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Propósito

Conseguir paz en el alma exige deshacerse de resentimientos y 'guardados'.

En esta primera columna del año, quisiera compartir con los lectores algo muy personal: lo que es tanto mi propósito como mi más ferviente deseo para el 2017. Soy de quienes hacen propósitos cada año nuevo y tratan de cumplirlos. Esta vez escogí uno de gran importancia, tanto en lo personal como en lo colectivo: conseguir paz en el alma.
La paz en el alma exige deshacerse de resentimientos y ‘guardados’. Por ello me propongo buscar a aquellas personas cercanas, o que alguna vez lo fueron, con las que tengo pendientes que no se dijeron, no se aclararon o no se perdonaron. Y tratar de quedar a paz y salvo con ellas. O por lo menos quedar en paz interior por haber hecho el intento.
Pienso que si todos hiciéramos eso seríamos más felices y nuestra sociedad, menos violenta. El 2017 es especialmente apropiado para hacerlo, porque regresarán a la vida civil miles de personas que han causado, y se han causado, mucho daño. Hay que ayudarlas a reconocer sus culpas y a que se reintegren efectivamente a la sociedad. Y hay que intentar perdonarlas, porque, como dijera Desmond Tutu, arzobispo de Sudáfrica, a quienes habían sufrido el horror del ‘apartheid’: “Ellos no merecen que los perdonemos, pero nosotros nos merecemos perdonarlos”.
El perdón le da paz a quien lo otorga. Ojalá esta se volviera la consigna nacional. Hago esta recomendación de manera especial a algunas personas que, si la siguieran, no solo serían más felices sino que nos harían más felices a todos.
Comienzo por Uribe. Es un líder excepcional, pero a quien le cuesta demasiado perdonar. No perdona a las Farc, porque mataron a su padre; a Santos, porque cree que lo traicionó; a sus críticos, porque, como la mayoría de los políticos, no tolera la crítica. El día que perdone tendrá más paz y menos encrucijadas en su alma. Y nos hará más felices a todos los colombianos.
Lo mismo le diría a Santos. Se dejó envenenar por las críticas continuas, y frecuentemente injustas, de Uribe y acabó odiándolo tanto como Uribe lo odia. Y eso le ha hecho un profundo daño a su gobierno, al proceso de paz (me atrevería a decir que fue la causa principal de la derrota del plebiscito) y al país. Si Santos perdona a Uribe y a sus críticos, le irá mejor y nos hará más felices a todos.
Confieso que mi consejo a ambos es interesado, pues, como columnista, les he criticado a ambos muchas cosas y he sentido en carne propia su incapacidad de tolerar las críticas.
Seguir este consejo también les haría bien al Vicepresidente y a la mayoría de los políticos, quienes también padecen dificultades para perdonar y aceptar críticas. Y a algunos magistrados que no han sido capaces de perdonar la persecución que les montó el gobierno Uribe, y eso los ha llevado a perder ecuanimidad en sus juicios. Y a todos los colombianos. Habría menos violencia intrafamiliar y social, verbal y física si cada uno de nosotros procura tener paz en su propia alma.
Por supuesto que no basta con eso para aclimatar la paz en Colombia. La acción del Estado es determinante. Debería otorgar prioridad a darles tranquilidad a los desmovilizados y a las comunidades que viven en las áreas de conflicto.
Muchas comunidades no saben qué les pasará ahora y temen volver a caer en manos de otros grupos violentos. Y no faltan varios que lo están intentando: el Eln, los disidentes de las Farc, las ‘bacrim’, el cartel de Sinaloa. Es también imprescindible frenar los asesinatos de líderes sociales y castigar ejemplarmente a los culpables.
El propio presidente Santos debería estar haciendo presencia en cada una de esas zonas, en lugar de seguir dedicado a su agenda internacional. El haber hecho más campaña fuera que dentro del país fue otra causa importante de la pérdida del plebiscito. Oops! ¡Me temo que esta crítica si no me la va a perdonar!
GUILLERMO PERRY
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