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De paseo en un carro que (casi) se conduce solo

La idea no son solo los carros para transportar personas sino camiones autónomos que movilicen carga.

La idea no son solo los carros para transportar personas sino camiones autónomos que movilicen carga.

Foto:Cortesía Uber

El futuro está aquí, con vehículos capaces de ‘mapear’ sus alrededores y operar por sí mismos.

Juan Carlos Rojas
No tiene modo ‘turbo’ ni un asiento eyector. Lamento reportar además que no habla. A pesar de todo, el vehículo autónomo que está probando Uber en las calles de Pittsburgh, la llamada Ciudad del Acero, es un auto fantástico, porque posee, como el proverbial K.I.T.T. de la televisión, la capacidad de manejarse a sí mismo. Al menos, en algunos lugares. Por parte del tiempo.
El Equipo de Tecnologías Avanzadas (ATG) de Uber lleva más de dos años trabajando en el desarrollo de esta capacidad. Aunque falta mucho para que sea del todo autónomo, es notable el avance logrado, que ya les permite sacar una flota de estos vehículos (200 camionetas Volvo XC90 híbridas, acondicionadas con sistemas de navegación inteligente) a calles reales, con tráfico real.
En este punto, tal vez le llame la atención que hasta ahora no haya aparecido en este texto la expresión ‘sin conductor’. Eso es porque, en la etapa en la que se encuentra el proyecto, Uber no permite que los carros salgan a la calle si no hay dos personas en los asientos de adelante. Mientras la camioneta lee las señales de tránsito y sortea con destreza curvas e intersecciones, uno de los empleados (en el asiento del copiloto) no pierde detalle de los datos que le suministra un computador portátil. El otro mantiene las manos a apenas milímetros del volante, listo para asumir el control del carro si se llegara a necesitar.
No es una escena precisamente tranquilizadora y no tiene mucho sentido negar que al comienzo es una experiencia entre emocionante y aterradora darse cuenta de que el carro asumió el control. El volante se mueve como por arte de magia y los cambios en la aceleración son perceptibles. En un momento, al entrar a la autopista, la camioneta superó los 50 km/h en modo autónomo. Lo extraño es lo rápido que la experiencia se torna monótona: Bastan cinco minutos para darse cuenta de que el carro de Uber es el conductor más prudente del mundo.
Pero para los integrantes del ATG, ese es el mejor elogio. El futuro que quieren construir, dicen, es el de un mundo en el que no importe si el carro tiene conductor o no y en el que, de hecho, la conducción del vehículo no demande más atención del usuario que el funcionamiento del radio o del aire acondicionado.
Quienes viajamos en el asiento de atrás vemos en una pantalla lo que el carro ‘ve’ mientras conduce. En colores azules y naranjas, el sistema va dibujando un mapa de las calles, en el que identifica objetos y personas. Los azules, infiero, son los puntos estáticos, mientras que el naranja muestra los que están en movimiento. Como para demostrarlo, un camión de puntos naranjas entra en la escena en el monitor y al mirar por la ventana, ‘¡voilá!’, lo veo pasar junto a nosotros.
También es notable lo usual que resultan las camionetas para los habitantes de Pittsburgh. “Los conductores ya ni siquiera voltean a mirar”, cuenta uno de los empleados de Uber. “Se acostumbraron a que el carro cede la vía y aprovechan para cruzar o adelantar”.
De hecho, si usted es usuario de Uber en Pittsburgh y pide un servicio, es posible que lo recoja una de estas camionetas. El usuario puede elegir si se sube (a muchos aún les da miedo) y, si lo hace, se sienta, como lo hicimos nosotros, a ver cómo el carro elige la ruta a su destino y procede a llevarlo allí sin intervención (OK, casi sin intervención) humana. Como en nuestro recorrido, dos empleados de Uber van en la parte de adelante del vehículo.

La meta, de Uber y de todos los que persiguen el mismo objetivo, es alcanzar el nivel 5, en el que no se necesitan humanos a bordo

Andar todo el día en un carro que parece sacado de una película de Steven Spielberg suena como el mejor trabajo del mundo, le digo. Su respuesta resume el punto en el que se encuentra la tecnología que Uber trata de dominar: “Mis amigos piensan que es el trabajo más cool del mundo. Mi mamá preferiría que tuviera otro empleo y llama cada hora para saber si estoy bien”.
Todo esto ocurre porque la tecnología de conducción autónoma de Uber ha alcanzado apenas la etapa 3, en la que es necesaria la cercana supervisión humana. La meta, de Uber y de todos los que persiguen el mismo objetivo, es alcanzar el nivel 5, en el que no se necesitan humanos a bordo y entonces no harán falta volantes, pedales ni espejos. Tesla, Google, Audi, GM... todos esperan llegar allí en no más de cinco años.

