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Proceso de Paz

El fin de la guerra nos permitió hallar nuevas especies

Vichada

Vichada

Foto:Felipe Villegas / Instituto Humboldt

El país que no conocían los científicos a causa de la guerra es descubierto en la Expedición Bio.

Colombia es el segundo país con mayor biodiversidad por metro cuadrado del planeta, el 53 % de su superficie está cubierta por bosques y cuenta con 311 tipos de ecosistemas continentales y marinos diferentes, sin embargo, diversos factores como el conflicto armado han producido que una amplia porción del país aún no se conozca.
En la actualidad, luego del acuerdo de paz con las Farc y los diálogos con el Eln, el país vive un importante momento para conocer sus territorios menos explorados y documentar la gran variabilidad de ecosistemas y especies de sus bosques. De esa necesidad nació Colombia-Bio, una estrategia de exploración tan grande como la expedición botánica de Mutis.
La expedición, lanzada el año pasado por Colciencias y el Instituto Humboldt, tiene a su cargo 800 investigadores locales e internacionales, que buscan ampliar el inventario de la fauna, flora y microorganismos del país, en los lugares más apartados y antes vedados por el accionar de los grupos armados.
"Nosotros hemos tenido casi un tercio del país bloqueado, producto del conflicto, territorio al que la ciencia no había podido entrar en décadas. Estos territorios, que ahora llamamos de posconflicto, son también los más biodiversos de Colombia y el mundo. Son bosques tropicales del mayor interés científico por la cantidad de especies que tenemos contenidos en estos. Diferentes plantas, insectos, fauna, hongos y microorganismos, una gran riqueza que para la ciencia es música para los oídos", explica Felipe García, gerente de Colombia-Bio.
Estas expediciones buscan identificar nuevas especies, a través de 20 salidas a lugares de posconflicto no explorados, ambientes marinos y paisajes selváticos. "Con las Expediciones-Bio comenzamos a entrar a territorios de donde estaban saliendo guerrilleros, para entrar con 70 científicos del más alto nivel y experiencia y del mayor conocimiento de la biodiversidad. Esto combina expertos en botánica para recolectar flora y expertos en fauna y suelos para descubrir los tesoros que estos territorios vienen guardando por décadas", agrega García.
En 200 años de historia de expediciones en Colombia, son muchos los ecosistemas y especies que se han logrado documentar, sin embargo, todavía hay mucho por conocer. El Sistema de Información en Biodiversidad (SIB Colombia) tiene registradas 54.871 especies, con más de 200 colecciones biológicas a lo largo del país. La meta es llegar a describir al menos 5.000 especies y fortalecer 20 colecciones biológicas ya existentes.
Esa necesidad de reconocer esa enorme riqueza que representa la biodiversidad para el país fue la razón para emprender estas expediciones, de las cuales se han realizado nueve a la isla de Malpelo, pero también a departamentos que han sufrido el rigor de la guerra como Santander, Antioquia, Caquetá, Guaviare, Vichada y Chocó.
"Casi todas las expediciones que hemos hecho han sido en territorios que han tenido conflicto en algún momento de la historia. En el caso de Vichada, fue en la zona de Marandúa en un departamento que tuvo en su momento conflicto armado. Está también la expedición que hicimos en el Chocó en la frontera con Panamá en el Darién, un territorio afectado por los grupos armados. Estuvimos en Santander en la región de El Peñol, que tuvo presencia de Farc y después de paramilitares. También en el cañón del río Melcocho y del río Santo Domingo en Carmen de Viboral, Antioquia, un territorio de posconflicto y que ahora es una reserva forestal que tiene gran presencia de biodiversidad. Igualmente, en Chiribiquete, en el departamento del Guaviare", explicó García.

