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Leonard Cohen vs. Bob Dylan: batalla de juglares

Jacobo Celnik
  Ahora, cuando acaban de salir la autobiografía de Cohen y un nuevo disco de Dylan, de nuevo el mundo se pregunta quién es mejor entre estos dos inmensos cantantes, poetas y narradores, que, dicen por ahí, jamás se han caído muy bien.
Leonard Cohen: "Cada poema que nos afecta es como una llamada que necesita respuesta"
Creció en un hogar judío de la Montreal de habla inglesa. Su padre dirigía una empresa que confeccionaba ropa de calidad, de ahí su amor por los trajes. Sus antepasados construyeron sinagogas, colegios y entidades dedicadas a la filantropía judía. La escritura llegó a su vida al cumplir nueve años, justo cuando tuvo que soportar la pérdida de su padre. Este suceso lo hizo madurar más rápido de lo normal. La calle Sainte-Catherine fue el escenario donde vio a marineros, turistas y prostitutas. Calles llena de una lujuria a la que anhelaba llegar pronto.
Estas experiencias quedaron plasmadas en sus primeros escritos, donde todavía se notaba una inocencia normal para su edad. Luego llegó la poesía de García Lorca: "Mis vellos se erizaron, sus versos iluminaban un paisaje por el que sólo yo transitaba. Quería responder a aquellos poemas. Cada poema que nos afecta es como una llamada que necesita respuesta, queremos responder con nuestra propia historia", dice Cohen en su autobiografía Soy tu hombre, de Sylvie Simmons (Lumen, 2012).
El universo literario que construyó Cohen a partir de 1956 con la publicación de Let Us Compare Mythologies giró en torno a las mujeres, la depresión, la religión, el nazismo, el humor negro, el whisky y el sexo. Cohen legitimó la melancolía como forma de vida, como puente que nos permite atravesar la oscuridad del ser humano. En 1967, tras viajes por Inglaterra, Grecia y Cuba, se instaló en la Nueva York de Andy Warhol, donde Janis Joplin y Joni Mitchell se rindieron a sus pies. Nico, de Velvet Undergroud, lo rechazó. Ese año, Albert Hammond, el mismo que llevó a Dylan a Columbia, se fijó en él como cantautor.
Desde su debut musical con Songs of Leonard Cohen (1967), nos ha dejado en la memoria doce álbumes en estudio, algunos magistrales como Old Ideas (2012), The Future (1992), Death of a Ladies' Man (1979) y Various Positions (1984), el disco que la CBS rechazó argumentando: "Leonard, sabemos que usted es grande, pero no sabemos si es el disco es bueno". Allí, además de incluir 'Hallelujah' (su canción más conocida después de 'Suzanne'), y 'Take This Waltz', está 'Dance Me to the End of Love', el tema que junto a 'I'm Your Man' ha conquistado a más mujeres que todos los discos de Dylan juntos.
También son doce libros publicados, varios de ellos traducidos al español por Visor. Su producción musical es menor a la de Dylan, pero es más intensa y profunda. Cayó en las garras de otra religión por cuenta de un descalabro financiero, pero jamás renunció a su fe judía, la misma que salvó a su hijo Adam de morir. España le debe mucho a él y él a esta tierra. El Premio Príncipe de Asturias de 2011 sitúa a Cohen al mismo nivel de Paul Auster, Amos Oz, Philip Roth y Arthur Miller. Un músico abierto y transparente que ha sabido envejecer modernamente.
Bob Dylan: "Me despierto y soy otra persona, ni siquiera me importa"
Su vida ha girado en torno a los enigmas. Tal vez porque aún no hemos entendido que una cosa es Robert Allen Zimmerman, su nombre de pila, y otra, Bob Dylan. Hijo de un hogar judío de Duluth, Minnesota, su infancia fue menos ostentosa que la de Cohen. Abe, su padre, era hijo de inmigrantes de Europa Oriental, fue lustrador de zapatos, repartidor de periódico y músico. Acá no había trajes de lujo, ni casas glamurosas.
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Jacobo Celnik
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