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Religión

Los niños de Medellín que esperan la llegada del papa Francisco

Hogares San José, ubicado en el centro de Medellín y dirigido por monseñor Armando Santamaría, será uno de los lugares que visitará el Papa.

Hogares San José, ubicado en el centro de Medellín y dirigido por monseñor Armando Santamaría, será uno de los lugares que visitará el Papa.

Foto:Jáiver Nieto / EL TIEMPO

Hogares San José tiene programas sociales que benefician a casi 1.200 niños y niñas vulnerables.

Corría el año 1910. Medellín era aún una pequeña población de pocos habitantes. Sin embargo, la guerra de los Mil Días incrementó el número de viudas y huérfanos. Ante el dolor que vivían, un misionero de la época quiso crear un lugar que acogiera a los pequeños que habían perdido a sus padres. Algún tiempo después, con apoyo de otras personas y el arzobispo de la época, se fundó el orfelinato de San José, hoy conocido como Hogares San José y uno de los lugares que visitará el papa Francisco luego de su llegada a la ciudad.
Ubicado desde sus inicios en el barrio Boston, en el centro de Medellín, más de 100 años de historia convierten a Hogares San José en la obra social más antigua de la ciudad. Acoge a niños y jóvenes de todo el país que no tienen un lugar donde vivir. Aunque empezó como un internado mixto, en 1955 las niñas se quedaron en la sede de Boston y los niños pasaron a otra ubicada en Las Palmas.
“A mí me partía el corazón saber que las niñas terminaban la primaria y había que entregarlas a las familias o acudientes, pero el primero de febrero de 1999 creamos el internado de bachillerato, que colinda con el internado de la primaria, y hemos logrado que también se motiven para hacer estudios de universidad, y se han graduado en diferentes áreas. Estudian en diferentes universidades como la UPB, Remington, La Salle, Uniminuto”, explicó monseñor Armando Santamaría Ortiz, quien dirige Hogares San José hace 25 años.
A estos tres internados se suma el Tallercito de San José, para niños de 2 a 5 años, localizado también en el centro de la ciudad. Muchos de ellos son hijos de mujeres que están en prisión o dedicadas a la prostitución. Cuando cumplen los 5 años, pasan a los respectivos internados de primaria.
“Los niños y las niñas de Las Palmas y Boston estudian ahí mismo; la parte educativa de la escuela es del Estado, pero nosotros proporcionamos las instalaciones, nos encargamos de la recreación, la alimentación, la salud y el vestuario”, añadió monseñor Santamaría.
Adicionalmente, en Envigado, Hogares San José opera otro internado para niñas. Actualmente, las cinco obras suman 630 menores de edad, que encontraron una oportunidad de que se les garanticen sus derechos, pero también de recibir amor. Por eso, en 1945 se cambió el nombre de orfanato a hogares, los cuales han recibido a pequeños de distintos departamentos de Colombia que han padecido la muerte o el abandono de sus familias, el desplazamiento por causa del conflicto armado, la pobreza extrema y la falta de oportunidades. Allí han llegado niños que lograron escapar del horror de la violencia causada por guerrillas, paramilitares y narcotráfico, pero también aquellos que han sufrido la negligencia o el maltrato de sus padres. Así mismo, quienes, teniendo padres amorosos, no se pueden quedar con ellos por la falta de recursos económicos para subsistir.

Solidaridad, la clave

Todos han encontrado en Hogares San José una familia que los acoge y les cambia la mentalidad de que son pobres o víctimas por una que los lleve a aprovechar y desarrollar sus habilidades no solo académicas, sino también artísticas, culturales, deportivas, entre otras. Asimismo, esta obra social se edifica a partir de la solidaridad de los ciudadanos. Existe un fondo para costear la educación superior de los jóvenes y en el que participan personas de todos los estratos socioeconómicos. Según el director, entre un 35 y un 40 por ciento de la financiación depende de donaciones. Y, aunque muchas veces sienten necesidades, siempre encontrarán un rincón para poner una nueva cama y abrirles las puertas a los niños que vayan en su búsqueda, quienes muchas veces son enviados por sacerdotes de otros lugares del país. Sin embargo, Hogares San José no está en capacidad de atender a adolescentes o niños con problemas de drogadicción o explotación sexual infantil.
De Hogares San José se desprenden otras obras, también dirigidas por monseñor Santamaría: Granjas Infantiles de Jesús Obrero, que funciona desde 1948 y tiene capacidad para 160 jóvenes que viven y estudian allí, pero que quieren dedicarse a labores relacionadas con el campo. El Centro de Innovación Rural La Sandalia, que ha graduado varias promociones de técnicos y tecnólogos en programas también sobre el campo. Hogares de Acogida Belén, otro internado para niñas. Hay, además, dos lugares en los que se brinda alimentación y hospedaje a enfermos que están en proceso de recuperación y a sus acompañantes, quienes llegan a Medellín pero no tienen dónde pasar siquiera la noche. Todos estos programas suman alrededor de 500 beneficiados más.
Esa labor, que han cumplido por casi un siglo y de la cual Monseñor dice que no es por filantropía sino por compromiso, fue elegida por el Vaticano para ser conocida de cerca por el Papa el próximo 9 de septiembre. “Los niños están preparándose muy bien espiritualmente, y les tengo el reto de mantener y fortalecer su disciplina y orden. Tanto ellos como los empleados, que son unas 110 personas, van a recibir al Papa renovados; no es que ese día nos vamos a renovar, ya empezamos el lavado interno, estamos limpiando la casa de nuestro corazón”, expresó el director.
También sostuvo que se sienten felices de la visita del pontífice, pues su labor es muestra de la sensibilidad que tiene ante las situaciones de dolor y sufrimiento de cualquier persona. Y, justamente, la meta más importante de Hogares San José es eliminar o mitigar el dolor de los niños y jóvenes.
HEIDI TAMAYO ORTIZ
Corresponsal de EL TIEMPO
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