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Ciencia

Los avances de la ciencia en el estudio de los agujeros negros

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En los últimos 50 años la teoría ha tenido importantes avances en torno a su descripción.

Los agujeros negros han pasado de ser simples concepciones teóricas y protagonizar películas de ciencia ficción a convertirse en objetos reales que habitan el universo y a los que podemos incluso medirles el ‘pulso’ a través de las deformaciones que generan en el espacio y el tiempo.
Hace pocos meses se detectaban las denominadas ondas gravitacionales producidas por la fusión de agujeros negros en una galaxia lejana a más de mil millones de años luz de la Tierra.
Las ondas gravitacionales que ahora podemos detectar nos permiten inferir algunas propiedades de los agujeros negros progenitores, como sus masas. Es, sin duda, una nueva y revolucionaria forma de adentrarnos en la naturaleza de estos cuerpos ‘invisibles’.
Aunque el término agujero negro se acuñó en 1969, la idea de un cuerpo tan denso que ni la materia ni la luz pueden escapar de él data de la segunda mitad del siglo XVIII. Desde entonces han sido un misterio, pero en los últimos 50 años la teoría ha tenido importantes avances en torno a su descripción.
Una de las preguntas por responder es si verdaderamente son negros, es decir, si se tragan todo lo que cae en ellos una vez se sobrepasa una frontera alrededor del agujero, llamada el ‘horizonte de sucesos’.
En 1974, el astrofísico Stephen Hawking postuló la existencia de algo que sí podría escapar del horizonte de eventos del agujero. La radiación de Hawking, como se la conoce, se formaría por efectos de la física cuántica, justo en el límite del horizonte de eventos, a partir de pares de materia y antimateria (pares partícula-antipartícula).
Las antipartículas que se crean dentro de la frontera del horizonte de eventos serán las responsables de reducir la masa del agujero negro al aniquilarse con sus propias partículas de materia, y como consecuencia el agujero se ‘evapora’.
Las partículas del par, creadas justo fuera de la frontera, escapan y producen la radiación de Hawking, que lleva ‘impregnada’ la información de lo que el agujero se tragó. El problema es que la emisión sería muy débil y por eso no se ha logrado detectar, como ahora señala un reciente estudio científico que recrea en el laboratorio algo análogo a un agujero negro, pero de sonido. 
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica, profesor investigador del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional.
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