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Liderazgo, Política y políticos

En Colombia es frecuente escuchar el comentario de que hay una crisis de liderazgo político. Los conceptos de liderazgo y de líder no son, sin embargo, claros, por lo cual habría que definirlos con cierta precisión.
Esa tarea nos la ha hecho más fácil el expresidente del gobierno español Felipe González, quien participó la semana pasada en el Festival Hay en Cartagena y presentó su libro En busca de respuestas- El liderazgo en tiempos de crisis (Debate- Random House Mondadori, Enero 2014).
Una de las muchas preguntas de González es la de “si hay una crisis de liderazgo o si el liderazgo está en crisis”. La respuesta es que el liderazgo brilla por su ausencia en todo el mundo en un momento en el cual es más necesario que nunca.
¿Por qué ha ocurrido esto? Porque, de una parte, el poder político se ha dispersado, se ha debilitado por su transferencia a un buen número de instituciones supranacionales y a todo tipo de organizaciones de la sociedad civil; y de otra, “por una cierta banalización de la acción política que secunda en exceso los cambios permanentes de la opinión pública, lo que inevitablemente afecta la consistencia de cualquier proyecto y produce un evidente desprestigio de la política y de sus actores”.
Felipe González parte de la premisa de que el liderazgo político implica el compromiso con una idea, con un proyecto a largo plazo, con una visión de lo que puede llegar a ser una sociedad y la conexión de ese sueño con la “aspiración conjunta que expresa la identidad y los deseos mayoritarios de un país”. Ejercer el liderazgo conduciría, entonces, a cambiar un estado de cosas, a reformar, sin que ello implique “querer cambiarlo todo... y anhelar ‘un hombre nuevo’ ”.
El objetivo de la política no debería ser buscar la utopía –lo inalcanzable–, sino equilibrios sociales novedosos dentro de los cuales mejoren las condiciones de vida de todos los miembros de una sociedad.
El compromiso con una visión, y el trabajo para alcanzarla en la realidad, es fundamental en el trabajo de un líder político. Con un ingrediente adicional. Que ese compromiso no puede ser ‘mercenario’; es decir, que de él no pueden esperarse contraprestaciones de ninguna índole, que tiene que ser desinteresado y honesto.
Aquí, González hace una distinción importante entre “los que viven para la política y los que viven de la política..., aquellos que se aprovechan de la política y se enriquecen a costa de los demás”. Y sostiene que la excesiva profesionalización de la política conduce a que los políticos dejen de “creer en su proyecto o en sus ideas y pasen a embarcarse en luchas internas de rivalidad”. Se defiende, entonces, un puesto y no un proyecto; la política se escribe con ‘p’ minúscula y no con ‘P’ mayúscula.
* * * *
Hasta este momento del año electoral en Colombia no hemos conocido los proyectos de los diferentes aspirantes ni al Congreso, ni a la Presidencia de la República. La visión del presidente Santos es la más concreta, en el sentido de que aspira a la terminación del conflicto armado y a que comience a asentarse la paz en el país.
Tal vez la ausencia de proyectos de largo plazo entre los candidatos explique el atractivo del voto en blanco. No hay programas que entusiasmen a los votantes. La opinión debería exigir que los aspirantes a las posiciones públicas expongan sus visiones y su compromiso para alcanzarlas.
El problema es que, con muy contadas excepciones, los políticos colombianos viven de la política y no para la política. Buscan y defienden sus intereses personales y no los colectivos. Mientras esto no cambie, continuarán la crisis de liderazgo y el desprestigio de la política.
Carlos Caballero Argáez
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