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Slava, una tormenta de sensaciones / Opinión

La obra lleva el concepto de clown a otro nivel.

ALFONSO CARVAJAL
Todo gira alrededor de él. De Slava Polunin o Asassai, su álter ego, el clown, el payaso, el hombre que camina en cámara lenta, a salticos, como un ganso, que pareciera estirarse, reducirse, que nos hace volar con la imaginación, acompañado de su séquito de payasos de sombreros con alas que caminan como pingüinos y aparecen y desaparecen como sombras en medio de ruidos de trenes, de ráfagas de nubes que anuncian la llegada de algo, algo se aproxima, y una música misteriosa lo anuncia…
La escenografía es simple y eficaz; los cambios de luz, el manejo de los espacios, la expresión corporal de los protagonistas, los sorprendentes ambientes forman imágenes surrealistas como el juego con una burbuja de agua gigante y otra que lleva a un cristiano adentro, como la cama que es un barco en medio de la bruma –con vela y todo–, mientras un tiburón hombre ronda con sarcasmo por una superficie imaginaria. Slava’s Snowshow es una máquina creadora de atmósferas, de ilusiones, de imágenes lúdicas; hay un episodio delirante, épico: Asassai encuentra un hilillo, que comienza a jalar y es una telaraña que primero lo enreda a él, luego a sus compinches de fantasía y finalmente inunda parte del teatro; saltan del minimalismo a su antagonismo con asombrosa maestría. A pesar de la fragmentación, el hilo argumental es como una bola de nieve, mas el excesivo contacto con el público, entrar en él, palparlo, es bueno para el espectáculo, pero negativo para el desarrollo dramático de la obra, pues sentimos un quiebre, y entonces la segunda parte parece desconectada de lo que venía; nos dirigimos a otro lugar y esa no era la intención. Algo nos distrajo para siempre. Lo digo desde mi subjetividad de espectador. De resto, un final espectacular.
Luego de un viento glacial que alza a Assasai por los aires viene el clímax, una tormenta de nieve que desborda los sentidos. Entre tanta sensación, me conmovió la soledad de Assasai, su picardía, su tristeza; me recordó que cada uno tiene esa alma de payaso, y que gracias al humor podemos sobrevivir, levantarnos del desasosiego colectivo y avanzar unos metros más, unos metros más, antes de la tormenta.
ALFONSO CARVAJAL
Escritor
ALFONSO CARVAJAL
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