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La champeta, certificada por la ONU, vive días difíciles

Ella ha servido para aliviar enfermos, salvar peces, educar niños y poner a bailar a moribundos.

Cartagena
Este lunes recibe los embates del desprestigio en su propia cuna.
Manuel Reyes Bolaños (Manrebo), investigador e impulsor de este género musical, quien dice haber sido testigo de cómo se han mejorado personas que no podían levantarse de la cama con solo escuchar el pegajoso ritmo, acepta que se está en crisis, pero mira el fenómeno como algo natural, que ya ha ocurrido con otro tipo de música en Latinoamérica, incluso con la propia champeta.
"El rap, el tango y el mismo vallenato han sido también calumniados y vilipendiados y allí están, firmes, por eso creo que lo de la discriminación a la champeta también pasará, pero es un proceso de muchos años", sostiene.
Pero lo cierto es que sin grandes productores que se interesen en ella, sin el apoyo decidido del Gobierno Nacional, con pocas emisoras amigas que pongan a sonar las nuevas producciones y con la arremetida bárbara del reggaetton, la champeta pasa por sus días más contrariados.
Y, lo que más hace evidente la crisis de la champeta, es la desolación y abandono que hay en el mismo sitio donde se fortaleció y se disparó hacia el mundo: las entrañas del mercado de Bazurto.
Allí se hicieron las grandes grabaciones en las décadas de los ochenta y noventa, allí, escuchando a la música africana que importaban desde Nueva York, al principio, y desde la misma África, posteriormente, se forjaron los grandes músicos de esta música popular cartagenera.
Nombres como Wilfrido Hincapié (el famoso 'Pilo Disco', ya fallecido), Humberto Castillo; Jaime 'El Flecha' Arrieta, Álvaro González y  Yamiro Marin son obligados a la hora de hablar del origen y auge de la champeta.
No obstante, de ellos sólo Yamiro Marín ha obstinado con sus proyecciones, aunque ahora a una mínima escala, mientras que los demás ya han buscado toldas apartes, uno con un almacén de zapatos, otro, con un pequeño local en donde sólo queda un afiche de esas épocas gloriosas.
Justamente, sentado en un taburete frente al local que hace dos décadas fue el epicentro del comercio musical champetero y que hoy están vacío y triste, Álvaro González le echa la culpa a la piratería y a la tecnología.
En la época de oro de la champeta, ellos mismos, los productores, buscaban a los músicos que irradiaban el panorama musical de la ciudad y costeaban las grabaciones en vivo, con músicos reales y no con máquinas, como se está haciendo ahora.
Tener una canción original en aquellos tiempos era una mina de oro, la que explotaban grabándola en acetatos que se vendían como pan caliente.
"Sólo en Bazurto se vendían más de 10 mil copias de las canciones que eran éxitos. Ahora, los músicos no han salido de los estudios cuando ya andan los cd rodando por las calles de Cartagena", afirma González.
Los picós, amos y señores
Los primeros aliados fueron los grandes picós de la época, como 'El Isleño', 'El Platino', 'El Gran Tony' y 'El Conde', que pegaron canciones como 'Manema', de Moro Bellamaduma (Zaire), que en Cartagena la asimilaron con el nombre de 'La Mencha', por el parecido vocal del coro con el nombre de la protagonista de una telenovela famosa.
Después llegó la furia de 'El Rey de Rocha', el más famoso de todos los picós de hoy día, el mismo que se da el lujo de tener copadas todas las fechas de fin de semana durante todo el año.
Cuenta Jaime Arrieta, pionero en traer a Cartagena la música africana desde Nueva York, pero dedicado hoy a la venta de zapatos, que los propios picoteros eran los que más estimulaban el comercio de la música, primero africana y después la champeta criolla.
"El arreglo de una canción para que nosotros la explotáramos comercialmente tenían un valor económico muy bueno, por eso los músicos se esmeraban, pero hoy, a los sumo los dueños de los picós le dan 50 mil pesos por un arreglo original, y eso, peleando para que les paguen", expresó.
El asunto ha llegado a tal extremo, según 'El Flecha', que los mismos picós que graban sus canciones exclusivas, las piratean y las revenden en el mercado de Bazurto.
Otro tanto de responsabilidad en la situación poco próspera que vive este género caribeño, le cabe, al parecer de 'El Flecha', a los propios músicos.
"El común denominador de los cantantes de champeta es que no se dejan organizar y prefieren estar bajo el manto de la informalidad", advierte.
La monotonía en el ritmo, la poca profesionalización en el gremio y la ansia de triunfo que los obliga a 'venderse' por unas migajas, son también causales de los continuos bajonazos que ha tenido la champeta.
"He visto como el mismo artista graba siete discos con la misma pista y eso aburre hasta a los micos", sentencia Arrieta.
