional para la creciente clase media de la región. Con aportes de 10.000 y 20.000 dólares, reunió los 200.000 que necesitaba para echar a andar Open English. Como no contaban con mucho dinero, Moreno y sus socios lanzaron una campaña publicitaria poco convencional, en la que él era la estrella. Las graciosas producciones se hicieron virales. “Tener éxito regional lo hizo mucho más interesante para empresas de inversiones estadounidenses”, recuerda él.
Desde entonces, Open English se ha expandido en América Latina y pronto llegará a Turquía y Rusia. Una ronda de financiación en el 2013 dejó el valor de la compañía en cerca de los 350 millones de dólares. Y con la adquisición de Next University, en el 2015, está ofreciendo también entrenamiento tecnológico.
Un emprendedor ya no tiene que ir a Silicon Valley para lograr su sueño. Comenzar una compañía sigue siendo difícil, pero ahora hay más ayudas, incluido un curso en línea de emprendimiento que enseña Moreno y cuyo nombre es un guiño a uno de los comerciales más memorables de Open English: “¡Éxito!”.
Laura Jaramillo Bernal
Andrés Moreno es caraqueño y tiene 36 años. Archivo particular
Leila empoderó a las crespas
McDonald’s se convirtió en un ícono global no por sus hamburguesas, sino por su búsqueda de la eficiencia, su prueba de productos y su aversión a generar desperdicios. Esas lecciones no pasaron inadvertidas para Leila Velez, que a los 14 años era cajera en un restaurante de Río de Janeiro (Brasil). Cinco años más tarde aplicó lo que aprendió a su propio negocio: un salón de belleza para mujeres con pelo crespo. “La rotación del personal es alta (en las comidas rápidas) porque la gente solo pasa una parte de su vida allí”, comenta Velez, de 42 años, cuyo negocio, Beleza Natural, tiene más de 3.000 empleados. “En cambio, yo quiero que mis colegas construyan una carrera fantástica con nosotros”, agrega.
Beleza Natural es el primer trabajo para el 90 por ciento de sus empleados, la mayoría madres solteras, a los que ofrece entrenamiento para posiciones administrativas y descuentos en matrículas universitarias.
Cuando Velez comenzó la compañía con tres amigos, en 1993, el cuidado del pelo rizado se limitaba a relajantes dañinos o alisadores. Ella y sus socios se propusieron cambiar eso. Uno de ellos vendió su taxi para abrir el primer salón, en el barrio Grande Tijuca, que impactó un mercado poco atendido: mujeres con ingresos medios o bajos. Tras año y medio de jornadas de 18 horas, encontraron una fórmula ganadora: enfocarse en la relación con el cliente y promover la belleza natural del pelo ensortijado.
Hoy atienden a 130.000 clientes cada mes, en 30 salones a lo largo de Brasil, y tienen planes de ir a otros países. Cuando Velez comenzó, era inusual que las mujeres llevaran su pelo rizado. “Ahora veo a muchas, cómodas con sus crespos. Estoy orgullosa de ser parte de este movimiento”, dice.
Rebeca Bintrim y Sarah Bons
La brasileña Leila Velez, de 42 años, fundó la cadena de peluquerías Beleza Natural. Archivo particular
Yondainer, el diseñador del paladar cubano
Una de las mejores caras de la economía emergente en Cuba es el diseñador de ‘software’ Yondainer Gutiérrez, de 29 años, uno de los fundadores de AlaMesa, la primera y más usada aplicación para restaurantes de la isla. Después de que el régimen local flexibilizó las restricciones a la empresa privada en el 2011, este egresado del Instituto Superior de Diseño Industrial y sus compañeros comenzaron a compilar una lista de restaurantes. Lo que empezó como un directorio en línea pronto se transformó en una página web y una ‘app’ que muestra cerca de 900 locales en 14 ciudades.
Gutiérrez había pulido sus habilidades de emprendedor en viajes educativos a EE. UU. Pero allá “estás aprendiendo cómo sobrepasar obstáculos estadounidenses, no obstáculos cubanos”. Esa lista de retos comienza con que solo el 5 por ciento de los cubanos tiene internet en su casa y apenas hay 233 puntos de wifi para los 11 millones de habitantes. Con el fin de adaptarse, Gutiérrez y sus cofundadores sacaron de internet la ‘app’ de AlaMesa. La aplicación que se descarga ahora casi no se distingue de las que sí se conectan a internet, pues trae ofertas, fotos y direcciones, todo sin wifi o 4G.
Por otra parte, a raíz del embargo de EE. UU., muchas herramientas que Gutiérrez necesita siguen fuera de su alcance. “No hemos podido desarrollar un sistema de reservas porque PayPal y otras plataformas de pago no tienen permiso para operar en Cuba”, explica. Así mismo, compañías como Adobe no dan licencias de sus productos para su uso en la isla, forzando a los diseñadores al ‘remiendo’, sin Illustrator o Photoshop. Otras herramientas de las que dependen los desarrolladores de aplicaciones para volver realidad su visión (como la página web Developers, de Google) tampoco funcionan allá. Aun así, el diseñador cree que innovar en circunstancias difíciles es simplemente parte de ser un emprendedor. Y, a pesar de todo, AlaMesa es exitosa: obtiene dinero de la publicidad y ha ganado un lugar en la mente de cubanos y turistas.
Leani García
Yondainer Gutiérrez tiene 29 años. Archivo particular
La colombiana que nutre a Estados Unidos
El éxito de la colombiana Jimena Flórez comienza con una cerveza en Alemania. Después de hacerse bachiller en su país, pasó un año sabático con una familia que producía lúpulo orgánico en el sur de la nación europea. Además de enseñarle a distinguir una ‘lager’ de una ‘pilsner’, sus anfitriones le inculcaron los principios de la agricultura sostenible.
Mientras estudiaba finanzas y relaciones internacionales (primero en Colombia y luego en Australia), aprendió cómo aplicar el conocimiento que obtuvo en tierras germanas a las cadenas de oferta, comercio y consumo. Pero también aprendió que, muchas veces, el crecimiento económico desplaza a comunidades enteras. Pronto se dio cuenta de que los casos que exploró como estudiante tenían lecciones valiosas para su país.
Poco después de volver, en el 2011, una universidad la contrató para que desarrollara su programa educativo de sostenibilidad agrícola. El Mineducación financió el proyecto, que todavía funciona en Santander. Pero Flórez quería demostrar el potencial que tienen estas técnicas sustentables y, por eso, fundó una empresa con una amiga. “Compramos productos sostenibles, los transformamos y los comercializamos. Así nació Crispy Fruits”, resume. La firma compraba frutas a campesinos en las goteras de Bogotá y en el 2012 ya distribuía frutos secos en todo el país.
Entonces comenzaron a pensar en EE. UU. e identificaron un mercado: adultos preocupados por la obesidad infantil. Así, Crispy Fruits se convirtió en Chaak Healthy Snacks, una marca de tortas sin gluten y bajas en azúcar, que emplea a 13 personas y cuya materia prima es suministrada en parte por los campesinos con los que ellas trabajan. En el 2015, Flórez fue invitada junto con otros cinco emprendedores a la Casa Blanca, donde Barack Obama le agradeció por ayudar a su comunidad. La empresaria, que vive entre Bogotá y Nueva York, había soñado con dirigir un negocio desde los 9 años, cuando vendía dulces a los compañeros. Pero hacerlo de manera que alivie necesidades sociales es más gratificante, concluye.
Rachelle Krygier
Jimena Flórez y una amiga fundaron la firma Chaak Healthy Snacks. Archivo particular
Americas Quarterly
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