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Medio Ambiente

‘Hay que seguir ruta del dinero detrás de los incendios en Amazonia'

En el parque La Macarena se afectaron cerca de 3.500 hectáreas en este comienzo de año debido a los incendios forestales en la región.

En el parque La Macarena se afectaron cerca de 3.500 hectáreas en este comienzo de año debido a los incendios forestales en la región.

Foto:EL TIEMPO

Torsten Krause, investigador de Universidad de Lund, califica de tragedia lo ocurrido en la región.

Diana Rincón
El fuego que arrasó con miles de hectáreas en las últimas semanas en la Amazonia volvió literalmente a encender las alarmas sobre el persistente camino de degradación en el que se encuentra el gran pulmón del mundo, hábitat de cientos de miles de especies de flora y fauna, y territorio ancestral de docenas de etnias indígenas.
La crisis en Guaviare y Caquetá es de tal dimensión que incluso el mismo director de Visión Amazonia (iniciativa del Gobierno que busca frenar la deforestación en la región) catalogó a la pérdida de bosque como una situación “ilegal, inmoral e irracional”.
La salida de las Farc de la región y la llegada de nuevos colonos y actores privados que buscan enriquecerse acumulando tierras están generando que se arrase con la selva para luego obtener los títulos de propiedad de áreas que antes eran bosque.
En una entrevista para EL TIEMPO, Torsten Krause, investigador del Centro para los Estudios de Sustentabilidad de la Universidad de Lund, en Suecia, y quien lleva más de ocho años trabajando con comunidades de la región amazónica colombiana y ecuatoriana, analiza las causas de este fenómeno que pone en peligro a un ecosistema clave para la regulación del clima global y regional.
Krause destaca que existe una carrera contra el tiempo por evitar que los efectos del posconflicto, como el aumento de la deforestación, les ganen el paso a los esfuerzos de conversación en la región. La Amazonia colombiana pasa por un momento decisivo.
Se habla de una crisis sin precedentes en la Amazonia por causa de las quemas ilegales. ¿Cómo ve esta situación?
Es una tragedia, no solo una crisis. Los bosques que están quemando se están perdiendo por mucho tiempo o, tal vez, para siempre. Quizás se pueden reforestar, pero un ecosistema tan complejo toma muchas décadas para restablecerse. Esta tragedia se anunció y había muchas voces desde la academia, las ONG ambientales, sociales y las organizaciones indígenas que lo advirtieron.
La salida de las Farc abrió el portón para que los finqueros y comerciantes grandes se aprovechen de la ausencia del Estado u otra entidad que pueda controlarlos. Es fundamental preguntar quiénes son los que ganan con esta locura que vemos en la región, a dónde van los productos que ellos buscan explotar. Por ejemplo, quién compra la carne de esa ganadería que quieren instaurar y a dónde se exporta. Es clave que se siga la ruta del dinero para destacar a los verdaderos culpables. Además, el Estado tiene que aumentar las penas por violar leyes ambientales e imponerlas. Por ninguna razón, estas áreas se deberían legalizar o recibir incentivos económicos.
En términos de cambio climático, ¿qué tan grave es que se sigan dando estos incendios?
Estos incendios liberan millones de toneladas de carbono cuando se están quemando, y así se pierde la biomasa que constituye la cobertura vegetal. A largo plazo, la conversión de estas áreas para la ganadería libera el C02 almacenado en el suelo. Esto tiene un efecto global y empuja el cambio climático. Además, la quema es un riesgo para la salud de la población local, aporta a la erosión de suelos y a la contaminación de los ríos. También puede tener efectos para el clima local y contribuir en cambios de lluvias y disminuir la precipitación. Por ejemplo, en Brasil se demostró cómo la deforestación en el Amazonas contribuyó a la sequía en el sur del país hace tres años.
Entonces, los incendios no solamente afectan el cambio climático en el ámbito global, sino también pueden tener impactos en el Guaviare, el Meta y en los alrededores. Ahora, no solo es el clima. La degradación de los bosques amazónicos (u otros sistemas boscosos) significa una pérdida de especies de flora y fauna que quizás nunca hemos conocido o ni siquiera sabemos qué importancia tenían en el ecosistema.

