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No es una opción rebelarse a la lucha contra el cambio climático

La actitud resistente de Trump a temas ambientales podría causar problemas políticos y económicos.

El mundo político no encuentra calma desde que Donald Trump fue designado como el 45° presidente de Estados Unidos. Un personaje que impone nuevas dinámicas; su carrera presidencial se caracterizó por la polémica, por mantener posición radical frente a temas de interés global; uno de esos: el cambio climático.
Categóricamente mencionó que no era más que un invento de los chinos para arruinar a Estados Unidos, además, puso en duda la evidencia científica que corrobora su existencia y sus consecuencias. Esto fue suficiente para que científicos y líderes de diversas latitudes manifestaran su preocupación. (Lea también: 'El efecto anticlimático de Trump en el mundo ambiental')
Sin duda, la declaración de Trump es un revés en el largo camino que la humanidad ha tenido que recorrer para reconocer que el cambio climático es una realidad, que sus consecuencias son un problema que afecta el bienestar de las comunidades, especialmente aquellas que no cuentan con la estructura, ni con los recursos necesarios para garantizar la sostenibilidad de sus territorios. Aun así, ¿el Presidente de los Estados Unidos se podría darse el lujo de desconocer el cambio climático?
Nunca este tema ha tenido tanto reconocimiento como en el actual. Muestra de ello es el reciente acuerdo de Paris en 2015, ratificado en 2016 por Estados Unidos. Existe suficiente evidencia científica de su existencia; por cierto, la agencia que mayor aporte realiza es norteamericana, la NASA. Los modelos Green business están de moda en el mundo económico y los grupos sociales lo aceptan y lo incluyen dentro de sus expresiones, las redes sociales lo confirman.
En consecuencia, el tema está lejos de ser un simple cuento, es un problema real, reconocido y que afecta profundamente en los fenómenos políticos, económicos y sociales. En la última década, Estados Unidos pasó de una actitud renuente a una colaborativa para adaptarse a las consecuencias del cambio climático.
La cuestión ambiental es un elemento estratégico para mantener liderazgo y visibilidad en la esfera geopolítica. Los convenios y tratados que se han firmado no se pueden desconocer sin un alto costo político. En la arena social, existe un acuerdo tácito de la existencia del fenómeno, los ciudadanos cada vez más exigen a sus gobernantes mayores acciones. El nuevo Presidente debe asumir, así sea protestando estos compromisos y acuerdos, unos formales, otros no tanto, pero que al final afectaran la estabilidad política y social de su país.
Se reconoce que Trump es un empresario exitoso, conservador. Su experiencia empresarial demuestra eficiencia en la gestión económica. No obstante, para su nuevo cargo debe acudir a otro tipo de competencias.
En el mundo político las palabras tienen mayor valor que los resultados y sus expresiones frente al cambio climático no han sido las más acertadas, como tampoco las primeras acciones como presidente. La designación de Scott Pruitt, como secretario de la EPA, y la autorización de manera intempestiva de oleoductos no dejan un mensaje muy esperanzador. Pero considero que la proyección frente a la dimensión proambiental de este nuevo Gobierno no se debe ubicar en la fatalidad. Es necesario reconocer algunos elementos que permiten tener una visión más optimista. (Lea también: 'Trump prohíbe a Agencia de Protección Ambiental informar a la prensa')
Primero, a los presidentes, ni siquiera el de Estados Unidos, se les permite tomar decisiones de manera completamente autónoma, deben acudir al Senado. Allí, existen algunos personajes que reconocen las consecuencias del cambio climático. El nuevo dirigente de la EPA, a pesar de sus fuertes convicciones, debe respetar la normatividad vigente, que para ser modificada exige un largo proceso legislativo.
Segundo, los compromisos internacionales que estableció el presidente Obama, no se pueden eliminar con una sola firma. Muchos expertos concuerdan que el costo político en el ámbito internacional sería enorme, es poco probable que Donald Trump asuma este riesgo, especialmente cuando Estados Unidos como potencia debe mantener liderazgo.
Por último, Trump debe velar por mantener estabilidad en la política exterior de su país que se vincula directamente con la seguridad de sus ciudadanos en cualquier parte del mundo. Múltiples investigaciones muestran que las consecuencias del cambio climático crean desestabilidad social y económica, que pueden resultar en consecuencias desfavorables para la inversión extranjera estadounidense.
Es indiscutible que el cambio climático hace parte de las agendas de otras superpotencias, las energías renovables son oportunidades de negocio y los movimientos proambientales cada día son más fuertes. Si el nuevo habitante de la Casa Blanca opta por mantener una posición radical de no reconocimiento frente a este tema, seguramente su posición tendrá consecuencias en las estructuras estadounidenses. Trump muy consciente de esta realidad se ha mostrado de mente abierta para discutir el tema, así lo menciono en una entrevista reciente que otorgó a New York Times.
Seguramente este líder mundial se alejará de las políticas proambientales globales, es preciso y necesario que otros líderes regionales y mundiales asuman el liderazgo y demuestren con resultados sociales, económicos y ambientales que invertir en la adaptabilidad de las comunidades al cambio climático es una excelente inversión.
JEFFERSON GALEANO
Profesor de Educación Ambiental
Universidad de La Sabana
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