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El día que la moda llegó a Macondo

La diseñadora Silvia Tcherassi quiso vestir a las mujeres de Gabo como ella se las imaginaba.

NATALIA DÍAZ BROCHET
Con una falda amplia a rayas amarillas y blancas con la cintura marcada, una camisa blanca con ‘manga por hombro’, como dirían las abuelas, y unos botines plateados, Remedios la bella se pavoneaba por las polvorientas calles de Macondo. Rebeca, provocadora como siempre, deslumbraba con un largo camisón blanco transparente que dejaba ver, de forma atrevida y seductora, un short y un top crop blancos. Fernanda regresaba y se bajaba del tren con un ajustado vestido de manga sisa y escote en V, también blanco, en neopreno, salpicado por unos cuantos bananos.
Alucinando, Petra Cotes llegaba en plena guerra con una falda de organza en la que un bolero sucedía al otro y entre esas ondas se destacan unos flamencos rosados. Amaranta, en un brote de alegría, dejaría volar a centenares de mariposas amarillas que llevaba escondidas en su amplia falda que dejó libre al viento. Y el rostro de Úrsula, la matrona, comenzó a aparecer en el vestido de decenas de mujeres.
Eso pasó el día que un desvencijado tren azul partió de la antigua estación del Ferrocarril de Cali, que la Orquesta Sinfónica de Bellas Artes despidió con acordes de Mariposas amarillas, Mauricio Babilonia, y llegó a Macondo cargado con los diseños de la barranquillera Silvia Tcherassi.
En esos vagones también iban los gallos de pelea decorados con lentejuelas; las palabras, para que no las olvidaran, la suerte para echarla en las cartas de las gitanas, y las aguas turbias y desoladas de la ciénaga, con sus pescadores y casitas de colores, como telón de fondo.
Todo iba impreso en chíffones de seda, organzas, blondas, algodones y tules de un equipaje que no olvidó ni al mismísimo creador de todo este mágico mundo, a Gabriel García Márquez, quien volvió a vestir su liqui liqui blanco, ese con el que recibió su Premio Nobel de Literatura en Estocolmo, en una elegante versión femenina , con suaves boleros en la espalda como alas, esas con las que Gabo ascendió al cielo para ser inmortal.
La ciénaga estampada en neopreno. Tcherassi también hizo los accesorios. Jaime Saldarriaga / EL TIEMPO
“Siempre pensé que había que hacerle un homenaje a Gabo y en esta colección quise vestir a las mujeres de Macondo como yo me las imaginaba, con el Tcherassi look. Desde hace dos años vengo trabajando con las telas en Italia y usamos fotografías que Luis Cobelo hizo de la ciénaga y los pueblos del Caribe para los estampados”, comentó Tcherassi, quien estuvo a cargo del desfile de inauguración de la edición número 16 de Cali Exposhow que acaba de terminar.
Mientras diseñaba la colección, murió la arquitecta iraní Zaha Hadid y quiso homenajearla también. Aprovechó esos volúmenes de sus construcciones y las formas ondulantes y los llevó a sus siluetas. “Son casi como serpentinas”, dice.
El libro 'Cien años de soledad' y la película 'El amor en los tiempos del cólera', guiaron su trabajo, pero su mamá, Vera, fue clave. “Es la más fan de Gabo y se ha leído muchas veces el libro, entonces me dio muchas ideas, citas, escenas”.
Así surgieron estas prendas femeninas, suaves, románticas y seductoras.
Silvia, rápida y en breves palabras
Una prenda. La camisa blanca porque es versátil. Y como diseñadora, me gusta jugar con ella, desarmarla y volverla a armar.
Una tela. El algodón, porque es fresco y respira.
Un color. El blanco, en mi ropa, en mis espacios, para todo.
Un accesorio. Un ‘clutch’.
Un largo. A media pierna, porque le va bien a todo el mundo y a toda edad.
Un libro. ‘Cien años de soledad’.
Un artista. La arquitecta iraní Zaha Hadid, por el volúmenes de sus construcciones.
Un diseñador. Me encanta y admiro a Miuccia Prada por poder trasladar su visión intelectual a sus colecciones y sorprendernos en cada temporada. Y la genialidad de Nicolas Ghesquière. Entre los latinoamericanos, a Óscar de la Renta y Carolina Herrera.
Qué no debe faltar en la cartera. Un brillo para labios.
Qué no puede faltar en el clóset de una mujer. Una camisa blanca.
Qué no puede faltar en la cocina. Aceite de oliva.
NATALIA DÍAZ BROCHET
EDITORA DE EL TIEMPO
NATALIA DÍAZ BROCHET
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