Los incendios no solamente afectan el cambio climático, sino también pueden tener impactos en el Guaviare, el Meta y en los alrededores

¿Cuál es la razón de fondo de este fenómeno?
La amenaza principal es el arco de expansión agrícola: la ganadería y el aumento de los cultivos; por ejemplo, el de la palma africana a gran escala. También hay una presión grande de mejorar la infraestructura vial con la construcción de carreteras nuevas para conectar pueblos como la vía entre San José de Guaviare-Calamar-Miraflores.
Se sabe que el impacto de una carretera es bastante grande a ambos lados de la vía hasta muchos kilómetros adentro, porque facilitan el acceso a la tierra y la expansión de agricultura en áreas donde se talan árboles valiosos y se da la cacería de animales salvajes para el consumo o la venta. También, esto trae el efecto de fragmentación de hábitats y reservas naturales, es decir, la creación de tierras aisladas que pone en riesgo poblaciones de especies de animales. Los planes de construcción vial, además, amenazan territorios y pueblos indígenas, por ejemplo, el territorio de la etnia nukak en Guaviare.
¿Y el impacto de la actividad minera? ¿Qué tanto se está viendo en el territorio colombiano?
En un artículo reciente, publicado en la revista Nature Communications (Mining drives extensive deforestation in the Brazilian Amazon), los autores analizaron deforestación alrededor de minas en la Amazonia brasileña. Los investigadores presentan evidencias de cómo la minería ha sido una amenaza bastante subestimada, que impacta un área de hasta 70 kilómetros alrededor de una mina. Esta amenaza existe también en Colombia, y el Gobierno tiene planes de desarrollar la minería y la explotación de petróleo en la Amazonia y en otras regiones.
La comunidad científica colombiana ve con buenos ojos el posconflicto para explorar áreas donde antes no se podía acceder. ¿Cree que eso ocurre en la práctica?
Creo que sí hay más expediciones de científicos en áreas que no se han estudiado en las últimas décadas, pero al mismo tiempo es una carrera contra el tiempo, la explotación de áreas y la pérdida de biodiversidad. Se necesita tiempo para diseñar un estudio científico y financiar una expedición al campo. Asimismo, me parece que no es claro si hay más o menos seguridad ahora. En algunas áreas de Guaviare y Meta todavía hay presencia de la disidencia de las Farc y nuevos grupos paramilitares o ‘bacrim’. La realidad es, como todos sabemos, mucho más complicada.
A eso se le suma la especulación de tierras, ¿cómo evalúa esta situación?
Se observa un aumento de la deforestación, como lo ha mostrado el monitoreo del Ideam, después de la firma del acuerdo de paz, en gran parte por la expansión de agricultura y la esperanza de que el Estado va a legalizar estas nuevas tierras. Agricultores –la mayoría grandes terratenientes– ponen unas cabezas de ganado en las áreas recién deforestadas para mostrar su propiedad sobre la tierra cuando el Estado empiece a legalizarla. También la expansión de cultivo de coca es un peligro para los bosques y las comunidades locales.
El panorama no es muy alentador. ¿Cómo empezar a hablar de la gobernanza forestal que se necesita para el posconflicto?
En el territorio y las comunidades locales, la gobernanza forestal debe basarse e incluir desde el inicio a las comunidades locales, indígenas o afrocolombianas. La legalización de territorios y la elaboración de planes de vida desde una visión local deben ser la prioridad. También se necesita la presencia del Estado en las áreas donde sube la deforestación para controlar y frenar la expansión agrícola y la tala no controlada de bosques.
No se debe permitir que el vacío que dejó las Farc en varias regiones lo ocupen de nuevo grupos criminales que se aprovechen de la ausencia estatal. Al mismo tiempo, se debe tomar en serio que el doble discurso del Estado colombiano no funcionará. No se puede frenar la deforestación –como propone el Estado en la visión Amazonia 2020, un proyecto importantísimo y emblemático en el papel y en el discurso público– y al mismo tiempo tratar de vender los recursos naturales a empresas de minería y petróleo, sean nacionales o multinacionales.
LAURA BETANCUR ALARCÓN
Especial para EL TIEMPO
Diana Rincón
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