Bajo el capó

Para que un auto se conduzca a sí mismo se requiere una combinación de capacidades de mapeo de las calles por donde transita y procesamiento de la información resultante. Mover el volante o activar el acelerador y el freno es, comparativamente hablando, mucho más sencillo.
Para el primer campo –la generación de mapas–, el carro de Uber cuenta con una unidad en el techo, de la que sobresale un lidar rotatorio (similar al radar pero que usa luz láser en lugar de sonido para determinar la distancia a las superficies) que permanentemente actualiza un mapa de 360 grados de los alrededores.
En la unidad hay sensores de proximidad en los que se ha mejorado rango y precisión con respecto a la versión anterior. El conjunto se completa con una antena GPS y un conjunto de siete cámaras que crea un paisaje ininterrumpido del espacio en torno al vehículo.
Eso es solo en el techo. El carro cuenta con docenas de sensores en su carrocería. Todos generan información que va a dar a una unidad de procesamiento. Como es indispensable que los datos se lean en tiempo real, el carro no depende de una conexión de red sino que lleva a bordo una considerable capacidad de cómputo. Por eso, el espacio que normalmente se destina al baúl está ocupado por computadores, unidades de almacenamiento y sistemas de enfriamiento.
Los carros del futuro dependerán de redes 5G, pero, al menos en teoría, llegará el momento en que las capacidades de conducción del carro superen a las de un conductor humano en condiciones desafiantes, como la niebla o la lluvia fuerte.

Una flota de robots

El modelo de Uber no pretende alcanzar el grado de autonomía de carros como K.I.T.T. Más que un carro capaz de conducirse solo a cualquier parte, Uber imagina flotas que conocen al detalle áreas urbanas en ciudades como San Francisco o Nueva York y pueden mover pasajeros allí. Al satisfacer esa demanda con sus propios vehículos, Uber podría mover a sus conductores por fuera de esas zonas, ampliando su base de operaciones y mejorando, de paso, los ingresos de todos.
Andrew Salzberg, jefe de Políticas de Transporte y Movilidad de Uber, explica: “Cuando lo logremos, estos carros serán parte de una flota híbrida. Pides un Uber y a veces tendrá conductor y a veces no. Hará más fácil desplegar la herramienta, mucho más que si fuera una flota completamente automatizada”.
Otro campo en el que la conducción autónoma resulta buen negocio es el del transporte de carga. La idea de camiones sin conductor recorriendo las autopistas es atractiva, porque podría acortar los tiempos de entrega (el vehículo no tendría que parar para descansar) y disminuir las cifras de accidentalidad. Uber realizó en octubre de 2016 una prueba en la que un camión cargado de cerveza Budweiser recorrió 200 kilómetros de autopistas en Colorado sin un conductor al volante, aunque con escolta policial y con alguien en la cabina para monitorear la operación.
Pero esto podría cambiar pronto. La tecnología se acerca rápidamente a un punto en que lo que se necesita probar es el comportamiento y la confiabilidad de los carros durante la operación sin conductor. El miércoles 11 de octubre, las autoridades de California propusieron un cambio a la legislación para permitir el tránsito de autos sin nadie al volante en ciudades como San Francisco. Muy pronto podría ver usted una de estas Volvo, sin nadie a bordo, cruzando el Golden Gate.
Otra señal alentadora la dio Nvidia, que hace un par de semanas anunció que fabricó un minicomputador, cuyo nombre en clave es Pegasus, diez veces más potente que sus antecesores. Uno de los posibles usos de este desarrollo, capaz de hacer más de 320 billones de operaciones por segundo, sería potenciar la capacidad de cómputo de los carros autónomos. El anhelado nivel 5 estaría así mucho más cerca que antes.
Cuando ese día llegue, no creo que a nadie le importe que el carro no lo salude con un “You may call me K.I.T.T.” o que se detenga cinco segundos en cada pare y se tome su tiempo para atravesar una intersección. Se lo digo por experiencia, lo prudente no quita lo fantástico.

Así se mueven

1. Cámaras: El carro cuenta con 7 cámaras en las zonas frontales, traseras y laterales que permiten medir el campo cercano y lejano para construir la vista del entorno del vehículo. Así es posible calcular la distancia con otros vehículos, frenar en los semáforos, respetar a los peatones y la señalización.
2. LIDAR: Se encarga de proporcionar una exploración del entorno en tres dimensiones y en 360 grados, a partir de luz láser.
3. Sensor de precisión: Con esta tecnología, el vehículo proporciona mayor precisión y capacidad de alcance y rango gracias a la resolución mejorada.
4. Antena GPS: El vehículo implementa una antena que provee señal GPS y capacidad de datos inalámbricos.
5. Computador: Lleva un sistema de cálculo y almacenamiento que permite el procesamiento de datos en tiempo real. Cuenta con un sistema de enfriamiento integrado que optimiza el funcionamiento de todos los componentes.

Un buen negocio para el futuro

Los ejecutivos de Uber citan estadísticas según las cuales el 94 por ciento de las muertes en accidentes de tránsito obedecen a fallas humanas. Eliminar esta variable, dicen, salvaría millones de vidas en el futuro más inmediato.
Pero es un hecho que dominar primero la tecnología de la conducción autónoma también resulta vital para los intereses de una empresa que obtiene su principal flujo de ingresos de gestionar servicios de transporte en docenas de ciudades. Si un competidor, como Lyft, por ejemplo, lo lograra primero, podría ofrecer tarifas muy por debajo de las actuales porque no tendría que calcular lo que se gana el conductor.
WILSON VEGA
Editor de Tecnología - EL TIEMPO
Juan Carlos Rojas
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