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Vigo, el más grande tesoro de los gallegos

La ciudad es el principal puerto pesquero español y tiene algunas de las playas más lindas del mundo

En varios países de Hispanoamérica, como Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Venezuela, México y Cuba –que recibieron una fuerte migración española–, gallego es sinónimo de español. Más claro: allí no dicen español, sino gallego.
Esto no ha ocurrido en Colombia porque entre nosotros la presencia de inmigrantes gallegos no ha sido muy importante.
Todavía ha quedado entre muchos suramericanos la idea de los chistes gallegos, que se asimilan a lo que en Colombia llamamos chistes pastusos. Pero en España, los chistes gallegos ya son historia y ahora estamos en la época de los leperos: los amables cuentos de los habitantes de Lepe, un pueblo de Andalucía.
Y Vigo, la más industrial y grande de las ciudades de la comunidad autónoma de Galicia, ubicada ‘encimita’ de Portugal, ha sido tradicionalmente la mayor exportadora de hombres ansiosos de “hacer la América”. Es decir, de conseguir dinero trabajando en estas tierras del Nuevo Mundo.
Cuando regresaban a España, siempre con mucho dinero, solían construir mansiones palaciegas, algunas de las cuales rivalizaban con las de la nobleza. Estos hombres recibían el nombre de ‘indianos’.
Vigo se impone colorida y tranquila desde el mar. De este puerto partían los españoles a explorar el Nuevo mundo. Fotos: Andrés Hurtado García
Antiguamente, Vigo fue llamada ‘la ciudad olívica’ porque estaba rodeada de extensos olivares que fueron mandados a talar por Isabel la Católica porque Vigo se mostró partidaria de Juana la Beltraneja, su enemiga en la unificación de las coronas de Castilla y León. Eran los años de 1492, gloriosos en la grandeza de España unificada y descubridora de América y expulsadora de los moros.
La ciudad no ha olvidado su ‘olívico’ pasado; en una de sus calles principales, como símbolo de ésta han plantado un frondoso olivo.
Vigo es el principal puerto pesquero de España y exporta productos de mar a todos los rincones del mundo. La ciudad es bella, amplia, abierta, limpia y se encuentra distribuida entre varios cerros.
Desde cualquiera de estos, la vista de la ciudad es impresionante, con la ría y las Cíes cerrando la bahía. En la parte más angosta de la ría se destaca un enorme puente, que en su momento fue prodigio de la ingeniería mundial. Se trata del puente de Rande.
En la memoria histórica de la ciudad, la palabra Rande entraña un motivo de gloria. Una flotilla de barcos españoles y franceses traía de América un valioso cargamento de oro, plata y perlas. La flotilla anglo-holandesa advertida del cargamento atacó y la batalla se dio en la ensenada de San Simón, debajo del puente de Rande.
Los barcos españoles fueron hundidos, el tesoro se perdió y hasta el día de hoy, por más inmersiones que se han hecho, no ha sido encontrado. No obstante, un historiador de Vigo dice que, a los pocos días, una caravana de carros tirada por 100 bueyes salió con el tesoro hacia Madrid.
En Vigo vive María Jesús Lago (conocida como ‘Chus’), mujer que escribió una de las páginas más impresionantes en la historia de la aventura mundial al atravesar la Antártida, sola, a pie y en 59 días, soportando vientos de 150 kilómetros por hora y temperaturas de 40 grados bajo cero, hasta llegar al polo sur. Al despedirse de su madre en Vigo, ella le dijo con delicioso humor negro: “Si te mueres, te mato”. ‘Chus’ me sirve de guía y compañía.
Oyendo en Vigo la historia de la ciudad, recordaba algo que leí sobre la relatividad: “Si las arañas llaman providencia a la tela que les da alimento, ¿qué nombre le darán las moscas?”.
Viaje a la historia
El 28 de marzo de 1809, los valientes vigueses expulsaron a los franceses de Pepe Botella, el hermano de Napoleón, y fue precisamente un general famoso por sus logros el que los derrotó. ¿Su nombre? Pablo Morillo. Por sus éxitos militares fue escogido por Fernando VII para sofocar la rebelión de ese pueblo levantisco de Nueva Granada, hoy Colombia. Allá lo veneran, aquí no diríamos lo mismo porque fue un sanguinario.
En las amplias avenidas de Vigo encontramos monumentos al hombre común de la calle: al nadador, al pescador, a los canteros, al herrero… Y en el puerto hay una estatua de una mujer con un niño en los brazos; es el monumento a la esposa que espera el regreso de su amado que fue a lejanas tierras.
La ciudad es pródiga en monumentos. No podía faltar el de Rosalía de Castro, la gran poetisa y novelista gallega, autora de Cantares gallegos, la más importante obra de la lírica moderna de Galicia, como tampoco el monumento a Martín Códax, el lírico medieval por excelencia del siglo XIII, autor de Cantigas de amigo.
El museo Quiñones de León conserva una de las mejores colecciones permanentes de pintura gallega. Fotos: Andrés Hurtado García
Con todo, el monumento más admirado es el que representa de manera más inteligente el ser y la personalidad del gallego vigués a lo largo de la historia, es el del Hombre sireno. La escultura es un ser mitad hombre y mitad pez, colocada sobre doble columna granítica de 15 metros de altura en la Plaza de Sol, la más importante de la ciudad.
Me dirijo allí cerca a ‘CascoVello’, es decir, a la zona antigua de la ciudad, de calles estrechas. La sorpresa grande es encontrar en la Plaza de la Constitución a un grupo de tres músicos interpretando maravillosamente música clásica a cambio de unas monedas que los turistas les dan.
Y más abajo, atraído por el olor, llego al Mercado de a Pedra. Estamos en Galicia y aquí se habla tanto el castellano como el gallego. Me deleito viendo la facilidad con la que ‘los ostreiros’ abren las ostras, y en la calle vecina me siento en las ‘pulpeiras’ a degustar la fresca y deliciosa gastronomía gallega de mar.
Dejé para el final la visita a la perla, al tesoro de Vigo, las islas Cíes. Son tres y cierran la bahía. El periódico inglés The Guardian las llamó las playas más bellas del planeta y han sido declaradas reserva de aves.
Un precioso camino recorre dos de las islas y sube hasta un faro, desde el cual se divisan las tres, al igual que la ciudad de Vigo y los montes que la envuelven. Me acompaña Gerardo Fernández, conocedor profundo de las islas. Los atardeceres allí son memorables.
Dejé Vigo con cierta nostalgia, agradecido por haber conocido a ‘Chus’ Lago, la gran aventurera de la Antártida, y feliz por haber visitado una ciudad bella donde el cuidado del medioambiente es primordial.
Si usted va
Visa. Para viajar a España los colombianos necesitan visa Schengen. Cómo llegar. A Vigo se puede llegar en avión desde Madrid. También por carretera. La distancia es de unas siete horas (596 km).
Viajar a Portugal. Estando en Vigo vale la pena visitar Portugal. La ciudad de Oporto queda a dos horas en tren.
Texto y fotos:
ANDRÉS HURTADO GARCÍA
Para EL TIEMPO
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