Luces y sombras 
Charles King, Rafael Chávez y Elio Boom, tres de los más influyentes artistas de la música champeta, aunque optimistas y con la fe puesta en que los días oscuros pasarán, son conscientes de que el problema hoy es mucho más complicado.
Ya ellos han vivido otras malas rachas similares. Una de ellas fue cuando las grandes compañías disqueras (Fuentes, Codiscos y Sony Music) se interesaron en esta música, tras los éxitos nacionales como 'La turbina' (Húndelo to'), 'Paola', 'La propia nubecita', estas dos últimas de 'Sayayín', pero en esta transición hubo más problemas que alegrías y la ilusión de tener 'representantes, carros y mujeres por todas partes', se desvaneció en menos de dos años.
En el caso de la Sony Music, por ejemplo, que en el 2001 sacó al mercado un compilado con Mr Black, El Afinaíto y Sayayín, e hizo contrato de exclusividad con este último, surgieron demandas de personas en Cartagena que decían tener los derechos sobre el artista, y al final, la disquera no continuó apoyando este género.
"Se perdió una gran oportunidad de ver la champeta coronada en las grandes ligas de la música latinoamericana, porque las empresas disqueras nos pusieron a todos en el mismo costal y nos ganamos la fama de no cumplirle a nadie", afirma Charles King, intérprte de la famosa canción 'El chocho'.
Estos tres artistas reconocen que parte de la responsabilidad es de ellos mismos porque no han sabido aprovechar los momentos de gloria.
Elio Boom, quien vendió 50 mil copias con 'La Turbina', y que hoy tiene una venta de películas y discos piratas en un barrio de Cartagena, asegura que nunca la champeta ha tenido una cohesión entre los mismos artistas.
"Ahora a muchos se les ha dado por grabar en sus casas desde un computador, con pistas repetidas y con arreglos poco profesionales", afirma el cantante nacido en Turbo (Antioquia).
Con este panorama gris, la certificación que le dio la ONU, luego de una visita de varias semanas que hizo a Cartagena y sus barrios la consultora Rocío Franco, ha llenado de buenas expectativas al gremio champetero, las únicas que tiene en estos momentos.
"Sería fabuloso que el Gobierno apoyara de verdad este tipo de música, que es la única expresión natural que tienen los cartageneros", sostiene Manuel Reyes Bolaños.
Rafael Chávez, creador del grupo 'Kussima' (el primero que impuso un éxito radial con 'La segueta'), y a quien le ha tocado dedicarse al mototaxismo en los tiempos de crisis, cree que la salvación de la champeta está en el exterior y con los extranjeros.
Cada dos días, Chávez con su grupo toca en un pequeño bar de la calle de la Media Luna, en Getsemaní, y allí ha sido testigo de la fervorosa pasión que tiene el extranjero con la champeta.
"Bailan más que cualquier olayero, se emocionan más que un palenquero y quedan tan agradecidos con uno, que nos ponen a bailar hasta con sus novias", subraya.
No obstante, la ventaja que todos ellos saben que tienen es el profundo arraigo de champeta en los barrios populares cartageneros, en donde ni el reggaeton con toda su furia, ha podido desbancarla.
Y esta música no sólo se utiliza para el baile y el frenesí en Cartagena y sus alrededores. Las directivas del Parque Nacional Corales del Rosario usaron una de estas canciones para impulsar el proyecto de conservación que busca proteger al Pez Loro, mientras que en Turbaco, un joven alcalde compuso él mismo una champeta para que los niños aprendieran a sumar, restar y multiplicar.
Y ha sido, de acuerdo a las investigaciones realizadas por el Observatorio del Caribe Colombiano, un fuerte referente cultural que ha introducido vocablos, frases, palabras nuevas y ocurrentes que han enriquecido la lexicografía popular costeña.
'Paraó en la raya', 'eso va', 'el espeluque', 'el meque', 'el perreo', 'no le des mente', son algunas de las acepciones que hoy día son comunes en todos los estratos en Cartagena y la Costa Caribe, y hacen parte de las más de 250 expresiones que la champeta le ha aportado al lenguaje popular.
El problema, según el investigador Manuel Reyes Bolaños, sería que el pueblo le saque el cuerpo, que la empiece a odiar, y eso 'está lejos de verse'.
Viviano Torres, pionero con su grupo Anne Swing de la música champeta en los tiempos del Festival de Música del Caribe, tiene una forma poética de observar el fenómeno de la música que defiende a capa y espada y de la que dice que dentro de poco se reactivará.
"La champeta es como la luz del sol, se oculta en la noche, pero nuevamente le llega su amanecer".
JUAN CARLOS DÍAZ MARTÍNEZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Cartagena
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