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WikiLeaks: cuando los grandes pelan el cobre

Sin duda, WikiLeaks cambió la historia del periodismo, pero ahora, parece haber cambiado su propia historia.

Sin duda, WikiLeaks cambió la historia del periodismo, pero ahora, parece haber cambiado su propia historia.

Foto:REUTERS

E-mails filtrados del Comité Nacional Demócrata (DNC) es una prueba particularmente fehaciente.

Por años, en especial para quienes trabajamos en el ámbito periodístico, WikiLeaks representó un concepto revolucionario: una organización dedicada a divulgar información que otros querían mantener en secreto, protegiendo a la vez a quienes divulgaron dicha información o a quienes pudieran verse injustamente afectados por ella.
Su video ‘Collateral Murder’ probó falsa la versión oficial sobre un ataque aéreo en Bagdad, en 2007. Sus documentos desnudaron luego excesos cometidos durante las guerras de Irak y de Afganistán. La filtración, en 2010, de 250.000 cables del Departamento de Estado de EE. UU. fue un hito, que se vio reforzado por la decisión de trabajar en asocio con un número de casas periodísticas de todo el mundo.
Pero en el camino, la figura de WikiLeaks, así como la de su fundador, Julian Assange, parece haber mutado en una organización menos transparente y más calculadora, a la que poco importa el daño colateral.
La reciente filtración de casi 20.000 e-mails internos del Comité Nacional Demócrata (DNC) de EE. UU. es una prueba particularmente fehaciente. Si bien nadie podría negar la relevancia que tienen los correos de una organización política en la que se concertaron maniobras para favorecer a una candidata durante el proceso de primarias, la forma y, en especial, el momento en el que se realizó la divulgación resultan preocupantes.
Primero, porque es obvia la intención de torpedear la campaña de Hillary Clinton y, en ese sentido, afectar el proceso electoral y democrático de EE. UU. Segundo, porque para lograr ese efecto, WikiLeaks tomó la decisión de publicar datos personales y hasta información bancaria de empleados y donantes del DNC que difícilmente puede considerarse relevante o noticiosa.
Assange defendió la decisión de no curar los datos en esos e-mails, pero hasta Edward Snowden, el delator más famoso de EE. UU., ha expresado su rechazo. En un tuit desde su cuenta, Snowden dijo: “Democratizar la información nunca ha sido más vital y WikiLeaks ha sido de gran ayuda. Pero su hostilidad a la más modesta curación (de contenidos) es un error”.
Lejos de asumir la crítica, la respuesta fue el ataque. En un trino dirigido a Snowden, WikiLeaks replicó: “El oportunismo no te va a ganar un perdón de Clinton y la curación no es censura de flujos de dinero en los partidos”.
Lo cierto es que WikiLeaks no está mirando las cuentas de “los partidos”.
La organización negó estar buscando las declaraciones de impuestos de Donald Trump y sí ha sugerido que los demócratas harían bien en esperar “una sorpresa” en noviembre. Sin duda, WikiLeaks cambió la historia del periodismo, pero ahora, parece haber cambiado su propia historia.
Wilson Fernando Vega R.
Editor Tecnósfera
@WilsonVega en Twitter
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