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Educación

Los niños que sueñan un futuro mejor gracias a la literatura

Estos son los reporteritos del barrio El Pozón que participan en el Hay Festival Comunitario.

Estos son los reporteritos del barrio El Pozón que participan en el Hay Festival Comunitario.

Foto:José Alberto Mojica / EL TIEMPO

En esta ocasión, el Hay Festival Comunitario llega a zonas como El Pozón y Tierra Baja.

Hay un largo camino entre la glamurosa y colorida ciudad amurallada de Cartagena y la otra Cartagena. Hay tráfico, buses, carros, un enjambre de motos. Hay bulla, comercio, plazas de mercado. Y llegando a esa otra Cartagena que nos convoca, hay un motel que parece un parque temático con la cabeza dorada y gigante de un faraón, del tamaño de un elefante.
Hay un camino de 40 minutos desde el centro histórico hasta esa otra Cartagena que es el barrio El Pozón, tomando primero la avenida San Pedro Claver y luego la vía que conduce a Tierra Baja, Puerto Rey y a otros pueblos vecinos. Un lugar a donde no va nadie ajeno, pero a donde sí llega la literatura: el Hay Festival Comunitario (la versión comunitaria del Hay Festival), que por estos días congrega a escritores y amantes de las letras, a personalidades nacionales e internacionales, pero en un barrio pobre, invisible, muchas veces miserable.
Es la fiesta literaria que también llega a esa Cartagena que no aparece en las postales y donde muchos de sus habitantes no conocen esa Cartagena de postal.
Hay soldados a la entrada de un barrio que fue levantado en su mayoría con casuchas de invasión por desplazados y víctimas de la guerra colombiana. Hay puestos de madera y fogones de gasolina donde preparan fritos –arepas de huevo, carimañolas, patacones, empa-nadas– y puestos donde las señoras pelan pescado fresco.
Hay más y más soldados en un lugar donde solo se ven soldados en ocasiones especiales. Hay jovencitas y niñas embarazadas y otras con niños en brazos que son sus hijos. Hay un mural con un mensaje que dice ‘Apostemos por la paz’, con la imagen del papa Francisco, que vino a Cartagena el pasado mes de septiembre, con unos cachos de diablo que le pintaron encima. Hay un caño de aguas puercas en el que flota la basura. Hay calles de tierra tostada.
También hay un libro gigante, aunque no tanto como el faraón del motel. Se llama El libro viajero de la paz, mide metro y medio, es amarillo y tiene dibujos de niños sonriendo y una paloma blanca. El libro está a la entrada de la Institución Educativa 14 de Febrero. El colegio se llama igual que este sector de El Pozón, y se llama así porque un 14 de febrero, en 1994, llegaron los primeros desarraigados a levantar un nuevo hogar en el que podría ser el fin del mundo de Cartagena de Indias.
Hay un cura carmelita que se llama Rubén Darío Silva al lado del libro gigante; lo abre y muestra las historias escritas y dibujadas por niños y jóvenes de la población vecina de Arjona. Son historias de fútbol y goles, de animales y árboles y flores, de niños tristes porque los matonean en el colegio, de niños felices porque ya no hay guerra en su pueblo.
Hemos trabajado iniciativas de paz, desde el arte. Pero no la paz de los acuerdos, sino una paz más esencial: la de todos los corazones. Y vemos que es muy importante que los niños expresen lo que tienen por dentro a través de la danza, las artes plásticas y la escritura”, explica el carmelita negro.
Hay un llamado. Una voz infantil en un micrófono. El Hay Festival Comunitario va a comenzar.
***
También hay vida, sueños, arte, reporteros y escritores en El Pozón.
Hay personalidades: la primera dama de la Nación, María Clemencia de Santos; la española Cristina Fuentes, directora del Hay Festival América, creadora del Hay Festival Cartagena y pionera del Hay Festival original que nació en un pequeño pueblo de Gales llamado Hay-on-Wye. Están Peter Tibber, embajador británico en Colombia, y la cantante cubana Haydée Milanés, hija de Pablo Milanés. Y está Alejandro Gamboa, presidente de la Fundación Plan, responsable del Hay Festival Comunitario, el evento paralelo que lleva sueños y letras hasta esas otras Cartagenas; una iniciativa que hace parte de los proyectos de una fundación que está convencida de que el arte, la literatura y el periodismo son herramientas poderosas en la reconstrucción del tejido social en niños y jóvenes de poblaciones vulnerables.
“Esta es una iniciativa de inclusión social maravillosa. Abre las puertas de un festival que podría considerarse muy elitista, pero que se integra a las comunidades”, dice orgulloso Alejandro Gamboa.

