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'Papá: ¿qué es semana santa?'

Para entender la Pascua cristiana tenemos que remontarnos a la Pascua judía.

Hijo (hija): Semana Santa es la semana más importante del año para el católico. La llamamos 'santa' porque en ella celebramos la muerte del Santo, Jesús, el misterio central de nuestra fe católica.
Para entender la Pascua cristiana tenemos que remontarnos a la Pascua judía. Te la recuerdo brevemente.
En tiempos del Patriarca Jacob, que tuvo doce hijos, el menor de ellos, José, fue vendido por sus hermanos a unos mercaderes que pasaban por Palestina hacia Egipto, y el pueblo hebreo empezó a residir en aquel país. Allí creció y se multiplicó hasta formar un pueblo numeroso, reducido a dura esclavitud por los faraones.
Yahvé, Dios, buscó un hombre según su corazón para liberar a este numeroso pueblo de la esclavitud, y lo encontró en Moisés. Este gran hombre, profundamente impresionado por la dura suerte de sus conciudadanos hebreos, se dio a la tarea de sacarlos de Egipto. Las famosas 'plagas' de Egipto fueron los terribles prodigios que ablandaron el duro corazón del faraón para que permitiera a Moisés sacar a los hebreos del cautiverio de Egipto y conducirlos a la Tierra de Promisión. Les ayudó a pasar el mar Rojo, los condujo durante cuarenta años a través del desierto del Sinaí, los alimentó con el 'maná' caído del cielo y, finalmente, los llevó hasta las puertas mismas de la Tierra Prometida: Canaán. Como ves, hijo, Pascua significa el 'paso' del Señor que libera a su pueblo de la esclavitud.
Vengamos a la Pascua cristiana. Dios siempre ha venido buscando en la historia hombres y mujeres que lo ayuden a realizar los planes de liberación de los seres humanos, de las múltiples esclavitudes que los asedian. Encontró en Jesús de Nazaret al Hombre según su corazón, que liberase a sus hermanos, los hombres, de la esclavitud del pecado y de la temporalidad.
Jesús fue un hombre común y corriente. Un hombre como tú y yo, igual a nosotros en todo, según les dice san Pablo a los filipenses 2,6-10. Pero fue un hombre lleno de fe en Dios, su Padre, y de amor a sus hermanos, los hombres. Y estas dos virtudes las ejercitó al máximo en la última semana que pasó entre nosotros, la semana que vamos a celebrar a partir de hoy, Domingo de Ramos, entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
El Jueves Santo, víspera de su pasión, celebró la Última Cena con sus apóstoles: entonces, instituyó el sacerdocio, dio comienzo a la santa misa dominical y estableció el precepto del amor fraterno. Pasó la noche en oración, pidiéndole a su Padre las fuerzas necesarias para soportar los dolores y sufrimientos que le esperaban. Fue despreciado por el pueblo, condenado a muerte por el Sanedrín y por el débil Pilatos y, finalmente, levantado en alto, desnudo, en el madero de la Cruz, donde expiró el Viernes Santo.
Pero, atención, hijo (hija): no todo terminó allí. Si hubiera quedado todo igual como aquel lúgubre Viernes Santo, dudaríamos de la existencia de Dios, no estaríamos celebrando esta Semana Santa. Dios resucitó y exaltó a su Hijo y lo 'sentó a su diestra', metáfora que quiere decir que Jesús poseía la plenitud de la Divinidad (Col 2,9) y lo constituyó su Hijo (Rm 1,4) y Señor del Universo (Fil 2,10).
Hijo: esta es la Pascua cristiana, que celebramos en esta Semana Santa, en la que confesamos a Jesús como hijo del hombre e Hijo de Dios. En Jesús se decide nuestro futuro: si creemos en él, nos salvaremos con él; si lo negamos, nos frustraremos por toda la eternidad.
Dios, hoy como ayer, sigue buscando hombres y mujeres que lo ayuden a liberar del vicio y del pecado a sus hijos esclavos. ¿Qué se te ocurre a ti para hacer pasar, siquiera a un amigo tuyo, de la esclavitud a la libertad?
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