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Cuando Piedad rescató a los cuatro primeros uniformados, uno de ellos le cantó una canción.

Si la godarria buscaba que el presidente Juan Manuel Santos se pareciera a Álvaro Uribe, lo logró esta semana: Santos demostró que era capaz de imitar la mezquindad de Uribe, cuando llegó el momento de agradecer a quienes intervinieron en la liberación de diez uniformados que las Farc mantuvieron encadenados de manera infame durante 14 años. Encomio de las Fuerzas Armadas, reconocimiento al Brasil y la Cruz Roja, abrazos a las mujeres famosas que vinieron a Colombia a dar testimonio del histórico acto... Y ni una sola palabra para Piedad Córdoba -ni siquiera la mención de su nombre-, sin cuya intermediación habría sido imposible rescatar a las víctimas de la guerrilla.
Hace tres años Piedad encabezó un pequeño grupo de ciudadanos que, con la ayuda de Brasil y bajo la dirección de la Cruz Roja, rescató a otros seis secuestrados. Uribe era el presidente y Santos, su ministro de Defensa. No hubo zancadilla que no pusieran a la misión: sobrevuelos militares inesperados, mentiras flagrantes y, finalmente, destitución de varios miembros de la comisión por obra y gracia del comisionado de paz Luis Carlos Restrepo, un tipo poco claro y poco confiable.
Cuando Piedad rescató a los cuatro primeros uniformados, uno de ellos le cantó una canción de agradecimiento, fruto de su inspiración. Esa noche, Uribe montó un espectáculo televisivo con los rescatados en el que se abstuvo de nombrar a Piedad; el policía compositor cambió su versión y, con la misma música, soltó un canto de agradecimiento al presidente y al ministro que habían puesto en peligro su rescate y la vida misma de los miembros de la comisión.
No hay trampa, agravio ni descalificación que no se haya intentado contra la aguerrida y pinturera líder antioqueña. Siendo su adversario jurado, Su Santidad el Procurador la destituyó por sí y ante sí como senadora y la expulsó de la política electoral durante 18 años basado en pruebas que la Corte Suprema de Justicia consideró inaceptables en casos parecidos. Incluso un dirigente deportivo indigno de su cargo cometió el exabrupto de decir que el país aplaudiría al hombre que le diera una paliza a la exsenadora.
Varias veces ha estado a punto de que la maten, le ha tocado exiliarse temporalmente para salvar la vida y tiene callo de aguantar insultos por ser mujer, negra e izquierdista. Pero, aun sabiendo que no le sirve para ganar votos, persiste en su vocación pacifista. Dirán lo que quieran, pero nadie ha rescatado como ella a tantos colombianos de las cadenas de las Farc. Cual Gení, personaje de una canción de Chico Buarque, le besan la mano cuando la necesitan; pero cuando ya los ha salvado, le tiran piedras. No es santa Rita de Casia, por supuesto. A veces se va de la lengua, tiene amigos poco recomendables y habla en el exasperante lenguaje desdoblado del "ciudadanos y ciudadanas".
Pero es valiente y honesta y seguirá siendo clave en el proceso hacia la paz dialogada, única vía que le queda a este país, a menos que prefiera insistir en la carnicería.
ESQUIRLAS. 1) Cuando se realice la votación para elegir al nuevo presidente del Banco Mundial, pedimos que el delegado colombiano anuncie públicamente a quién apoya. Temo que, siguiendo una humillante tradición de sometimiento a Washington, lo hará por el mediocre candidato de Estados Unidos y no por el colombiano José Antonio Ocampo, reconocido como aspirante excelente. 2) La degradación del español en los medios de comunicación es vergonzosa. El verbo "colocar", supuesto reemplazo fino de "poner", alcanzó su cumbre cuando El Espectador (3.IV. p 4) señaló que la comisión humanitaria "colocó fin a su pretensión de reencaucharse"; los perros están en vía de desaparición, sustituidos por el abstracto y postizo "caninos" (Semana, 2-9.IV. p 37) y El Universal (4.IV. p 3A); y El TIEMPO (3.IV. p 15) emplea el horrible anglicismo renting, aunque reconoce que es sinónimo de "arrendamiento". Por favor, un poco de respeto: esta es la lengua que da de comer a nuestros hijos.
DANIEL SAMPER PIZANO
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