Hemos trabajado iniciativas de paz, desde el arte. Pero no la paz de los acuerdos, sino una paz más esencial: la de todos los corazones.

Hay una jovencita de 14 años, la voz del micrófono. La presentadora y entrevistadora. Se llama Yuliana Salcedo y hace parte de los reporteritos de Plan, que son el alma del Hay Festival Comunitario. Hay una cosecha de reporteritos (100, durante los últimos 13 años, según las cuentas de Plan) que narran las historias, dramas y esperanzas de su familia, del colegio, de sus comunidades. Y Yuliana –que se hace llamar ‘Yuliana la qué tal’– ya dejó de ser semilla y ahora es un fruto que germina firme y próspero. Es una florecita y una ceiba.
Hay medios comunitarios –revistas, periódicos, programas de radio y de televisión– y Yuliana dirige y presenta un programa dedicado a la champeta en la emisora de su pueblo (Clemencia, Bolívar); más tarde dirá que a la champeta que exalta la cultura local, la sabrosura, no a esa que muestra a las mujeres como objetos sexuales. Hay militancias a los 14 años y la de Yuliana es la igualdad de género, tema del que conversa con Haydée Milanés, allá en la tarima.
“Hay que dejarse inspirar por mujeres como Haydée, que cumplen sus sueños. Es que las niñas no nacimos solamente para hacer oficio en la casa y para jugar a las muñecas”, dice ‘Yuliana la qué tal’.
La artista cubana toca el piano y canta con una voz dulce que suena como el silbido de una flauta. Después dirá que Yuliana es pura actitud, inspiración y empoderamiento. La muestra de que vale la pena esa combinación entre el arte y los proyectos sociales.
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Hay un hombre que parece un guerrero africano. Se llama José Francisco Castilla, tiene 19 años y desde los 4 ha crecido en medio de diferentes proyectos sociales de Plan. Es uno de los 100 reporteritos y se forma como un reportero de verdad: estudia periodismo. Va en tercer semestre, pero ha tenido que aplazar su carrera por problemas económicos. Hay sueños que tardan en cumplirse, pero José Francisco cumplirá los suyos. Los reporteritos tienen sueños, pero siguen siendo pobres. La mayoría, muy pobres.
Mientras tanto, como líder juvenil de El Pozón, José Francisco lucha para que su gente se decida a luchar, a soñar con un mundo mejor, a salir de la pobreza y a no conformarse. Y con su amiga y vecina Liliana Rocha, también de El Pozón y también reporterita, lidera una campaña contra tres de los problemas más graves del barrio: el embarazo en adolescentes, la drogadicción y el pandillismo.
Hay otra reporterita. Se llama Yulitza Gutiérrez, tiene 18 años, estudia derecho y vive en una zona marginada pero turística que se llama La Boquilla. Su lucha: combatir el turismo sexual y evitar que otras niñas y jovencitas terminen ofreciendo sus cuerpos a turistas extranjeros, gordos y viejos en la Torre del Reloj, ante la mirada indiferente de todo el mundo, incluidas las autoridades.
Hay batallas difíciles de ganar. “Estas niñas escogen este camino porque no hay oportunidades por parte del Estado, por el dinero fácil, y terminan arruinando sus vidas”, lamenta Yulitza.
Hay infamias en Cartagena. Muchas. Y una de ellas es la explotación sexual infantil. Lo que no hay: cifras que dimensionen el problema. Las únicas cuentas son las de las niñas que fueron rescatadas de las redes de tráfico sexual y que fueron acogidas por el Bienestar Familiar. Hay un dato: 64 casos en el 2015.
Hay mujeres conmovidas con la versión comunitaria del Hay Festival del hotel Santa Clara: las periodistas y escritoras Marta Orrantia y Catalina Gómez, quienes les dictaron un taller de reportería a los niños de El Pozón.
“Para nosotras es un aprendizaje mucho mayor que para ellos. Si uno está desconectado del país donde vive, no puede escribir. Porque Colombia son muchos países y esta es la Colombia de verdad”, dice Orrantia.
“Estos niños tienen la necesidad de hacer periodismo desde su comunidad. Y soy una convencida de que el mundo, la gente, debe contar sus propias historias. Y me parece muy bonito que se llamen reporteritos porque en este país, a veces, se denigra la palabra reportero. Y ser reportero es la razón de ser del periodismo”, dice Gómez, periodista de televisión y prensa dedicada a contar las guerras del mundo.
Hay un español entre los niños del corregimiento de Tierra Baja. Otra zona marginada de Cartagena hasta donde también llega el Hay Festival Comunitario. Se llama Nando López y es escritor de literatura infantil y juvenil, autor de libros como Los nombres del fuego y El reino de las tres lunas, en los que aborda temas como la violencia machista, la homosexualidad y el desarraigo juvenil.
Es su primera vez en el Hay Festival y aceptó venir cuando le dijeron que tendría esos encuentros con niños y jóvenes de comunidades pobres. Les contó que es de una ciudad pequeña a las afueras de Madrid y que nació en una familia más bien humilde y que cuando decía que quería ser escritor lo miraban como si fuera un marciano. Les contó que gracias a la cultura y a la educación ha logrado ser escritor y que hoy sus libros están en muchos países.
“Creo que la literatura y el arte, cuando se juntan, son más fuertes que la violencia y más fuertes que todo. La literatura también te ayuda a perder el miedo y te abre el mundo. Y que la cultura sea una opción de futuro. A través de la cultura puedes ser una persona diferente a la que eres”, dice el español.
Hay historias y personas, como los reporteritos, que te hacen devolver la fe en la humanidad.
Hay esperanza.

