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Editorial: La ley, por la faja

EDITORIAL
Es difícil no recordar el popular adagio según el cual desde el desayuno se sabe cómo va a ser el almuerzo, al constatar los numerosos casos de aspirantes al Congreso que, por un lado, violan sin empacho las disposiciones vigentes sobre publicidad electoral y, por otro, acumulan comparendos de tránsito sin que se les vea mayor afán por ponerse al día.
Algo claro e ineludible es que la ley es la ley y ningún ciudadano puede darse el lujo de someterse selectivamente a ella, y mucho menos si se trata de personas que aspiran a ocupar una curul en el Capitolio.
La semana pasada comentábamos cómo la tolerancia hacia faltas en apariencia menores en los salones era caldo de cultivo para crear morales flexibles en los jóvenes que, llegada la hora de mayores responsabilidades, salían tristemente a flote permitiendo escándalos como aquellos de los que el país está harto. Pues hoy estamos ante un escenario idéntico, que justifica preguntarse: si como candidatos estas personas encuentran la manera de justificar el no cumplir normas como las que fijan un límite de velocidad o las que prohíben desplegar carteles en el espacio público, ¿qué tan elástica será su ética cuando porten la credencial de parlamentarios?
En el caso de las infracciones de tránsito, todos podemos cometer errores, pero es nuestro deber como ciudadanos acatar las sanciones legales. Lo que no es tolerable es la actitud desafiante de varios candidatos, que, cuando no esgrimen un patético repertorio de excusas, simplemente cometen una tras otra la misma falta en una actitud de vergonzoso desprecio a las normas, y, sobre todo, a sus conciudadanos. Quienes así obran deberían ser ejemplo social, pero parecieran repetir ciertas pautas de conducta de la Colonia, donde la ley la acataban pero no la cumplían ciertos privilegiados; tiempos previos a ciertas conquistas, como la de la igualdad de todos ante la ley.
Si no están de acuerdo con alguna ley, si consideran, por ejemplo, que el código electoral es injusto en materia de publicidad con los partidos más pequeños, estos aspirantes están en su derecho de hacerse elegir y promover su cambio. Pero entre tanto, nada les da inmunidad. Nada justifica los atajos.
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