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Proceso de Paz

El discurso de una víctima del atentado de las Farc al club El Nogal

Bertha Lucía Fries padeció el atentado de las Farc al club El Nogal y ahora es representante de las víctimas.

Bertha Lucía Fries padeció el atentado de las Farc al club El Nogal y ahora es representante de las víctimas.

Foto:Carlos Ortega / EL TIEMPO

Bertha Lucía Fríes Martínez cuenta lo que ha significado para las víctimas la bomba de la guerrilla.

Este es el discurso para la conmemoración de los 15 años del atentado de las Farc que dejó 36 víctimas mortales y 198 heridos, el 7 de febrero de 2003, en el norte de Bogotá.
Hace quince años estaba debajo de una pared, no entendía lo que pasaba, tampoco sabía que mi columna había sido fracturada a nivel cervical, no dimensionaba que la palabra cuadriplejia sería el diagnóstico, no sabía que vendrían 8 años de soledad, amargura, dolor para mí y mis cercanos.
Hace quince años, a las 8:15 pm, no sabía que 36 iban a desaparecer ni que 198 íbamos a quedar para siempre con un sello de guerra imposible de borrar. Mi saludo fraternal a los enlutados y a los sobrevivientes.
No imagine que pasaría del odio al perdón y a la reconciliación con mis victimarios. En mis fantasías nunca dimensioné cuan liviano se siente dejar atrás sentimientos de animadversión. Entendí que muchos reinsertados han sido víctimas de un estado que los dejo a su suerte, sin encontrar otra salida que enlistarse en las filas de la guerra. Escuché muchas historias, recopilé narrativas en las que coincidían sus mensajes de perdón hacía sus víctimas y su deseo de compartir sus historias, sin justificar, si para recordar que hicieron parte del olvido.
Nunca dimensioné que tendría que estar “cara a cara” con mis victimarios 13 años más tarde en La Habana y que firmaría con ellos un acuerdo para alcanzar la verdad y todo lo que se deriva de la misma, justicia, reparación, perdón y reconciliación. Ajeno a mi estuvo pensar que las Farc 14 años después del atentado, reconocerían su accionar sólo al frente de sus víctimas, nos pedirían perdón y construiríamos conjuntamente los valores para la reconciliación con el propósito de crear esa cultura.
Nunca estuvo en mi pensamiento que estaría reuniéndome con aquellos que alguna vez estuvieron al margen de la ley, hoy diseñando un plan acción con las Farc para cumplir con lo acordado o preguntando a los Paramilitares sobre su protagonismo y complicidad dentro de las salas del Club El Nogal.
Hace quince años tampoco imagine que los magistrados que les correspondió el caso del atentado iban a ser igualmente víctimas, hoy una muerta y tres exiliadas por adentrarse en las investigaciones. Los informantes que entregaron pruebas, desestimadas por la Fiscalía, también han sido víctimas hoy escondidas por su valentía.
He tenido que pasar por los inimaginables, pedirle a la Fiscalía y al Das del 2003 claridad sobre su ineficiencia al no prevenir ni actuar a sabiendas de lo que iba a suceder, igualmente preguntar a otras instituciones y personalidades del estado de ese entonces que utilizaban nuestro Club como sede alterna de la Casa de Nariño, por su responsabilidad al exponer a la población civil.
Impensable que el Centro Nobel de Paz en Noruega, me tuviera como invitada y reconocida por mi rol en la paz. Nunca pensé que fuera de nuestra frontera es mayor el reconocimiento de lo alcanzado con en términos de paz.
Mi bola de cristal jamás me dijo que estaría dirigiendo talleres a excombatientes en las llamadas Zonas Veredales, viviendo con ellos y como ellos, mi morada en “caleta de plástico”, trepada monte arriba, sin baño, ni luz, ni agua durante más de una semana, aguantando la crudeza del frio. Tampoco en mi brújula estaba que construiríamos una visión optimista a 10 años de esta organización, que mis propios ojos serían testigos de los proyectos productivos iniciados y la disciplina militar ahora encauzada en el aprendizaje de sus integrantes para organizar sus cooperativas y su desarrollo individual.
Jamás soñé que los excombatientes confesaran que nunca habían sido visitados en sus campos de paz por una de sus víctimas, jamás imaginé que en este rincón de patria llorarían, pedirían perdón a mi marido, a mi hijo y a todas las personas que sufrieron por este atentado, impensable que muchos farianos me abrazaran armando un gran círculo que se mecía como una “chocolatera” por lo grande y apretujado del abrazo, dando gracias por las enseñanzas aprendidas en los talleres y por sentir que el perdón y la reconciliación si es posible. Escuchar el perdón por parte de un campamento de 300 excombatientes estaba ajeno a cualquier pensamiento.
Nunca pensé que sentiría dos sentimientos antagónicos, el perdón de las Farc y el desprecio y bullying de algunos cercanos que se dan golpe de pecho en los sermones dominicales y que siguieron y aplaudieron al Papa a cuál más misericordiosos. Siendo oportuno rescatar una de sus tantas lecciones: “La violencia engendra más violencia, el odio más odio, y la muerte más muerte. Tenemos que romper esa cadena
que se presenta como ineludible, y eso sólo es posible con el perdón y la reconciliación”.
Hoy algunos conciudadanos siguen en la esquina de la rabia y la no aceptación por el giro que dio el país con el Acuerdo de Paz, aunque estos nos señalan con el dedo acusador a los que estamos de corazón con el fin de la guerra, seguiremos buscando construir los cimientos de un país en el que nos comprometamos en resolver las causas sociales que llevaron a esta guerra cincuentenaria. No podemos permitir que se vuelva a repetir las crudezas de la guerra. Hemos llegado muy lejos, no podemos
arriesgar lo alcanzado, no podemos exponer a aquellos que están por nacer, ni a aquellos que por su edad son ingenuos sobre lo sucedido, ni al resto de nuestros compatriotas.
Han pasado 15 años y seguimos sin entender como un infiltrado ligado con la Teófilo Forero se vuelve socio y logra el mayor atentado terrorista urbano de las Farc en Bogotá. Seguimos esperando la verdad de las razones del atentado, a quien estaba dirigido, y porque no nos protegieron los que nos han debido proteger. Esperaremos que la justicia haga lo suyo y que todos los responsables asuman su responsabilidad directa y política por lo ocurrido y pidan perdón, y continuaremos aguardando por la
reparación correspondiente pues nosotros no éramos parte de esta guerra.
BERTHA LUCÍA FRIES MARTÍNEZ
Líder Grupo Víctimas del Atentado de las Farc al Club El Nogal
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