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Verdad y justicia

Verdad para reconciliación y justicia para transición son pasos para reconstruir nuestro país.

Todo acuerdo de paz requiere que se asuman positivamente la verdad y la justicia como condiciones para la sostenibilidad del proceso. No en vano, son hoy los temas cruciales en La Habana, donde, gracias a la perspectiva de las víctimas, la verdad se ha transformado en instrumento de reconciliación y no de señalamiento y denuncia; y la justicia, en instrumento de paz y no de venganza.
El tema de la verdad lleva a la creación de la Comisión de la Verdad para contribuir a la convivencia, la reconciliación y la no repetición. Su constitución es un avance en el proceso, que implica el que no solo la guerrilla sino también el Gobierno y la sociedad se disponen a aceptar responsabilidades, para aproximarse paulatinamente a la verdad, siempre incompleta. Se conformará después de los acuerdos y, siendo imparcial, de carácter extrajudicial y temporal, se concentrará en definir los hechos violentos, establecer explicaciones, esclarecer responsabilidades y promover el reconocimiento voluntario de responsabilidades; en una dinámica de participación territorial, centrada en la dignificación de las víctimas, con respeto, confianza y justicia social, y con cuidado especial por las mujeres.
Al analizar lo que se pretende con la Comisión, es obvio que esta debe ser absolutamente independiente, y solo comprometida con la verdad. Libre de toda motivación de defender intereses. Autónoma ante autoridades legales o ilegales. Rigurosa en el método que somete informaciones y testimonios a la crítica para buscar la objetividad posible. Capaz de llegar a explicaciones compartidas sobre violaciones graves de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario. Firme para clarificar responsabilidades de todos los lados, aunque sus conclusiones sean incómodas incluso para los propios miembros de la Comisión; y ojalá tenga miembros que hayan vivido el horror de la guerra.
Por otra parte, su conformación debe ser de mujeres y hombres de la más alta autoridad moral para convocar y estimular el reconocimiento voluntario de responsabilidades directas o indirectas de todos los lados. Viéndolo profundamente, esta es una comisión para liberarnos: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” dice Jesús, refiriéndose al Espíritu de Dios que busca abrirse paso, desde nuestras conciencias, en medio de las ambigüedades personales y sociales que nos han atrapado en el absurdo.
La justicia transicional es la justicia de la reconciliación. Distinta de la justicia penal pasiva, que castiga al transgresor, esta es una justicia activa al servicio de la transición hacia una sociedad nueva. No se aguanta como pena, sino que se elige como honor, en la aceptación de la responsabilidad sobre hechos que victimizaron a otros. Es un acto de protagonismo en la reparación y la decisión de no repetición, que convierte al responsable en actor de la reconstrucción colectiva. Es una opción libre que acepta formas diversas de implicarse personalmente y asumir costos en la reparación, incluida, si es necesaria, la limitación de la propia libertad física, como aporte a la participación para incidir desde el lugar donde se esté en la construcción de la paz. Acto que da seguridad jurídica al proceso y a todos los colombianos y colombianas. Es un acto de nobleza por Colombia.
La verdad y la justicia definidas así son un deber de todos: guerrilla, paramilitares, Ejército, políticos, administradores públicos, empresarios, ganaderos, jueces, etc.
La verdad para la reconciliación y la justicia para la transición son pasos en la ruta para reconstruir nuestro país. Muchos nos resistimos a aceptar que, como creen algunos, emprender este camino es un imposible. Equivaldría a conceder que en el territorio de Colombia no hay lugar para la dignidad humana.
Francisco de Roux
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