La biodiversidad en medio de la guerra

La expedición del Caquetá fue emblemática, pues recorrió el Camino de los Andaquíes, una reserva de 27.000 hectáreas que atraviesa el Parque Natural Municipal Andaki, en el departamento del Caquetá, una zona de la Amazonia donde tradicionalmente hacía presencia el bloque Sur de las Farc y el bloque Sur de los Andaquíes del bloque Central Bolívar de las Autodefensas.
En la expedición, coordinada por Colciencias, participaron 60 científicos locales y alemanes del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas, del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional y del Museo de Investigación Zoológica Alexander Koenig de Alemania.
“La expedición del Caquetá se hizo en un territorio de posconflicto que tuvo presencia de las Farc y lo hicimos en un lugar maravilloso para la ciencia, en lo que se conoce como un 'hotspot', uno de los lugares en el mundo con mayor presencia de biodiversidad, precisamente porque combina la unión de dos grandes regiones como lo son la Amazonia y los Andes Tropicales, lugares que antes no permitían la presencia de absolutamente nadie porque estaban bloqueados por las Farc", cuenta García.
Con el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi) se juntaron los expedicionarios que hicieron un recorrido desde el municipio de Acevedo, en el departamento del Huila, bajando hacia la Amazonia en un recorrido de más de 20 kilómetros hasta el Caquetá que tardó 20 días, desde el 20 de enero hasta el 10 de febrero. Allí, en medio de la nada, en toda esa selva profunda y salvaje, caminaron por ese corredor natural que concentra una inmensa cantidad de especies endémicas. Y aunque es ‘El Dorado’ de la biodiversidad, los científicos reconocen que hay enormes vacíos de información sobre su riqueza.
La expedición contó con científicos de 10 grupos taxonómicos: plantas, anfibios, reptiles, murciélagos, grandes mamíferos, aves, suelos, microorganismos, peces y, según Nicolás Castaño Arboleda, científico del grupo de Flora del Sinchi, cada grupo tenía una dinámica muy diferente. “Trabajar en grupos interdisciplinarios siempre es un reto y un gran aprendizaje. Algunos trabajaban de noche y otros desde la madrugada. En los campamentos siempre había alguien con una linterna prendida, siempre se estaba haciendo café para aguantar las largas jornadas. Son muy extenuantes, pero siempre estás viendo cosas que nunca hubieras podido ver. Desde organismos muy pequeños hasta evidencia de osos o felinos de gran talla”, relata.
Según Castaño, ver cómo los animales rondaban cerca de los campamentos mientras ellos dormían era algo espectacular. “Uno de los trabajos que realizaron fue colocar cámaras trampa en sitios estratégicos: al más mínimo movimiento toman una imagen. Me sorprendió ver a través de estas cámaras trampa que muy cerca de los campamentos pasaban pumas y otros felinos”, dice. Y relata que el piedemonte amazónico fue mucho más complejo de lo que imaginaba: “Las interacciones entre los Andes y la Amazonia no son lineales ni fáciles de clasificar”, sostiene.
Sobre la preparación de la expedición, Castaño cuenta que se realizaron dos salidas previas con el fin de vincular a los pobladores de la zona y asegurar la seguridad del grupo. Además, dijo que las caminatas eran largas y por caminos tortuosos por donde no pasaban ni las mulas. Los equipos, la comida y las muestras tenían que ser transportadas a hombro durante días. A lo largo del recorrido, explicó, hubo siete campamentos, y los grupos de trabajo se trasladaron de estación en estación para trabajar en la caracterización de las diferentes especies.
Sobre la seguridad del grupo y los viajes a esta clase de zonas, explicó que los investigadores siempre han realizado esfuerzos para llegar a sitios nuevos y lograr evidenciar la necesidad de conservar áreas estratégicas como esta. “Se viaja a donde las condiciones de seguridad son al menos las mínimas. Y aunque estamos acostumbrados a entrar a zonas con dificultades de orden público, siempre la carta de presentación es hacer tu trabajo lo mejor posible, con respeto y sin preguntar nada que no sea relevante para tu trabajo. Siempre prima la pasión por conocer un sitio nuevo”, agregó Castaño.
Poder acceder a sitios así, dice el experto, sirve para evidenciar la inmensa biodiversidad que mantienen y el verdadero valor de conservar extensiones de bosques, como lo es el piedemonte amazónico. “Los servicios ecosistémicos que ofrecen este tipo de bosques no son realmente valorados, no solo la regulación del agua sino la calidad del aire y las potencialidades como áreas de turismo. Este tipo de expediciones aportan para tener conciencia sobre estos servicios y sobre la biodiversidad que se encuentra en estos bosques”, afirma Castaño.
Esta es la primera vez que al camino Andaquí entra un grupo tan grande de investigadores con conocimiento en variados grupos biológicos y la primera vez que investigadores extranjeros refuerzan el conocimiento de los investigadores locales. Esto ha servido para combinar experiencias y hacer hallazgos importantes para la ciencia.
“Los especialistas en mariposas dicen que es muy probable que hayamos encontrado seis nuevas especies de mariposas, esto es un hallazgo absolutamente maravilloso. La posibilidad de seguir encontrando especies nuevas en el planeta demuestra que se está dando un intercambio genético muy importante. También la posibilidad de ver una especie de ave que estaba sin reportes desde hace 30 años y que estaba en las listas rojas como especie amenazada. El hecho de encontrarla le da a uno mucha tranquilidad y es un indicador muy importante de biodiversidad”, explica García, gerente de Colombia-Bio.

