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Dilma Rousseff, una eterna luchadora en la política

La exmandataria brasileña es una mujer que se ha ido abriendo paso hasta llegar a la presidencia.

Dilma Rousseff, primera mujer en ser presidenta de Brasil, nunca se había sometido al escrutinio popular. Su pasado político era el de una guerrillera en la dictadura militar, lo que le valió la prisión y la tortura, y después como afiliada al Partido Democrático Trabalhista (PDT) de Leonel Brizola ocupó los cargos de secretaria de Hacienda de la Alcaldía de Porto Alegre, en 1985, y secretaria de Minas y Energía de Rio Grande do Sul, en 1993.
En el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ocupó el cargo de ministra de Minas y Energía y fue jefa de Gabinete. Participó en las elecciones del 2010 gracias al prestigio de Lula, que la impuso como candidata a su partido, el PT, y a los aliados.
En las elecciones, Rousseff superó a los principales adversarios de los ‘petistas’: los tucanos del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). (Lea también: Tras destitución de Dilma Rousseff, ¿qué viene para Brasil?)
En la primera vuelta, Dilma alcanzó el 46,91 por ciento de los votos, un resultado semejante al de Lula en el 2002; José Serra totalizó 32,61por ciento, y Marina Silva, el 19,33 por ciento. Con la declaración de neutralidad de Silva en la segunda vuelta, Dilma llegó a la victoria con una ventaja holgada: 55 millones de votos (56 por ciento), contra 43,4 millones (43,9 por ciento) para José Serra.
En el inicio de su primer gobierno, que comenzó el primero de enero del 2011, la política económica no sufrió grandes cambios, con la continuidad del ministro de Hacienda, Guido Mantega, y una sucesión tranquila en el Banco Central, con el nombramiento de Alexandre Tombini. Pero cambió el Producto Interno Bruto (PIB), y llegó tan bajo que en el 2012 la gente se refería a este signo de la economía como “Pibinho”.
Fue un año de “obstáculo”, como lo aseguraron los comentaristas políticos. (Además: La imagen del día después en Brasil / Análisis)
Dilma Rousseff, tal como pasó con su antecesor, no fue severamente afectada por la crisis del ‘Mensalão’ ni, al comienzo, por el escándalo de corrupción en Petrobras, investigado por la Operación Lava Jato que desplegó la Policía Federal en marzo del 2014. Incluso su gobierno recibió evaluaciones positivas, según encuestas.
Tampoco la afectaron las manifestaciones de junio del 2013 que tomaron las capitales y centenas de ciudades del país, reivindicando inicialmente mejores servicios públicos y más baratos, particularmente en el área de los transportes.
Dilma se hizo reelegir presidenta en el 2014, con el resultado electoral más disputado de la historia del país. Por una diferencia de poco más de tres puntos porcentuales, Rousseff consiguió permanecer por cuatro años más en el poder.
Logró derrotar, con 51,64 por ciento (54,5 millones de votos), al ‘tucano’ Aécio Neves, que obtuvo el 48,36 por ciento (51 millones). (Lea: Después de 13 años, Lula da Silva vuelve a ser de la oposición)
Sin embargo, ya en su primer año del segundo mandato, la presidenta comenzó a enfrentar la crisis económica y política, esta última motivada, en parte, por la Operación Lava Jato. Dilma presidió el Consejo de Administración de Petrobras hasta marzo del 2010 y nombró a Maria das Graças Silva Foster para la presidencia de la compañía en enero del 2012.
El 2 de diciembre del 2015, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, del PMDB, investigado por el escándalo Lava Jato, aceptó una denuncia por crimen de responsabilidad fundamentada en maquillajes fiscales.
A esta altura, Dilma ya enfrentaba una grave falta de sustentación política en su base aliada, liderada por el PMDB, y cuyo vicepresidente, Michel Temer, jamás consiguió llevarse bien con la presidenta.
De allí en adelante tuvo lugar el resto del proceso que el mundo ya conoce. Tanto la Cámara como el Senado emitieron sus veredictos y Dilma Rousseff tuvo que decir, entre lágrimas, “hasta luego”. 
O GLOBO (BRASIL) / GDA (Brasil)
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