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@navarrowolff

Todo parece indicar que @navarrowolff es de verdad. Que está en Twitter, ese refugio de voces en donde las jerarquías no vienen al caso, para dejar constancia de que es posible encontrar un político capaz de reírse de sí mismo. Escribiría que @navarrowolff es "muy humano" si estuviera seguro de que se trata de un elogio.
Prefiero decir por lo pronto que, en una tierra habitada por hombres entrañables que pueden mandar a matar, en un mundillo ocupado por figuras borrosas capaces de ser santistas o uribistas o petristas con tal de quedarse con un cargo de aquellos, en un país implacable tentado por la solemnidad, @navarrowolff no se ha vuelto mudo nunca a la hora de decir lo que piensa ni se ha puesto a gritar para callar los gritos ni mucho menos se ha rendido ante su propia imagen hasta volverse una caricatura.
En cambio ha conseguido lo impensable para un gobernante: ser, de frente, una persona.
Que en Twitter, como alguien que se encuentra con alguien en la esquina de un barrio, cuenta sin aspavientos que fue en la cárcel en donde dejó de fumar, recuerda por el bien de la memoria que en Colombia le robaron las elecciones a un dictador, pronuncia las frases que le han quedado en la cabeza por culpa del libro de Stephen Hawking que ha estado leyendo. No se hace propaganda.
Podría señalar, porque es cierto, que evitó otro 'bogotazo' el día que mataron a Pizarro o que fue fundamental en la escritura de esa Constitución que dejó sin razones a la lucha armada, pero no está en el barrio para repartir volantes. Si una voz herida le pide cuentas por haber sido del M19, si le gritan "guerrillero" con la esperanza de anularlo, sólo responde: "Pagué cárcel, me torturaron, mis amigos fueron ejecutados fuera de combate y perdí una pierna, y no protesto: perdono".
Quizás no estaba @navarrowolff para soportar las veleidades de @petrogustavo, tal vez se fue de la alcaldía progresista, ya hace un mes, porque no era justo sumarle los desvaríos de la administración a la angustia de no ver a los hijos, pero es demasiado leal, demasiado justo para decirlo.
Comenta las noticias en paz. Anima risueñamente a @EnriquePenalosa, experto en el país de los expertos, a que busque la alcaldía de Nueva York. Apunta que la entrega de 100.000 viviendas gratis convierte a @German_Vargas en candidato a la presidencia pero reconoce que no es populismo sino justicia social. Se encoge de hombros cuando lee en los periódicos que @AlvaroUribeVel, extraviado en el cliché del hombre que no pudo ser un ex, podría tomar la aberrante decisión de lanzarse a la vicepresidencia. Lamenta que más de seis millones de franceses hayan votado por la derecha "hirsuta" que representa @MLP_officiel: a fin de cuentas, el hombre es el único animal que no tendría por qué someterse a la ley de la selva.
Y sin embargo lo que hace extraordinario a @navarrowolff es que no lo sea: que sepa ser uno más en el coro de Twitter.
Sí, no está por encima de nadie. Se le están acabando los ahorros.
Se muere de la ira porque un tipo en el que confiaba resulta ser "un chupamedias". Escribe "jeje" porque un amigo se burla de él, o exclama "mmmmmm' ante un plato de sopa. Disfruta el fútbol, pero, en vez de ser un colombiano arribista que reza por el Real Madrid, es un pastuso fanático del Deportivo Pasto. Piensa en voz alta: "A mí en el matrimonio me ha ido regularzongo". Y concluye: "Lección aprendida: jamás engañe a una mujer" antes de ponerse a coquetear por ahí. Comete todos los errores. Mama gallo. Se ríe.
Y fiel a su vocación de transformar la sociedad, que lo volvió profesor, guerrillero, ministro, senador y alcalde, descubre en frente de todos que no vino al mundo a salvarlo, sino a ser un buen papá: es revolucionario.
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