La guerra, la paz y la ciencia

El departamento del Caquetá tiene una extensión de 88.965 kilómetros cuadrados, un poco más grande que Austria, y está lleno de paisajes hermosos de selva verde que parece coparlo todo y unos ríos que bañan sus montañas, pero también es un sitio desconocido para muchos por la inclemencia de las balas. Un lugar olvidado.
Esta selva, que fue uno de los escondites predilectos de las Farc durante años, pues tuvo al bloque Sur y al secretariado de las Farc refugiado entre sus selvas, hoy todavía sufre una guerra por el control del narcotráfico. Un conflicto que ha dejado como víctimas a la mitad de sus pobladores. Registros de la Unidad de Víctimas indican que de 483.00 pobladores, 220.000 han sido víctimas del conflicto y por lo menos 30.000 han sido desplazados. Un fenómeno que ataca principalmente a las comunidades y resguardos indígenas.
"Los científicos estaban muy felices de llegar a estas zonas antes tomadas por los actores armados y sus testimonios son increíbles. Muchos de estos expedicionarios cuentan que hace 15 años los retuvieron hasta tres o cuatro veces por hacer estas investigaciones en aquellos lugares. Entonces, ahora nos cuentan que poder hacer su trabajo tranquilos en estos territorios es una cosa increíble y representa mucho para ellos", agrega García.
Desde hace 14 años, el departamento del Caquetá ha sido un caso emblemático en las transformaciones que ha experimentado el conflicto armado. Pasó de ser un refugio para las Farc y donde los homicidios superaban el promedio nacional a uno de los departamentos seleccionados por los programas de recuperación territorial, de víctimas y reparación de la Madre Tierra, una de las más golpeadas por la guerra.
Sus habitantes piensan que reconocer toda la riqueza ambiental que abunda en sus territorios puede ser la clave para su crecimiento social y económico. "Este es un país absolutamente rico y con una biodiversidad con un gran potencial de desarrollo. Países como Costa Rica, que hace 40 años tomaron la decisión de jugársela por la biodiversidad, han avanzado en áreas protegidas y restauradas. Tienen casi el 20 % de su PIB relacionado con el turismo de naturaleza. Para llegar a eso, hay que conocer estos lugares, pero si los vemos como monte y un obstáculo para el desarrollo, llegarán otros actores a hacer la minería ilegal, a talar los bosques o los cultivos ilícitos y se pierde todo esto", dice García.
Para lograrlo, ya se tienen listas las próximas expediciones al departamento del Cauca, a la Baja Bota Caucana –una zona de pie de monte en donde también hubo mucha presencia de grupos armados –, a varios páramos del país, una expedición marina en cayo Serranilla y también en el río Apaporis, en el Vaupés. Estas joyas de la naturaleza hacen que valga la pena frenar el ruido de las balas. Tesoros que son el pulmón del mundo y que pueden llegar a ser el sustento de comunidades que han sufrido el dolor del conflicto.
Para Castaño, investigador del Sinchi, es vital darle un valor no monetario a estos bosques, pues todos dependemos de estos en términos de oferta de agua y aire de calidad, así como para el control de plagas y fuente de medicinas.
“La calidad de vida de hoy está sustentada en mantener estas áreas conservadas de bosques. El agua y el aire son necesarios para la vida humana y los cultivos. Los humanos tenemos una gran responsabilidad de asegurar que otras especies tengan el derecho a vivir. La evolución se ha tomado millones de años y los hombres hemos destruido estos productos evolutivos en poco tiempo. Para muchas personas, el desarrollo y la calidad de vida justifica cualquier cambio y no piensan en las consecuencias a largo plazo. Pero para quienes estudiamos la vida, nada justifica que una especie se extinga, nada”, concluye el investigador del Sinchi.
SANTIAGO CÁRDENAS
Periodista de 'El Colombiano', de Medellín.
*Este artículo se publica gracias a la beca '200 años en paz, storytelling para el posconflicto', apoyada por la Escuela de Periodismo de EL TIEMPO, la Embajada de Suecia, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Universidad de La Sabana.
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