Este sábado, en el Hay Festival

Diálogo con Salman Rushdie

El polémico novelista Salman Rushdie, autor de Hijos de la medianoche, conversará con Juan Gabriel Vásquez sobre su obra y su último libro, La decadencia de Nerón Golden, que se desarrolla en torno a la llegada de Donald Trump al poder. En el Centro de Convenciones Cartagena de Indias Julio César Turbay (CCCI), a las 7:30 p. m.

Un nobel en Cartagena

El escritor, crítico literario, lingüista y traductor John Maxwell Coetzee, nobel de literatura en el 2003, es uno de los autores más destacados de Sudáfrica. Dialogará con Soledad Costantini sobre “las literaturas del sur”. A las 2 p. m., en el CCCI Julio César Turbay.

Entre el cine y la literatura

El escritor y guionista mexicano Guillermo Arriaga, recordado por el guion de Amores perros, 21 gramos y Babel, habla de su reciente novela, El salvaje. A las 7:30 p. m., en el Centro de Formación de la Cooperación Española en Cartagena de Indias (CFCE).

Concierto de Haydée Milanés

En el Teatro Adolfo Mejía, a las 9 p. m., se presenta la solista que es considerada una de las voces revelación de la música popular cubana, bajo la producción de Descemer Bueno.
JOSÉ ALBERTO MOJICA PATIÑO
Enviado especial de EL TIEMPO
En Twitter: @JoseaMojicaP
Cartagena
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