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'Un cuento más'

Desde Caracas, Venezuela, Betsy de Hernández envió un divertido texto de extraterrestres en el país.

Yo no creo en los extraterrestres. La gente siempre habla tonterías sobre ellos, que si avistaron un ovni sobrevolando el cielo bogotano, que si no eran uno sino cuatro, que brillaban con una luz rara y enceguecedora, que si una nave espacial aterrizó en un parque y qué sé yo cuantas cosas más. No creo en nada de esto, no soporto oír hablar del tema a Juan David, el de contabilidad, que lleva varios días contándonos sobre las extrañas desapariciones que están ocurriendo en la ciudad. ¡Que ignorante! Parecen encuentros con marcianos, dijo mirándome de reojo.
Me levanté y salí a la calle a tomar un poco de aire y a refrescar la mente. A esta hora el parque de enfrente es un hervidero de gente por todas partes, así que caminé por el andén hasta el lugar más solitario que pude encontrar, alejado del bullicio y de los cuentos de la oficina. Me senté en un banco bien apartado y cerré los ojos para relajarme. Estaba en ello cuando sucedió algo extraño, el ambiente se tornó enrarecido y una suerte de nube negra se posó sobre mi cabeza. Nadie lo notó, cada quien en lo suyo.
Entonces lo vi, irrumpió en el lugar donde me encontraba como si quisiera que ese instante transmutara en un espectáculo cinematográfico, de su mano derecha sobresalían tres largos y finos dedos que parecían de cristal. Sonrió y siguió por el caminito de tierra que lo conducía hasta donde me encontraba. Tomó mi agenda y sopló el polvo que la cubría, acarició su portada, hojeó sus páginas y dijo algo que no entendí porque los rayos y centellas que salían de la nube negra sobre mi cabeza me impedían escucharlo.
Abrió una bolsa plástica que contenía dos grandes cápsulas con apariencia de salchicha y las metió en su boca, colocándolas suavemente sobre su lengua. Yo no podía quitarle la vista de encima, sus ojos eran redondos y muy negros y su mirada penetrante hacía brillar todo aquello donde se posaba. Me miró fijamente y noté el resplandor que yo mismo despedía y entonces me percaté que no tenía pestañas. Siguió esculcándome con la mirada y temblando de miedo le pregunté quién era y qué buscaba. Me dijo que venía de Haumea, un planeta lejano y que estaba Colombia en una misión secreta para convencer a los humanos. Tragué saliva y me estrujé los ojos sin entender. Con voz temblorosa le pregunté si iba a llevarme y él negando con su cabeza me pidió que me pusiera de pie. Me miró de nuevo. De pronto, una nube de polvo nos cubrió a ambos y desaparecimos sin dejar rastro. ¡Que fastidio, mañana Juan David tendrá tema de conversación!
BETSY BALESTRINI DE HERNÁNDEZ
Edad: 53 años.
Caracas, Venezuela.
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